lunes, 21 de mayo de 2018

El Club IV

Una horrible alarma sacó de golpe a Lorena de su inquieto sueño, la excitación y el estrés con el que se había metido a la cama habían inundado su vigilia con húmedas y perturbadoras pesadillas. 

Abrió los ojos y la realidad la golpeó de frente, estaba completamente desnuda, salvo por los grilletes, el collar y el plug anal que debía llevar en todo momento. Estaba todavía algo aturdida, observó la que era su nueva habitación buscando el origen del molesto zumbido que la había despertado, hasta que vio un pequeño reloj en un lado de la cama. Marcaba las 7 de la mañana.

Recordó las instrucciones que le había dado su ama el día anterior: debía prepararle el desayuno. Fue al baño, se quitó el plug anal y se sentó en la taza del wáter a orinar. Notó el vacío en su recto, una extraña sensación que desapareció al volver a introducir el juguetito tras lavarlo en el lavabo. A continuación se refrescó la cara y se dirigió a la cocina.

Allí encontró un menú semanal detallado, así que no tuvo que pensar que prepararle a su ama. Unos minutos después estaba de pie y llamando a la puerta de su dormitorio, con la bandeja del desayuno lista.

- Adelante - Dijo Talía desde el otro lado de la puerta.

Lorena entró y encontró a la joven desnuda, acicalándose.

- Deja la bandeja en la mesita y retírate, ¿Tienes claras cuáles son tus tareas para hoy?

- Si, ama - contestó la esclava.

- Perfecto, espero que cuando vuelva esté todo en orden.

Lorena obedeció y dejó a Talía sola en su cuarto.

Pasó la mañana limpiando la enorme casa de su ama, lo que resultó ser una tarea tediosa y agotadora. Se sentía humillada y avergonzada, puesto que no era esto lo que había esperado vivir como esclava de Talía, era verdad que el día anterior se había excitado obedeciendo a su señora a pesar de no haber llegado al orgasmo, pero limpiar la casa era tan aburrido...

Talía le había indicado que cuando acabase con sus tareas debía dirigirse al gimnasio, pero cuando la joven volvió a casa, Lorena aún estaba por terminar las últimas salas. Ni siquiera había comido.

- Hoy es tu primer día y ni conoces la casa ni te has hecho aún con las tareas, pero espero por tu bien que de aquí en adelante te des más brío a la hora de limpiar - le advirtió la joven.

- Sí, ama, mañana me daré más prisa.

- ¿En tu casa limpiabas tú?

- No ama, venía una chica un par de veces por semana - contestó Lorena. En ese momento se dió cuenta de que la chica seguiría yendo a limpiar a la que era su casa hasta que se diera cuenta de que allí no había nadie para pagarla...

- Eso lo explica todo... Acércate. Posición de inspección.

Lorena miró a la joven con expresión de no saber a qué se refería, pero aun así se acercó.

- Las piernas separadas, las manos cruzadas detrás de la cabeza, saca pecho, inclínate ligeramente hacia delante, saca el culo.

Lorena iba acatando las instrucciones de Talía, hasta adoptar la posición correctamente.

- Esta es la posición de inspección, la adoptarás cada vez que llegue a casa, ¿Entendido?

- Si, ama.

Talía comenzó a caminar alrededor de su esclava, evaluándola. Acarició sus tetas y las presionó ligeramente, comprobó que prácticamente ya no salía leche de ellas. A continuación sacó de un tirón el plug anal de Lorena, arrancando un pequeño gritito de sorpresa de la esclava. Nuevamente esa sensación de vacío embargó a la esclava, que se sorprendió deseando que ese vacío volviese a ser rellenado: se sentía más desnuda aún sin el plug.

La joven acarició el coño de Lorena que, después de la decepción de la jornada de limpieza, estaba comenzando a humedecerse.

- Posición de espera. Junta las piernas hasta la altura de los hombros, la espalda recta, la cara alzada, las manos cruzadas en la espalda, la boca abierta y muestra la lengua.

En cuanto Lorena adoptó la postura, su ama se situó ante ella e introdujo el plug en su boca, haciendo que la mujer soltase un grito de asco y apartase la cara.

¡PLAS!

Una fuerte bofetada la puso en su sitio.

- ¡Estate quieta, esclava! ¡Posición de espera!

Lorena, temblando, volvió a adoptar la última postura. Abrió la boca lentamente, sabiendo lo que le esperaba, y sabiendo que no tenía posibilidad de evitarlo.

Talía introdujo el plug nuevamente en la boca abierta de Lorena, que no pudo evitar poner cara de asco. Notaba claramente el olor y el sabor de su propio culo, y podía notar que el plug no estaba del todo limpio. Los ojos se le pusieron llorosos y las arcadas acudieron a su garganta.

- Será mejor que aguantes esas arcadas, pues como se te ocurra vomitar lo vas a limpiar con la lengua - espetó Talía con desprecio. Lorena cerró los ojos con fuerza, intentando reprimir las reacciones de su cuerpo. Comenzó a respirar honda y pausadamente y empezó a relajarse - Ahora me vas a esperar aquí sin mover un músculo, y sabes perfectamente que me enteraré si lo haces.

Y con esas palabras Talía se alejó y salió del vestíbulo, dejando a Lorena sola, con la única compañía del tic-tac del reloj que llegaba desde las escaleras.

No supo cuánto tiempo estuvo en la misma postura, pero se le hizo eterno. Al principio siguió batallando consigo misma para evitar el vómito, pero finalmente consiguió acostumbrarse y dejaron de producirse las arcadas. No quiso pensar que los restos que había en el plug y ya no estaban, se encontraban en esos momentos en su estómago.

No se movió un milímetro, a pesar del dolor que empezaba a notar en las piernas, a pesar de la incomodidad de tener el plug en la boca. Tenía miedo de que Talía pudiera enterarse si desobedecía (y realmente no tenía duda de que se enteraría). Podía sentir el pasar del tiempo como una marea espesa y brumosa, que recorría la estancia lentamente, acariciando su piel y cubriéndola de un mayor cansancio a cada momento. El tic-tac del reloj se clavaba en sus oídos como aguijones incansables e incesantes.

TIC. TAC. TIC. TAC.

Estaba a punto de claudicar, ya acumulaba cansancio por haber estado limpiando toda la mañana, creía que ya no podría aguantar más.

CLOC. CLOC. CLOC.

Un nuevo sonido atravesó la espesura del tiempo y apartó los aguijones de sus oídos.

CLOC. CLOC. CLOC.

El sonido se acercaba, Lorena centró toda su atención en él, ese nuevo sonido había llenado su mente y no podía quitárselo de la cabeza, podía imaginar lo que era, podía imaginar unos tacones caminando hacia ella con parsimonia y serenidad, con el contoneo sensual que acercaba paso a paso a su ama hacia ella.

CLOC. CLOC. CLOC.

Casi estaba allí, en unos doblaría la esquina y aparecería ante ella.

Y cuando apareció Lorena se estremeció ante la excitante visión que tenía ante ella. Se olvidó de los aguijones, del tic-tac, de la espera, y de lo que había estado haciendo durante la mañana, de sus dudas y sus lamentos al verse como la sórdida versión de una simple chacha.

Su coño se humedeció.

Talía cruzó la esquina y avanzó hacia su esclava. Unas impresionantes y ceñidas botas de cuero negro que terminaban por encima de la rodilla eran las que habían estado produciendo el rítmico sonido. Además, la joven se había vestido con un body hecho de tiras de cuero que dejaba al aire sus tersos pechos y su coño, o al menos lo dejaría al aire si no llevase puesto un arnés coronado con una enorme polla de plástico rosa.

La polla atrajo inevitablemente la mirada de Lorena, era gorda y larga, creía que al menos sería del mismo tamaño que la de Javier, y se bamboleaba ligeramente de un lado a otro a cada paso de su ama. El coño de la esclava estaba palpitando, que Talía se hubiera puesto eso sólo podía significar...

La joven se detuvo ante su esclava y enganchó una cadena a la argolla de su collar.

- Sígueme - ordenó -, es hora de jugar un rato contigo.

Lorena obedeció sumisa y caminó tras su ama a través de la casa, hasta llegar a la puerta cerrada que aún no le había mostrado. La mujer sintió una punzada de curiosidad y miedo, y cuando atravesó la puerta se quedó boquiabierta. A punto estuvo de dejar caer el plug que llevaba en la boca.

Se encontraba a la entrada de una sala de tortura completamente funcional, estaba decorada incluso como si fuese una mazmorra. Potro, cepo, fustas, látigos, camillas y mesas con grilletes, y un sinfín de aparatos creados para producir dolor y placer indistintamente adornaban la sala.

Talía se rio con ganas cuando vio la reacción de su esclava, cogió el plug a medio caer de su boca y se lo quitó, lanzándolo a un lado.

- Ahora no necesitarás esto, quiero que tus agujeros estén libres - la esclava se estremeció -, ¿Tienes idea de lo que vamos a hacer hoy aquí?

Lorena lo pensó unos segundos, miró a su alrededor y respondió, titubeante.

- ¿Me... Me vas a... castigar, ama?

- Correcto. ¿Y por qué crees que te voy a castigar?

- ...Por...por no haber acabado mis tareas, ama.

Lorena agachó la cabeza.

- No apartes la mirada mientras te hablo - respondió Talía, severa -. ¿Crees que eres merecedora del castigo? ¿O por el contrario crees que soy un ama injusta?

La mujer no quería ser castigada, pero era verdad que no había acabado de limpiar la casa a tiempo.

- Me lo merezco, ama - contestó apesadumbrada.

- Chica lista. Si sabes cuándo te mereces un castigo, también sabrás como evitarlos, lo que es mejor para tí. Tranquila, no será un castigo muy duro, pues el castigo tiene que ser acorde a la falta - Talía cogió dos pinzas de un pequeño armario y se las colocó a Lorena en los pezones.

- ¡Ahhh! - gritó la mujer, ante el repentino dolor.

- Tus tetas están dejando de dar leche, pero hay otras maneras de divertirse con ellas. Sitúate de cara a la columna.

Lorena obedeció, evitando el impulso de quitarse las pinzas, puesto que sería peor aún. Ya en la columna, Talía encadenó sus manos en lo alto, de manera que la esclava estaba obligada a no separarse de allí, aunque todavía disponía de alguna capacidad de movimiento.

La joven fue a por un látigo corto y se situó tras la esclava.

- Supongo que nunca te has visto en una situación como esta, ¿verdad?

- No, ama - contestó Lorena, temblando de miedo.

- ¿Estás asustada?

- Si, ama.

- No eres la primera ni serás la última esclava que pase por mi látigo. Soy una ama experimentada. ¿De qué tienes miedo?

- Del dolor... Tengo miedo de no poder soportarlo, ama.

- El dolor no es más que otra forma de alcanzar el placer, ¿No crees? - Lorena se mantuvo en silencio, pensando que era una pregunta que no esperaba respuesta. Y efectivamente, Talía continuó hablando - ¿Te dolió cuando fuiste sodomizada?

La esclava se sonrojó, aunque su ama no estaba en posición de verle la cara.

- Sí, ama... Me dolió mucho.

- ¿Y no es verdad que después lo disfrutaste? 

Lorena cerró los ojos, muerta de vergüenza.

- S-Sí, ama... Lo... lo disfruté.

- ¿Lo repetirías?

- S-sí, ama.

La mujer tenía el vello erizado, en parte por la temperatura de la sala y en parte por la excitación que la embargaba, ¿Es que estaba loca? ¡Estaban a punto de azotarla con un látigo! ¿Cómo podía estar tan cachonda? Sus pezones rozaban con la columna a cada movimiento, haciendo que relámpagos de dolor le atravesasen las tetas, pero eso no hacía que remitiese la excitación.

Talía alzó el látigo y lo observó con adoración.

- Cuando acabe con tu entrenamiento no temerás el contacto del látigo en tu piel. ¿Sabes? En mi experiencia como ama he aprendido que hay zorras que disfrutan siendo torturadas, castigadas y humilladas, aunque ellas mismas no lo sepan... Son mujeres normales y corrientes hasta que se produce una... catarsis. 

¡ZAS!

Talía descargó el primer latigazo sobre la espalda de la esclava. Lorena gritó y se retorció, pero encadenada como estaba no pudo hacer mucho.

- Entonces pasan por una travesía en el desierto, su cuerpo y su corazón desean dejarse llevar, mientras que su mente y su moral intentan que su vida vuelva a su cauce.

¡ZAS!

Un nuevo latigazo, y nuevamente la esclava gritaba y se retorcía. Dos líneas paralelas y rojas cruzaban su espalda desde el hombro izquierdo hacia la zona derecha de su cintura.

- Pobres mentes engañadas... Creen que una vez iniciado el camino pueden volver atrás por la senda y recuperar su vida anterior como si nada. Pero no pueden - continuó la joven, como si no hubiera restallado el látigo en la blanca y suave piel de su esclava -, es un camino sólo de ida.

¡ZAS!

- Una vez que han probado las mieles de la sumisión y el sometimiento no hay vuelta atrás.

¡ZAS!

- Todas y cada una acaban convertidas en perfectas esclavas, todas terminan por aceptar su lugar en el mundo.

¡ZAS!

- Y tú no serás distinta. Al principio pensarás que sí, que tú no has nacido para ser una puta perra esclava que sólo sirve para obedecer, y que además disfruta con ello, pero acabarás dándote cuenta de la verdad.

¡ZAS!

- Y cuanto antes lo aceptes.

¡ZAS! 

- Antes podrás alcanzar la felicidad.

Tras el último latigazo, Talía se situó tras Lorena, acariciando suavemente las rojas líneas que cruzaban su espalda. La mujer temblaba, temblaba de dolor, de miedo, de impotencia y de confusión. Las palabras de Talía la habían golpeado casi tanto como el látigo, haciendo que miles de ideas y pensamientos sembrasen su mente de dudas.

Los dedos de Talía recorrían los palpitantes surcos que había surgido en la espalda de su esclava, pero lo hacía con suavidad, casi rozándolos. Podía notar el calor que emanaba de las heridas, la excelsa rectitud de las líneas producidas por el látigo, las pequeñas imperfecciones surgidas en la piel al pasar el dedo por ellas, y los ligeros estremecimientos que se producían en la mujer cada vez que tocaba una zona delicada. Llevó la mano sin detenerse demasiado hasta la entrepierna de Lorena, y no se le escapó que ésta separó ligeramente (muy ligeramente) las piernas para darle acceso a pesar del castigo al que la había sometido. Estaba empapada. Esa perra estaba completamente húmeda tras haber sido azotada por primera vez con un látigo. Estaba claro que no se había equivocado con ella.

Recorrió el coño de la esclava con delicadeza, mientras que Lorena arqueaba la espalda y comenzaba a suspirar.

- ¿Cómo puedes estar tan cachonda después de haber sido azotada? - espetaba Talía en el oído de su esclava mientras la masturbaba - ¿Quieres que siga?

- Si, ama... - Lorena hablaba entrecortadamente.

- ¿Quieres que te folle?

La esclava se tensó, ¡Sí! Joder, estaba deseándolo, llevaba todo el día deseando ser follada por su ama.

- Huummmmmmm - Se mordió los labios para reprimir un gemido, Talía sabía que botones tenía que tocar para llevar a una mujer al cielo.

- No he oído tu respuesta, esclava. 

Con la mano libre, Talía tiró de la pinza que se aferraba del pezón de Lorena.

- ¡Aahhhhh! - gritó - ¡Sí! ¡Sí! ¡Quiero que me folle, ama!

- Eso está mejor...

La mujer notó como los dedos de Talía eran sustituidos por la polla de plástico que portaba. Primero sintió como la punta exploraba dubitativa su entrepierna buscando su coño para, nada más encontrarlo, penetrarlo de golpe y sin previo aviso.

Lorena soltó un gemido de alivio, de placer, de rabia, de liberación. Pegó la cabeza a la columna y casi se quedó colgando de las cadenas que sujetaban sus muñecas, las piernas le temblaban. ¿Cómo era posible sentir tanto placer? ¡Ni siquiera había alcanzado el orgasmo todavía!

Talía comenzó a bombear rítmicamente a su esclava, mientras acariciaba sus pechos y daba ligeros tirones a las pinzas. A Lorena no le molestaba, al contrario, el abrumador placer que estaba sintiendo superaba por mucho el ligero dolor que le llegaba desde sus pezones, incluso producía un agradable contrapunto al placer, era como comer algo salado mientras degustabas el postre más dulce del mundo. 

- ¿Vas a correrte, puta? - preguntaba Talía.

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Oohhhhhh! ¡Sí, ama!.

- Sabes lo que quiero que hagas antes, ¿Verdad?

Y Lorena lo sabía. Quería que se lo suplicara, que se humillara y lo pidiera como la buena esclava que era, que pidiera permiso a su ama para correrse, que demostrase que no tenía potestad de hacer nada por sí misma. Y Lorena, en ese momento, no estaba para pensar en si estaba dispuesta a hacerlo, si tirar su dignidad (¿Dignidad? ¡Ja! ¿Todavía tenía de eso?) merecía la pena para obtener un placer tan efímero como un orgasmo. En otro tiempo habría tenido clara la manera de actuar, pero ahora...

- P-por favor... Ohhhhh por favor, ama... Deja... deja que ufff, deja que me cooooooorra, aaahhhhh.

- Tienes permiso para correrte - sentenció lacónicamente Talía. 

Y la esclava estalló. Su cuerpo vibró mientras el orgasmo alcanzaba cada fibra de su ser, su coño palpitaba sobre la polla de plástico que la taladraba, sus piernas temblaban, la baba se le escapaba de sus labios.

Cuando la oleada de placer terminó, se encontró colgando completamente de las cadenas que la sujetaban, las piernas no la respondían.

Talía desenganchó los grilletes y Lorena cayó al suelo como un fardo. A continuación le quitó las pinzas de los pezones, lo que le produjo un dolor indescriptible al notar como la sangre volvía a fluir por ellos. Pero no se quejó. Estaba como ida.

Su ama la guio hasta una mesa que había en un lateral y la hizo tumbarse de espaldas.

- Te has comportado como una verdadera esclava - dijo Talía. Lorena se sintió embargada de un sórdido orgullo.

La joven comenzó a frotar las heridas de la espalda de la mujer con un refrescante ungüento. Lorena se sentía bien, esa pomada le calmaba el dolor.

- Esta crema ayudará a que se cierren tus heridas. De nada me sirve una esclava que necesita varios días para recuperarse.

Las palabras de Talía eran duras, dejaba claro que Lorena no era más que un objeto para su disfrute y que no le servía de nada si no podía llevar a cabo su cometido, pero no se le escapaba la ternura con la que aplicaba la crema.

Tras unos minutos, todas las heridas del látigo habían sido tratadas.

- ¿Te arrepientes de estar aquí? - dijo de repente Talía - ¿Te arrepientes de haberte entregado a mí?

Lorena lo pensó. Lo pensó seria y fríamente durante unos minutos a riesgo de que su ama se enfadase por no contestar, pero Talía no la presionó, la dejó tranquila, parada a su lado sin apremiarla.

- No, ama. No me arrepiento - dijo finalmente.

Talía sonrió. Fue una sonrisa amplia y cálida, que hizo que Lorena comprendiera que la relación entre un ama y su esclava iba más allá de la simple obediencia, era una simbiosis en la que cada una cumplía su papel, pero ambas disfrutaban.

- Tienes el resto del día libre para recuperarte del castigo. Aprovéchalo, porque normalmente no será así. Mañana tendrás que cumplir las mismas tareas que has llevado a cabo hoy y, si no quieres volver a ser castigada, será mejor que esta vez lo hagas correctamente.

Y al decir esas palabras abandonó la habitación. 

CLOC. CLOC. CLOC.

Lorena escuchaba como su ama se alejaba, con el rítmico y sensual ruido que producían los tacones, concentrándose en las sensaciones que acababa de vivir, en el placer y en el dolor, y en la certeza de su situación.

Más tarde se dirigió a su cuarto, y a punto estuvo olvidar el plug anal que debía llevar en todo momento, pero lo recordó antes de salir de la sala. 

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Los siguientes días comenzaron a seguir una rutina. Lorena se despertaba y preparaba el desayuno, a continuación limpiaba la casa entera y, al terminar, acudía al gimnasio. El primer día tras el castigo consiguió limpiar la casa y le dio tiempo simplemente a llegar al gimnasio antes de que llegase la dueña de la casa, pero poco a poco iba siendo más eficiente en su cometido y comenzó a aprovechar mejor el tiempo. 

Las tardes eras variadas, pero siempre incluían el ser usada como la esclava sexual en la que se había convertido. A veces tenía la suerte de que su ama la premiase con uno o varios orgasmos, otras simplemente era usada para dar placer a su señora, pero siempre era la parte del día de la que más disfrutaba.

También era instruida en las posturas de sumisión que debía adoptar, cómo debía recibir a su ama al llegar, cómo debía situarse mientras ella comía, leía o practicaba cualquiera de sus hobbies, que postura debía tomar cuando Talía debía inspeccionarla, o cuando quería que se exhibiese ante ella.

El plug que debía llevar también fue aumentando poco a poco de tamaño, de tal manera que su culo estaba siempre abierto y receptivo, incluso cuando se lo quitaba, el ojete permanecía bastante tiempo dilatado hasta que acababa recuperando su forma normal. También era capaz de soportar el sabor y el hedor en su boca sin hacer una sola muestra de disgusto. 

Se sentía orgullosa de cómo estaba avanzando en su aprendizaje, pero algunas noches...

Algunas noches se acordaba de la mujer que había sido, se acordaba de su casa, de su vida, ¿Qué pensaría su marido si la viera así? Seguro que la despreciaba, no quería ni pensar en lo que sentiría si la viese tal como estaba en ese momento, en cierta manera se alegraba de que no estuviese, de que no hubiese posibilidad de que la viera tal como era ahora. ¿Habría sido distinto si él hubiera estado vivo cuando Lucía desapareció? A lo mejor ni siquiera se habría ido con esa tal Zulema... 

Entonces, en la soledad de la noche, en ese momento en el que los pensamientos surgen de recovecos de la mente que normalmente están ocultos, pensaba que si él hubiera estado nada de esto habría pasado, que todo era culpa de ella, que no había sabido educar a su hija sola... y que, a lo mejor, si su hija había buscado este tipo de vida era porque ella se lo había transmitido de manera inconsciente, ¿No era posible eso? A la vista estaba que disfrutaba siendo una esclava, ya no lo podía negar y no osaba hacerlo, ¿Sería posible que una joven Lucía, en plena edad de crecer y desarrollarse mentalmente, huérfana de una figura paterna, hubiera podido recibir de su madre una educación que la había llevado irremediablemente a desear esa vida? Cómo si el subconsciente de Lorena hubiera querido educar a Lucía en lo que ella no había sabido disfrutar...

Pero esos pensamientos se difuminaban al llegar la mañana y ocuparse nuevamente de sus tareas. Seguía pensando en su hija, claro, pero sabía que estaba haciendo lo único que podía hacer para encontrarla.

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Una tarde, al llegar a casa y tras la inspección pertinente, Talía se dirigió a su esclava.

- Has mejorado mucho en estas semanas, cada vez tienes más interiorizado tu lugar y realizas mejor tus tareas - Lorena sonrió ante los halagos de su ama, pero no contestó, sabía que no debía contestar si no era preguntada -, así que, como premio, vamos a salir de excursión - La esclava se tensó, llevaba semanas sin pisar siquiera la entrada de la mansión, ¿a dónde iba a llevarla? ¿irían nuevamente al Pomum Vetitum? -, ¿Te parece bien?

- Si, ama. Muchas gracias, ama - Lorena sabía que era una pregunta retórica, poca importancia tenía su opinión ante las decisiones de su ama.

Talía enganchó la cadena al collar de Lorena y se dirigieron al coche. Cuando llegaron a su destino Lorena bajó del maletero y se encontró desnuda en un callejón oscuro. Junto al coche había una sucia puerta que su ama cruzó sin llamar, y ella la siguió sin preguntar. Entraron en una especie de almacén lleno de cajas, el lugar estaba lleno de suciedad y de humedades. Había un hombre sentado en una de las cajas.

- Aquí te traigo a mi esclava - le dijo Talía al hombre, entregándole la cadena -, tal como acordamos. Estaré de vuelta en tres horas. 

- Parece buen material - contestó el hombre.

- Te aseguro que no te decepcionará - dijo la joven -, y, si lo hace, ya sabes lo que hacer.

Y tras decir eso salió por la misma puerta que había entrado. ¿Iba a dejarla allí sola? Lorena estaba asustada, ¿Quién era ese hombre y qué era ese lugar? ¿Por qué Talía no se quedaba con ella? Pudo escuchar como el coche de su ama arrancaba y se alejaba por el callejón. Se sentía vulnerable y abandonada. 

Y sentía la fría mirada del hombre recorriendo su cuerpo.

- Sí que tiene buen gusto Talía, sí - comentó despreocupado -. Creo que esta tarde no vas a aburrirte.

Cogió la cadena de Lorena y tiró de ella. La mujer le siguió, aunque el hombre tuvo que dar un par de tirones.

La condujo hasta una habitación de paredes, techo y suelo negro. En el centro había una especie de caja transparente.

- Ponte esto. - dijo el hombre, lanzándole una prenda de látex negro.

Lorena lo miró intentando averiguar lo que era. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era una máscara. Sólo tenía agujero para la boca y dos pequeños para la nariz, en cuanto se lo pusiese no vería absolutamente nada. Comenzó a temblar.

- ¿Estás sorda o qué? Talía no dijo nada de que tuvieses ninguna tara. Es igual - Dijo el hombre, cogiendo él mismo la máscara y poniéndosela a Lorena.

Con una cremallera quedaba cerrada en la parte de atrás de la cabeza y, efectivamente, no podía ver nada. Apenas podía oír. En el último momento en el que el hombre cerraba la cremallera le entró claustrofobia e intentó revolverse.

- ¿Adónde crees que vas, putita? - El hombre tiró de la cadena y la hizo caer al suelo de espaldas. Rápidamente cerró la cremallera y enganchó algo que produjo un seco ¡CLAC! - No me toques los cojones, perra. Le prometí a Talía que no te haría daño, pero como me calientes las pelotas no voy a dudar en castigarte, y seguramente tu ama te castigue después por dejarla en mal lugar.

Casi no escuchaba las palabras del hombre, lo oía todo amortiguado a través de la máscara. Llevó las manos temblorosas a su nuca y tocó lo que había producido el ruido: le había puesto un candado para que no se pudiera quitar la máscara.

Lorena se sentía perdida y desorientada, al haberse caído al suelo había perdido toda referencia que pudiese quedarle.

- Ahora vas a ser una niña buena y te vas a meter en esta cajita - el hombre la llevaba a rastras a través de la sala.

De malas maneras comenzó a forzar y a dirigir a la mujer para meterla en la caja que había en el centro de la sala. Era una caja de cristal preparada para que una esclava se alojase en su interior. Estaba hecha de tal manera que la esclava quedaba totalmente inmóvil y arrodillada. 

El artefacto contaba con 4 agujeros: Uno en la parte trasera por el que sobresalía el culo de la esclava, dando acceso libre desde fuera al coño y al culo indistintamente. Otro más pequeño en la parte delantera destinado a la boca de la esclava. Estaba equipado con unas gomas que obligaban a Lorena a tener la boca abierta y receptiva continuamente. Y por último dos agujeros en los laterales, uno a cada lado, a la altura de las tetas, que quedaban colgantes dentro de la caja, de esa manera se podía tener libre acceso a los pechos de la esclava.

Desde fuera, Lorena estaba en la posición perfecta para ser penetrada y abusada por cualquiera de sus agujeros sin, no ya poder resistirse, sino sin siquiera poder moverse un milímetro.

Desde dentro, la esclava tenía una sensación de claustrofobia y fragilidad indescriptibles. No podía ver cuál era su situación, pero la posición de la boca y el aire fresco que notaba en su culo le hacían tener una idea.

- ¡Ale! ¡Ya estás lista! - gritó el hombre, a sabiendas de que la mujer casi no podía escucharle - Dentro de unos momentos comenzarán a llegar los clientes. Va a ser una tarde muy rentable para mí.

El hombre salió de la sala riéndose, pero para Lorena, lo mismo habría dado que se hubiera quedado. No veía nada, no escuchaba nada o casi nada, no se podía mover. El látex pegado a su cara la agobiaba, la posición en la que se encontraba era incómoda. Le pareció escuchar un sonido e intentó prestar atención cuando, de golpe, una polla se introdujo sin miramientos (¿se pueden tener miramientos con un juguete sexual?) dentro de su boca, debido a la brusquedad y a la sorpresa, estuvo a punto de vomitar. 

El dueño de aquella polla no se andó con preámbulos, y desde el primer momento comenzó a follarse la boca de la esclava sin clemencia. Lorena emitía ruidos inteligibles mezclados con sus propias babas, que comenzaban a salir a borbotones de su boca y a caerle por la barbilla.

Tan centrada estaba en intentar soportar el ritmo de la mamada que estaba "haciendo" que no notó ni escuchó nada hasta que su coño fue penetrado de la misma brusca manera que su boca. El estar privada del resto de sus sentidos hacía que fuese mucho más consciente del que le quedaba: podía sentir cada centímetro de polla que la penetraba, cada vena, cada imperfección, de esta manera, notó perfectamente como las venas del miembro que tenía en su boca comenzaron a palpitar. El hombre que tenía delante comenzó a tener espasmos y alojó su polla en lo más hondo de su garganta. Segundos después un río de semen descendía hasta su estómago sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.

El hombre abandonó su boca y Lorena tosió como pudo, con la boca completamente abierta como la tenía. Las babas y el semen salieron despedidos de su garganta e intentó coger aire, pero una nueva polla retomó la tarea de la anterior.

Unas manos comenzaron a jugar con sus tetas, las acariciaban, las apretaban y pellizcaban sus pezones. Se alegró de al menos no seguir echando leche... 

Mientras tanto, el hombre que se la estaba follando comenzó a jugar con el plug anal que todavía llevaba mientras la penetraba, la esclava podía notar como la pared interna que separa su útero de su recto se aplastaba entre los dos objetos que la penetraban. El hombre aumentó el ritmo, azotó sus nalgas y unos segundos después descargó en su interior una carga de caliente lefa que rápidamente comenzó a chorrear por sus muslos.

El siguiente invitado retiró directamente el plug anal y Lorena supo lo que le esperaba. El nuevo miembro comenzó a presionar su ya dilatado agujero hasta que pudo notar los huevos golpeando su coño. Al menos éste tuvo la deferencia de hacerlo con cuidado.

Una nueva corrida en su boca y automáticamente una nueva polla a la que atender. No tenía respiro, no tenía descanso. El hombre que la sodomizaba se corrió también, dejando su lugar al siguiente.

Se maldijo a sí misma cuando comenzó a notar cómo el placer inundaba su cuerpo. No podía evitarlo, era como un veneno que tras ser inoculado se extendía hasta cada rincón de su cuerpo, a cada músculo, a cada nervio, a cada centímetro de piel. La excitación comenzó a invadirla y comenzó a disfrutar de la experiencia, su coño chorreaba y recibía impaciente a cada nuevo huésped, su boca, hecha ya a las violentas embestidas que había sufrido, tragaba y tragaba pollas y corridas sin el simple asomo de una arcada, y su culo... 

Estaba claro que su culo había sufrido una transformación en los últimos tiempos. Desde el encuentro con el Javier y Rob, y tras el entrenamiento proporcionado por Talía, su culo estaba completamente a ser follado una y otra vez de la manera en la que lo estaban haciendo. No sólo eso, si no que Lorena lo disfrutaba enormemente. Había descubierto un nuevo tipo de placer que hasta entonces había sido tabú y se estaba volviendo adicta a él. Cada vez que un hombre se corría y dejaba hueco al siguiente, la esclava deseaba con todas sus fuerzas que el nuevo invitado eligiera su pequeño (¿pequeño? Lorena no podía verlo, pero tenía el ojete tan dilatado que tardaría unas horas en recuperar su forma original) agujero trasero. Hasta tal punto había comenzado a disfrutar del sexo anal.

No supo cuánto tiempo estuvo allí, no supo cuántas pollas ni cuantos hombres disfrutaron de ella. También perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo. Solamente supo que su mente había cambiado, que había aceptado y disfrutado una situación hasta hace poco tiempo impensable, incluso se sintió decepcionada cuando la última polla salió de su culo y no hubo ninguna más para sustituirla.

Se quedó sola (o al menos eso creía, ya que no podía estar segura) durante un tiempo, hasta que notó como alguien abría el artefacto en el que estaba encerrada. Una oleada de aire fresco la invadió y, en cuanto fue liberada, cayó al suelo como un saco.

Unas manos comenzaron a manipular el candado que cerraba su máscara y en segundos le fue retirada. Aspiró una bocanada de aire y parpadeó acostumbrándose a la luz, aunque la sala no estaba muy iluminada. Estaba abotargada.

- ...quedaron todos muy satisfechos - decía una voz masculina.

Alzó la cabeza y vio al hombre que la había encerrado al lado de su ama. Al verla allí se sintió aliviada y protegida, se relajó y le dedicó una cansada sonrisa: le dolían las comisuras de la boca.

Talía la miró impávida.

- Entonces ha sido un éxito, ¿Verdad? - Talía hablaba con el hombre, retomando su conversación anterior, ignorando a su esclava.

- Totalmente, en cuanto se ha corrido la voz han empezado a acudir como moscas. Esta zorra es una perita en dulce - el hombre la miraba con deseo -, cuando se ha cumplido el tiempo he tenido que ponerme serio para que dejasen de intentar entrar, algunos incluso han repetido.

Lorena se intentó incorporar, pero le dolía todo. Tenía el estómago lleno y el semen chorreaba por todos sus agujeros. Echó una mirada al aparato en el que había estado encerrada, y pudo ver los charcos de lefa en el suelo.

- ¿Hay algún lugar donde mi esclava pueda darse una ducha? No quiero que me manche el coche - Dijo Talía.

- Ehhh... Si, claro, en el baño de mi despacho hay una ducha - dijo el hombre, señalando una puerta al fondo del almacén.

- Vamos, Lorena, no te entretengas, que no quiero estar aquí todo el día.

Talía arengó a su esclava, a la que le costó un mundo levantarse y caminar. Se iba sujetando a todo lo que encontraba por medio y aun así se tambaleaba a cada paso. Aun así, llegó hasta la ducha y al acabar se sintió mucho mejor. El agua caliente recorrió su cuerpo y mitigó su cansancio.

Cuando volvió a donde estaba su ama pudo ver como aún estaba intercambiando palabras con aquél hombre, y cómo éste la entregaba un fajo de billetes, le daba la mano y la dejaba allí. Lorena estaba agotada, pero no tanto como para no darse cuenta de lo que acababa de pasar: su ama la había vendido como si fuera su proxeneta y ella fuera una vulgar prostituta.

Se quedó petrificada donde estaba, ¿cómo podía afectarle tanto esto? ¿qué diferencia había entre hace cinco minutos, cuando se pensaba que simplemente era una esclava sexual siendo usada, y ahora, que había visto que realmente había sido vendida? En el fondo sabía que era lo mismo, que la forma no escondía el fondo, pero en estos momentos se sentía utilizada y humillada. 

El resultado había sido el mismo, decenas de pollas habían profanado sus agujeros y ella lo había disfrutado. Mucho. No sabía por qué, pero el saberse vendida le hacía parecer más insignificante de lo que ya era...

- ¿A qué estás esperando? - gritó Talía. Una pequeña descarga golpeó el cuello de Lorena, haciendo que continuara su marcha dando un pequeño saltito - Vamos, al coche - ordenó la joven.

Durante el viaje de vuelta Lorena podía sentir cada bache de la carretera en su dolorido cuerpo. Al cabo de un rato, notó como el coche reducía la marcha y se detenía. Talía bajo del coche y abrió el maletero. Lorena respiró aliviada, tenía ganas de llegar a casa y descan... 

Se quedó boquiabierta cuando vio donde se encontraban. Estaban en la puerta del Pomum Vetitum. El mundo se le vino encima, quería volver al club porque es allí donde podría encontrar a su hija, pero hoy no, estaba destrozada... no sabía cuánto podía aguantar.

Talía la obligó a bajar del coche y a entrar en el local. Caminaron por los oscuros pasillos durante unos minutos en los que el silencio absoluto invadía el lugar, Lorena temblaba, le costaba incluso seguir el ritmo de su ama.

Se detuvieron ante la misma puerta en la que se desvistió en su primera visita y entraron al vestuario.

Talía miró a Lorena detenidamente. La mujer estaba asustada.

- Siéntate - ordenó.

Lorena obedeció de inmediato y bajó la mirada. Notó de repente una tierna caricia en el lado derecho de su cara, alzó la vista y vio que la mirada de Talía había cambiado.

- Has mejorado mucho durante tu entrenamiento - dijo -, ahora eres capaz de obedecer perfectamente ante cualquier orden y situación. Estoy segura de que ahora no se volvería a repetir la situación de tu primera noche aquí, ¿verdad?

- No, ama - contestó Lorena, sabiendo que aquella noche avergonzó a su ama.

- Hoy has superado la penúltima prueba que tenía para ti. Has sido el juguete sexual de decenas de hombres, y no sólo lo has soportado, sino que incluso lo has disfrutado - Talía señaló el dispositivo que controlaba las constantes de su esclava, indicando que era consciente de todos los orgasmos que había tenido -, ¿No es cierto?

- Si, ama, lo he... lo he disfrutado.

- Estás a punto de acabar tu entrenamiento - el vello de Lorena se erizó ante esa frase - y, en cuanto lo hagas, podremos buscar a tu hija.

Lorena alzó la vista y miró a su ama a los ojos. Cuando se dio cuenta de la falta de respeto que eso suponía, apartó la mirada rápidamente. Talía sonrió.

- He disfrutado mucho adiestrándote, y sé que tú también has disfrutado de tu adiestramiento. Sólo queda un último paso. Te quedarás aquí un par de días, sólo hasta que te recuperes. Entonces serás anillada y marcada como mi esclava.

Lorena se tensó y se quedó sin aliento, ¿anillarla y marcarla? ¿cómo si fuese una vaca?

La imagen fugaz de la sala donde las esclavas eran ordeñadas como reses acudió a su cabeza, junto con el recuerdo del tratamiento que recibió allí.

- ¿Algo que objetar? - preguntó Talía, sabedora de la respuesta.

- N-no, ama... nada que objetar...

- Entonces pasaré a recogerte en unos días. ¿Tengo que preocuparme de que me lleguen quejas sobre tu comportamiento?

- No, ama, no volveré a avergonzarla...

- Perfecto. Espera aquí, vendrán a buscarte.

Y salió de la salita por la misma puerta por la que había entrado.

No habían pasado dos minutos cuando la luz verde de la puerta se encendió, y al salir por allí, Lorena se encontró con Elsa esperándola.

- Mira por donde - dijo la chica -, ¿Otra vez por aquí? ¿Después de la que liaste la última vez? - Lorena agachó la cabeza -. Espero que esta vez te comportes...

La esclava se arrepentía hasta el extremo de lo que había sucedido en su primera visita, parece que iba a ser un estigma que la iba a acompañar para siempre en su nueva vida...

Elsa la guio hasta una pequeña habitación que constaba de un camastro, un baño con ducha y un pequeño mueble en una esquina.

- Este va a ser tu lujoso alojamiento, no te faltará de comer ni de beber. Nadie te molestará aquí dentro, pero tampoco podrás salir en unos días, hasta que descanses y te recuperes - Elsa desenganchó la cadena del collar y le indicó que pasara dentro -. ¡Ah! - dijo, antes de cerrar la puerta - Dentro de esta sala tienes permiso para comportarte como quieras - y, ante la mirada perpleja de Lorena, Elsa añadió -, sí, has oído bien, podrás masturbarte todo lo que quieras.

Y cerró la puerta ante sus narices.

Las últimas palabras de Elsa dejaron a la esclava desconcertada, ¿Quién iba a querer masturbarse en una situación como esta? No dejaba de estar metida en una celda, y además acababa de ser follada por decenas de hombres.

Miró a su alrededor, contemplando la sala, se tumbó en la cama e intentó dormir pero, en lugar de eso, acabó rememorando los hechos del día una y otra vez. Además de eso, en bucle, escuchaba las palabras de Elsa en lo más profundo de su cabeza: podrás masturbarte todo lo que quieras...

¿Es que estaba loca? ¿En qué clase de depravada ninfómana se estaba convirtiendo? ¿Cómo era posible que simplemente se estuviera planteando...?

Llevó la mano a su entrepierna y notó la humedad que desprendía su coño. Empezó con un dedo, luego dos y, rápidamente comenzó a introducirse tres dedos. Con la mano libre se estaba pellizcando los pezones, ni siquiera se los acarició, comenzó directamente a pellizcar y tironear de ellos, disfrutando del placer que le producía el dolor.

Nada más llegar al orgasmo, cayó rendida en un sueño profundo.

Al despertar miró a su alrededor confusa, se frotó los ojos y a su nariz llegó el olor a sexo que desprendía su mano, entonces lo recordó todo. Se levantó y se notó recuperada, aún le dolía un poco el cuerpo del sobreesfuerzo del día anterior, pero se encontraba mucho mejor. Se dio una ducha y volvió a masturbarse bajo los reparadores chorros de agua caliente.

Cuando acabó, examinó con detenimiento la habitación en la que se encontraba, aunque realmente no había mucho que examinar...

Se acercó al armarito que había en un lado y lo abrió. Su boca se abrió en un gesto en parte de sorpresa, en parte de arrepentimiento por el tiempo perdido: El armario estaba lleno con una completa colección de consoladores y juguetes para la autosatisfacción.

Sin perder tiempo, cogió un enorme consolador rosa y se lo introdujo en el coño, mientras que con uno más pequeño y con estrías ocupaba su culo.

El tiempo en el que Lorena estuvo en esa pequeña habitación lo gastó en una maratón continuada de masturbaciones. No dejó un sólo juguete por usar. Tampoco fue consciente de que todos los movimientos que se producían en la habitación eran recogidos por unas cámaras de seguridad pero, ¿Realmente importaba eso?

La falsa sensación de libertad y la posibilidad de hacer algo que normalmente tenía prohibido encendían aún más la libido de la esclava.

No escuchó como la puerta se abría, pues no se cortaba en gemir a todo volumen, así que Elsa la encontró boca abajo sobre la cama mientras se follaba a sí misma con un dildo negro.

- Veo que no has perdido el tiempo - dijo la chica.

- ¡Ah! - gritó Lorena por la sorpresa mientras se daba la vuelta, aún con el consolador en su interior.

- No te cortes, te dejo que termines - continuó Elsa -, en cuanto salgas de esta sala se acabarán estos privilegios...

Lorena no se lo pensó mucho, agarró el dildo y continuó penetrándose con él ante la atenta mirada de la chica. Esa manera de exhibirse ante Elsa la hacía sentir sucia, la miraba a los ojos mientras gemía y metía y sacaba una y otra vez la enorme polla de plástico. Elsa miraba atentamente, asombrada con el cambio efectuado en la mujer desde su última visita.

Talía tiene un don para corromper a sus esclavas - pensó para sí misma -, ha convertido a esta zorra madurita en una ninfómana compulsiva...

- ¡Aaaaahhhhh! - gritó Lorena mientras disfrutaba de su último orgasmo voluntario.

- Parece que has aprovechado el tiempo - decía Elsa, observando la colección de juguetes desparramada por el suelo de la sala -, creo que este zulo estará oliendo a tu coño mucho tiempo.

Lorena agachó la mirada y se sonrojó. Era verdad que la sala olía a sexo, a su sexo, y no había ni una sola rendija de ventilación.

- Vamos - dijo Elsa mientras enganchaba nuevamente la cadena en el collar de Lorena.

Lorena caminaba lentamente tras Elsa, sabiendo lo que le esperaba a continuación. Iban a anillarla y marcarla. Iban a hacer su condición de esclava permanente, pero entonces, ¿Por qué no estaba asustada?

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Talía aparcó su flamante coche en el parking privado que le correspondía, todos los miembros de El Club tenían acceso a uno, un lugar donde dejar el coche y acceder a las instalaciones sin tener que cruzarse con nadie y con total discreción, y esperó unos momentos para disfrutar de la maravillosa sensación que la embargaba: Siempre disfrutaba en el momento en el que una esclava se rompía por completo y se entregaba a ella en cuerpo y alma.

Elsa había llamado avisándola de que habían terminado los preparativos de Lorena, según la joven, la esclava se había comportado de forma ejemplar y había aguantado el tratamiento estoicamente. Tras finalizar, había pasado unos días más para sanar las heridas que le habían producido.

Talía bajó del coche y entró en las instalaciones. Su móvil vibró y le echó un vistazo a la pantalla.

"Todo está preparado"

Rezaba el mensaje. La joven sonrió satisfecha mientras guardaba el teléfono en su bolso, todo estaba saliendo según lo planeado.

Entró en un pequeño ascensor e introdujo la llave que lo accionaba, era hora de ver el trabajo que habían realizado con su nueva esclava.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron pudo contemplar el gran trabajo que habían hecho: Allí estaba Lorena, en posición de inspección, totalmente desnuda salvo por los grilletes y el collar y... por sus nuevos adornos.

Los pezones de la esclava estaban adornados con dos pequeños aritos dorados y unidos entre ellos con una cadenita del mismo material. De cada arito además, salía otra pequeña cadena que acababa en el brillante piercing que también adornaba su clítoris. Y para finalizar, un último arito dorado adornaba la parte lateral de la nariz de la esclava.

Habían rapado la nuca y los laterales de su cabeza, y recortado su pelo hasta darle un tono algo punkie, que contrastaba con la imagen de señora acomodada que ofrecía antes.

Talía rodeó a la esclava sin decir una sola palabra, sabiendo que había una cosa más que quería comprobar. Y allí estaba, en su nalga izquierda. Un tatuaje con una S gótica dentro de un As de picas, y con las palabras "Property of Talía" grabadas bajo el dibujo.

La joven acarició el diseño, pasando sus dedos suavemente por su nombre, ahora grabado para siempre en la piel de Lorena.

- Ahora portas el símbolo que llevan todas mis esclavas. Toda persona que te vea sabrá que eres de mi propiedad, y que si quieren usarte tendrán que rendir cuentas conmigo - Lorena aguantaba en silencio y con la cabeza alta, mirando hacia delante -, además has sido adornada según mis gustos, puesto que tu cuerpo solamente existe para complacerme - la mano que Talía tenía en la nalga de Lorena se sumergió en la entrepierna de la esclava -. Con estas marcas finaliza tu entrenamiento y pasas a ser una esclava de pleno derecho - Lorena separaba las piernas para facilitar el acceso a su ama, notando como su clítoris estaba hipersensible debido al pequeño adorno metálico que lo atravesaba -, esta misma noche serás presentada en sociedad en El Club, para que todos vean como la esclava desobediente que estuvo aquí hace un tiempo, se ha convertido en una perfecta sumisa dispuesta a hacer todo lo que ordene su ama - Lorena soportaba la masturbación de su ama haciendo esfuerzos para no correrse, pues todavía no tenía permiso. El pensar en ser "presentada en sociedad" esa misma noche, no ayudaba a rebajar su calentura -. ¿Te has masturbado mucho estos días?

A Lorena le extrañó la pregunta, más aún cuando sabía que su ama podía ver todos los orgasmos que tenía en su dispositivo de control, pero sabía que el ser obligada a responder a aquella cuestión era una forma más de sumisión.

- Sí, ama, muchas veces, desde el primer momento que me dieron permiso - contestó la esclava.

- Te has convertido en una putita ninfómana, ¿Verdad? - Lorena gimió al escuchar esa afirmación, dando a entender a su ama que estaba de acuerdo con ella - Nada queda ya de la educada y recatada señora que eras hace unos meses. Te has convertido en una puta, te has convertido en MI puta - Talía remarcó el posesivo para que no quedase duda de a quién pertenecía -, ya no hay vuelta atrás, estás marcada para siempre, y no me refiero a la marca que ahora llevas en la piel, me refiero a la marca que hay en tu corazón, en tu mente y en tu alma - la joven comenzó a masturbar con más intensidad a su esclava, que comenzó a jadear, e introdujo el pulgar en el culo de Lorena -, te has liberado, te has desecho de tu moral y de tus estúpidas reglas sociales, te has desecho de todo lo que antes te importaba para dar rienda suelta a tus más bajos instintos, a tus más bajos deseos, y así has alcanzado la felicidad, ¿Eres feliz, esclava?

- Síiiii, ohhhh, síiiii ama, ahhhh... Soy... Soy feliiiiiz.

- ¡Pues demuéstramelo y córrete para tu ama!

Inmediatamente Lorena comenzó a gritar y se abandonó al placer, como ya tenía por costumbre hacer. 

Talía sacó los dedos de su sexo y su ojete y se los ofreció para que los limpiara con la boca, cosa que Lorena hizo gustosa. A continuación, las dos se perdieron en los oscuros pasillos de El Club, dirigiéndose a la que sería la gran noche de Lorena.

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El ambiente era similar a la primera noche de Lorena en el Pomum Vetitum, pero la esclava lo sentía diferente: Ahora sentía que verdaderamente encajaba en aquél lugar, no se veía como una extrañada turista que estaba fuera de sitio. Multitud de amos y esclavas pululaban por las salas y pasillos, Talía se paraba a hablar con algunos de ellos, pero Lorena no prestaba atención, solamente estaba pendiente de agradar y no salirse de sus deberes.

Fugaces manos acariciaban su cuerpo mientras paseaba tras su dueña, o mientras esperaba a su lado. A veces era Talía la que la ofrecía orgullosa a alguno de sus colegas, para que pudiese catar la mercancía, pero la esclava no se sentía incómoda, al revés, el atraer la atención del resto de los invitados la hacía sentirse satisfecha, pues sabía que eso haría que su ama se sintiera orgullosa de ella.

- ¡Qué tenemos por aquí!

Una conocida voz resonó en los oídos de Lorena. Su cuerpo se tensó ante los recuerdos que le trajo a la cabeza. Era Javier.

- ¡Vaya vaya! - continuó el hombre, que no se cortó en acariciar su expuesto trasero - ¿Has venido a que vuelva a follarme ese bonito culo? Sabía que tarde o temprano volverías a por más - el hombre se llevó la mano al paquete.

Talía estaba atendiendo a una amiga y no estaba prestando atención a las palabras de Javier. Lorena miró el gesto del hombre y su coño reaccionó ante la idea de volver a ser taladrada por él.

- Soy un juguete sexual y mi única preocupación es satisfacer a mi ama y a quién ella convenga. Estaré encantada de que el señor folle mi culo con su enorme polla y que haga uso de mi cuerpo como él desee.

Javier abrió los ojos de par en par, sorprendido por el cambio de actitud de la esclava.

- Lo que más me gusta es romper el culo a las dignas señoronas que no saben aceptar su lugar, que se quejan y se revuelven para evitar lo inevitable, aunque no voy a negar que voy a disfrutar como un enano cuando te vuelva a tener a cuatro patas con tu culo abierto ante mí.

- Un momento, Javier - dijo Talía, que al fin había prestado atención a la conversación -. Ya tendrás tiempo de comprobar los avances de mi esclava, pero ahora no es el momento, tengo otros planes para ella.

Javier la miró decepcionado y se quedó quieto, dudando si tenía alguna posibilidad de hacer cambiar de parecer a Talía pero, al ver la firmeza de su mirada, desistió y reculó.

- Esperaré ansioso a que me dejes jugar un poquito con ella, si necesitas algo más... - dijo el hombre, masticando las palabras.

- No, puedes retirarte. Gracias, Javier - sentenció la joven.

El hombre se retiró, no sin antes lanzar una última mirada a su objeto de deseo. Lorena sabía que aunque las esclavas debían obediencia al personal de El Club, éstos tenían que respetar las decisiones de los socios, pues eran éstos los que se encontraban en la parte más alta de la pirámide.

- Disculpe, señora.

Una titubeante voz les llegó a su espalda. Ambas se giraron y pudieron ver como una preciosa esclava era la que estaba intentando llamar la atención de Talía. Tenía el pelo corto y rojo como el fuego.

- ¿Sí? - Contestó ésta.

La esclava no levantaba la mirada de las rodillas de la joven, en señal de respeto y sumisión.

- Le informo de que ya está todo listo y que, si a bien tiene, me puedo llevar a la esclava para comenzar su preparación. 

Talía miró a la pelirroja de arriba a abajo, después miró a su propia esclava y a continuación le tendió el extremo de la cadena de Lorena a la mensajera.

- Aquí tienes - dijo y, a continuación, se dirigió a Lorena -. Espero que disfrutes de tu fiesta de iniciación, no dudo que será de tu agrado.

Lorena se quedó parada mirando a su ama, no se esperaba que se la fuese a llevar otra esclava, entonces notó como ésta tiraba de la cadena para llevársela. Por inercia, Lorena comenzó a caminar, pero no dejó de echar un par de miradas hacia atrás, sólo para ver como su ama se desentendía de ella y seguía con la fiesta.

Se sentía como un perrillo abandonado.

Se tropezó y comenzó a prestar atención al camino. Ante ella, la otra esclava caminaba sin mirarla.

- ¿A dónde me llevas? - preguntó Lorena, pero la chica no contestó - ¿Hola? ¿No me quieres contestar? - la mujer pensaba que al ser una esclava como ella habría algún tipo de complicidad, o al menos podrían hablar de igual a igual. No había echado tanto de menos el tener un contacto directo con un igual hasta ese momento, y que una esclava como ella la ignorase la hizo sentir aún más humillada e insignificante.

Continuaron su camino y subieron por unas escaleras hasta una pequeña sala. Allí se detuvieron y la esclava le dio un objeto que a Lorena le resultó familiar.

- Ponte esto - le dijo.

El objeto era una máscara de látex similar a la que le puso el hombre de la tienda, pero esta no tenía agujero para la boca, simplemente unos pequeños agujeros bajo la nariz para permitirle respirar.

Lorena miró la máscara y después a la esclava.

- ¿No vas a decirme nada más? - la chica la miraba en silencio - Eres una esclava, al igual que yo, dime al menos tu nombre.

Una sonrisa apareció en los labios de la joven, que se mantuvo unos segundos en silencio.

- Me llamo Estela - dijo finalmente -, y tú Lorena - la mujer la miró con interés, aunque si la habían mandado a recogerla, no era raro que supiese su nombre -. Pero eso no importa. Lo único que importa es que yo soy una esclava y tú eres otra esclava.

- Entiendo... - dijo Lorena decepcionada. Había esperado encontrar algo de complicidad en quién estaba en la misma situación que ella, pero ya había visto que era en vano.

- Y ahora, ponte la máscara y espera aquí, en un rato vendrán a por ti - la chica se dirigió a la puerta y, antes de salir se dirigió nuevamente a Lorena, que ya forcejeaba para ponerse el "uniforme" que debía llevar -. Se quién eres, se por qué estás aquí. 

- ¿Qué? - Lorena la miró confundida.

- No eres dueña de tus acciones, sólo haces lo que ellas quieren que hagas - ¿Ellas? Lorena la miraba sin comprender, era una esclava, sabía perfectamente que no era dueña de sus acciones -, y no te haces una idea desde cuando te controlan.

- ¡Espera! ¿Qué quieres decir? ¿Quiénes son ellas? - gritaba Lorena.

Estela guardó silencio nuevamente, Lorena estaba tensa y, cuando la joven pelirroja continuó hablando, se quedó paralizada.

- Conozco a tu hija, conozco a Lucía. He hablado con ella igual que estoy hablando contigo.

- ¡¿Mi hija?! ¿Hablas en serio? ¿Está aquí?

Estela la miró, abrió la boca para hablar pero se lo pensó mejor. Agachó la mirada y cerró la puerta, dejando a Lorena sola en la habitación.

- ¡Espera! ¡Estela! - Lorena corrió hacia la puerta y la golpeó - ¡No te vayas!

Estaba temblando. Sabía por boca de Talía que Lucía pertenecía a alguien de El Club, pertenecía a Zulema, pero era la única versión que conocía. Ahora había escuchado de boca de alguien más que su hija estaba allí, o al menos solía ir y, si Estela la había visto, si había hablado con ella, seguro que ella tendría posibilidades de hacerlo también ¿Verdad?

Escuchó a alguien llegando por una puerta al otro lado de la sala, y se puso rápidamente la máscara para evitar ser castigada. Las noticias de Lucía la tenían acelerada, pero eso no impidió que notase la sensación claustrofóbica que le producía la máscara.

Escuchó levemente cómo se abría la puerta y como se acercaban a ella, eran al menos dos personas, al parecer un hombre y una mujer. Notó un tirón en el cuello y comenzó a caminar.

Comenzó a excitarse recordando las sensaciones que había tenido portando una máscara como aquella y, tras unos metros de caminata comenzó a olvidarse de Lucía y a imaginar que tenían preparado esta vez para ella. 

Tras un rato notó como el aire recorría su piel y supuso que habían abandonado los pasillos y accedido a un lugar más abierto, ¿la sala principal? Puede ser, notaba el murmullo de la gente a su alrededor, y descartaba que hubieran salido al aire libre, pues el suelo seguía siendo el mismo. Quien la guiaba se detuvo y desenganchó la cadena de su cuello.

Podía imaginarse las lascivas miradas de la gente sobre su piel desnuda y los comentarios que le dedicaban. Esperaba notar una mano, una lengua o una polla en cualquier momento, realmente lo deseaba. Esta vez se abandonaría desde el primer momento al placer, se dejaría llevar por sus sensaciones e intentaría disfrutar, total, sabía que su cuerpo iba por libre y aunque no quisiese acabaría sumergida en la lujuria, así que mejor hacerlo desde el principio.

Notó entonces unas manos sobre su cuerpo. La manoseaban de forma brusca, levantaban su barbilla, agitaban sus pechos y los hacían botar. La obligaron a separar las piernas y palparon sus nalgas y su sexo sin pudor. Seguía escuchando voces alrededor, al parecer había una multitud de gente ante ella. Las manos la obligaron a darse la vuelta e inclinarse, entonces separaron sus nalgas dejando expuesto su ojete. 

Lorena tenía la fuerte impresión de estar siendo exhibida ante la gente, tal y como si estuviera en una feria de ganado:

"¡Y vean esta yegua! ¡Mirad que dientes tan sanos! ¡Que caderas! Y el pelo, ¡Perfectamente cuidado! ¡No se arrepentirá!"

Su imaginación volaba y su libido viajaba con ella, y entonces la hicieron ponerse a cuatro patas.

Ya empieza - pensó la esclava nerviosa -. Me han puesto en posición y ahora me van a follar delante de todo el mundo.

Sin que las manos la obligaran, Lorena bajó la cabeza hasta el suelo y arqueó la espalda, de tal manera que su culo quedó completamente en pompa, deseoso de que hicieran uso de él, le pareció escuchar cómo la gente jaleaba ese movimiento. Ansiaba sentir la primera polla, ¿Elegiría su coño? ¿Su culo? Estaba tan caliente que notaba como su coño palpitaba.

Y entonces lo notó. 

Pero no era una polla. 

Una lengua recorrió su sexo con delicadeza y Lorena se estremeció ante la suavidad de la acción. Esperaba ser penetrada con rudeza y el contraste hizo que su cuerpo reaccionara con un temblor involuntario.

La lengua comenzó a juguetear entre los pliegues de su sexo, mientras unas pequeñas manos se aferraban a sus nalgas para afanarse mejor a la tarea. Sin duda era una mujer la que la estaba devorando, ¿sería su ama? No lo creía, ¿Otra esclava? ¿Estela a lo mejor?

Lorena movía sus caderas al ritmo que le marcaba su amante, y ésta comenzó a recorrer con su lengua la pequeña distancia que separaba el coño de su ojete. La sensación era fabulosa, el cosquilleo que le producían esas caricias la estaba llevando a su primer orgasmo, que quedó ahogado dentro de la máscara de látex. La juguetona lengua no se detuvo aunque la esclava se estuviese corriendo, y hacía círculos alrededor del ano de Lorena. Algunas veces hacía rápidas incursiones en su culo y otras volvía a cambiar al coño de la esclava y jugueteaba con su clítoris y su brillante anillo.

Lorena se había olvidado de donde estaba, no le importaba si estaban solas o si estaban en medio del estadio de la Super Bowl, lo único que le importaba era que esa lengua no se detuviera jamás. Comenzó a agarrarse las tetas y a pellizcarse los pezones, también se daba pequeños tirones en los piercing para producirse dolor.

Entonces su amante se separó de ella y unas manos la cogieron y la levantaron del suelo. No podía respirar bien a través de la máscara, y menos con la acelerada respiración que tenía en ese momento, pero intentó coger aire mientras la volvían a colocar a cuatro patas, esta vez en postura de 69 con su compañera de juegos.

Su amante volvió a llevar su boca al coño de Lorena, y ésta lamentó no poder usar la suya para devolverle el favor. Notó como separaba sus nalgas y cómo el aire golpeaba su ensalivado ojete, pero no duró mucho, puesto que en unos segundos una enorme polla profanaba su culo.

Lorena gimió, o al menos lo intentó. Sólo con sentir la presión en las paredes de su recto volvió a correrse, se imaginaba la escena y veía como, mientras ella era sodomizada, los huevos del hombre golpeaban en la cara de la solícita esclava que comía su coño. De vez en cuando ésta cambiaba de objetivo, y dejaba durante unos segundos el coño de Lorena para atender adecuadamente los huevos del semental. ¿Sería Javier? Lorena esperaba que sí, aunque en realidad le daba igual, lo que importaba es que tenía una buena polla metida por el culo, pero tenía un morbo especial que fuera él y no otro.

Notó que una nueva persona se acercaba y se unía a la fiesta. Se situó ante ella, levantó las piernas de su compañera sobre sus hombros y comenzó a penetrarla con dureza. Tras unos minutos el hombre retiró la máscara que nublaba sus sentidos.

La luz la obligó a entornar la mirada, pero la mano del hombre obligándola a bajar la cabeza la indicó lo que tenía que hacer a continuación. Ante ella tenía el coño de la otra fémina completamente abierto y húmedo. El hombre tenía la polla erecta y empapada de los jugos de la chica en la entrada de su culo, y Lorena vio en un espectacular primer plano cómo su ojete era dilatado y penetrado por el enorme miembro. 

Tras permitirse unos segundos para disfrutar de las vistas se lanzó a devolverle a su compañera la comida de coño que le estaba proporcionado. Su lengua recorrió la húmeda raja de arriba a abajo, jugueteando con el también anillado clítoris que tenía la chica. Ésta reaccionó comiéndose el coño de Lorena con más ansia si cabe.

La escena era maravillosa, dos esclavas haciendo un 69 y siendo sodomizadas al mismo tiempo. El hombre que tenía ante ella levantó la cara de Lorena y la obligó a mirarla a la cara: Era Javier. La esclava sintió una sensación agridulce al ver que no era él quién estaba follando su culo, pero se alegró de tenerle ante ella.

- ¿Te gusta lo que ves? - dijo el hombre, señalando a un lado.

Lorena giró la cabeza y vio una multitud de personas que la observaba. Por lo que parece estaba sobre una especie de escenario delante de todo el mundo. 

Así que esta es mi "presentación en sociedad" - pensó.

- Toda esta gente ha venido para ver lo puta y sumisa que eres - dijo Javier -, así que no les decepcionemos.

El hombre sacó la polla del culo de la otra esclava y lo puso frente a Lorena, que no tardó más de unos segundos en tragárselo hasta el gollete. Javier agarró la cabeza de Lorena y comenzó a follar su boca con ímpetu, hasta que notó como llegaba su orgasmo. Entonces sacó la polla y se corrió abundantemente sobre el coño y el culo que tenía ante él.

Lorena primero limpió los restos de corrida de la polla de Javier, y a continuación continuó lamiendo lo que había caído sobre el cuerpo de la esclava.

Unos fuertes gemidos a su espalda llamaron su atención, bueno, unos fuertes gemidos y que el hombre que la sodomizaba la agarró de la cintura y enterró la polla hasta el fondo de su culo se lo llenaba con chorretones de semen.

El hombre sacó su rabo dejando esa ya familiar sensación de vacío y se lo ofreció a la otra esclava. Tras acabar su tarea, y al igual que Lorena, ésta comenzó a limpiar con su lengua el semen que brotaba de su culo.

Javier y su compañero se separaron de ellas y la multitud comenzó a aplaudir, premiándolas por el espectáculo que habían ofrecido. Lorena comenzó a levantarse, agotada y buscando a su ama con la mirada entre el público, cuando...

- ¡¿M-MAMÁ?! 

A Lorena se le heló la sangre. 

No podía ser. 

No podía ser.

Había escuchado la voz de su hija, pero lo que la dejó paralizada no fue eso, si no que la voz provenía del mismo escenario en el que se encontraba.

Se dio la vuelta, deseando con todas sus fuerzas que no fuese verdad, pero a la vez deseando con todas sus fuerzas que si lo fuera.

Y allí estaba Lucía.

Desnuda. Anillada. Marcada.

Con chorretones de lefa por la barbilla. De lefa que acababa de salir del culo de su madre.

Las dos se quedaron paradas, mirándose, asimilando lo que significaba que estuviesen una enfrente de la otra en ese momento, intentando no pensar en lo que acaban de hacer delante de decenas de personas. 

- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que tú...? ¿Desde cuándo? - comenzó a decir Lucía.

- Yo... yo... estaba asustada... habías desaparecido y no sabía nada de ti... esta fue... fue la única manera de... pero nunca pensé que...

Las lágrimas brotaron de los ojos de Lorena, la situación la desbordó y comenzó a sollozar. Lucía se acercó a ella y la abrazó y todo lo demás desapareció. La gente que las rodeaba, las luces, el ruido, Javier y su compañero, El Club, incluso Talía se esfumó momentáneamente de la mente de Lorena. Solamente abrazó a su hija con toda la fuerza que pudo, enterró la cabeza en su cuello y se dejó llevar por el llanto y la emoción.

- No vuelvas a irte así - susurraba Lorena al oído de su hija -, por favor...

Lucía también estaba llorando, no entendía como su madre había acabado en esa situación, pero en ese momento le daba igual, aunque no se arrepentía de las últimas decisiones que había tomado, la había echado mucho de menos.

- Señoritas - las interrumpió la voz de Javier -, estoy muy emocionado con este reencuentro familiar, pero hay que moverse, no sois el único espectáculo de la noche, así que venga, dejando libre el escenario.

Las indicó una puerta en el lateral del escenario y salieron por allí, llegando a una pequeña salita-almacén. Lucía volvió a abrazar a su madre y la besó la mejilla, manchándosela con restos de semen.

- ¿Cómo has llegado hasta aquí? - preguntó la chica.

- Yo... Encontré unas notas en tu habitación - apartó la mirada esperando no ser reprendida por invadir su privacidad -, allí estaba anotado el nombre de El Club y de una tal Zulema... Ella es... ¿Tu ama?

Lucía asintió, sonrojándose.

- S-sí, ella es...

- ¿Cómo la conociste? ¿Cómo llegaste a... esto? - le reprochó la madre.

- ¿Acaso importa? - Lorena se sorprendió del tono seco de su hija - ¿Cómo llegaste tu? - preguntó a su vez, poniéndose a la defensiva - No importa, ¿verdad? Lo único que importa es que he descubierto un modo de vida en el que soy completamente feliz. Me siento satisfecha y realizada. Zulema me ha hecho ver el placer de la sumisión y la total entrega a ella, y si has venido aquí a hacerme cambiar de opinión puedes irte por donde has venido...

Lorena se quedó sin habla. Por un lado le sorprendió la actitud de su hija, pero por otro lado se identificaba tanto en sus palabras... Le daba igual como había conocido a Talía, pero ahora estaba completamente entregada a ella, y ahora que había encontrado a su hija se sentía completamente satisfecha. 

- Perdóname - le dijo -, se perfectamente cómo te sientes...

Y la abrazó de nuevo.

- Bonita reunión familiar, ¿estás satisfecha, esclava? - La voz llegó desde la puerta, Lorena y Lucía se giraron y allí estaba Talía.

La joven llevaba puesto un ceñido vestido de cuero y miraba con cara divertida a ambas esclavas.

- Si, ama - Contestaron Lorena y Lucía al unísono. 

Se miraron extrañadas. Talía se rio a carcajadas y se acercó a las esclavas. Acarició con suavidad la cara de Lucía y ordenó:

- De rodillas, esclava.

Lucía obedeció. Entonces se situó ante Lorena y la miró fijamente a los ojos. La mujer apartó la mirada en señal de sumisión, pero no pudo evitar dirigir un par de vistazos dubitativos a la joven.

- ¿Q-Quién...? - comenzó a preguntar, pero una descarga sacudió su cuello.

- Creí que te había enseñado a no hablar si no eras preguntada.

Lorena miró hacia la puerta y se quedó con la boca abierta: Allí estaba Talía, con el vestido color crema que llevaba cuando llegó, ¿Qué estaba pasando?

- Tenía ganas de conocer a tu hija - dijo la segunda Talía -, me habías hablado mucho de ella. ¿Te hablé yo de mi hermana? - la segunda Talía señaló a la primera, la del vestido de cuero -. Esclava, te presento a mi hermana gemela, Zulema.

Un martillo de realidad golpeó la mente de Lorena, que en un momento empezó a encajar todas las piezas dándose cuenta de cómo la habían manipulado.

- Tú... tú... - farfullaba.

Zulema y Talía sonreían socarronamente, mientras Lucía las miraba sin comprender.

- ¡Me engañaste! - gritó Lorena a su ama, arriesgándose a ser castigada de nuevo.

Pero Talía la dejó desahogarse, sabía que estaba ante el último rescoldo de rebelión que podía mostrar Lorena y que si sabía llevar bien la situación conseguiría su entrega total y absoluta.

- Puede que manipulara un poco la situación en mi propio beneficio, pero no te mentí en todo.

Lorena la miraba temblando de rabia.

- Te dije que sabía dónde estaba tu hija y como encontrarla, y era verdad. También te dije que ella estaba aquí por decisión propia, y que no había nada que pudieras hacer para disuadirla, ¿No es cierto, Lucía? ¿Alguien te obligó a convertirte en esclava?

- No, señora, nadie me obligó - contesto la chica.

- ¿Ves? Simplemente ella descubrió las bondades de la sumisión, al igual que has hecho tú. En todo momento te dije lo que te esperaba al segur adelante. En todo momento te dije lo que te esperaba al venir a El Club. Y viniste libremente.

- ¿Libremente? ¡Si llego a saber esto...!

- Si llegas a saber esto, ¿Qué? ¿Qué habría cambiado? Tu hija seguiría siendo esclava de mi hermana y seguirías sin tener otra forma de verla que acceder a El Club - Lorena la miraba llena de rabia -, y la única manera de acceder aquí es ser socia o ser esclava. Nos quedamos en el mismo punto en el que estábamos al principio. Hace tan sólo unos días me confesabas que no te arrepentías de nada, que disfrutabas siendo mi esclava, ¿Vas a intentar engañarte a ti misma? ¿A convencerte de que deseas otra cosa que no sea esto?

- ¡No quiero esto! - gritó Lorena.

- ¿Ah, no? Hace tan sólo unos minutos estabas corriéndote ante una multitud de gente, y no parecía importarte, parecía que disfrutabas enormemente de comerle el coño a tu hija.

- Pero... pero... ¡No sabía que era ella! Si lo hubiera sabido...

Talía mostró una sonrisa perversa que pasó inadvertida a su esclava, pero no a Zulema y a Lucía.

- ¿Estás diciendo que si te hubiese ordenado que le comieses el coño a tu hija me habrías desobedecido?

El brillo que tenía la mirada de la joven asustó a Lorena, que volvió a ser consciente de su situación.

- Posición de ofrecimiento, esclava - dijo Zulema.

Inmediatamente Lucía se arrodilló y pegó la cara y los pechos al suelo poniendo el culo en pompa, separó las piernas y separó sus nalgas con las manos. 

Talía miró a Lorena, que supo lo que venía a continuación. Su cuerpo se tensó, se le puso la piel de gallina y tuvo sudores fríos. Hizo todos los esfuerzos posibles para encajar la orden que le iban a dar a continuación.

- Esclava - dijo Talía. Las palabras flotaban en el aire lentamente desde la boca de la joven hasta los oídos de Lorena, la esclava incluso podía verlas viajar irremediablemente hasta ella -, ¿Sabes lo que te voy a pedir?

La mujer tragó saliva. No. No podía estar pidiéndole que lo dijera ella. Por favor.

- Si, ama - dijo, masticando las palabras.

- ¿Y qué es?

- ... que... que le coma el coño a mi hija... - masculló.

- ¿Qué? No te he oído bien, habla un poco más alto.

- Que le coma el coño a mi hija - dijo, con las lágrimas acudiendo a sus ojos.

- No - Lorena la miró confundida -. No quiero que le comas el coño a tu hija. Quiero que le comas el coño a tu hija, que le comas el culo, que le metas la lengua lo más profundo que puedas y que la lleves al orgasmo delante de su ama y de tu ama. Y cuando se corra, quiero que la beses para que pruebe su sabor de la boca de su madre.

Lorena cerró los ojos y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Giró la cabeza y vio a Zulema erguida tras Lucía, y a Lucía en esa humillante posición, ¿Es que ella no se resistía? ¿No veía que estaba mal ofrecerse así a su madre? Estaba cerca de ella. Muy cerca. Tan cerca que podía notar el olor dulzón de su sexo, ¿Es que su hija estaba cachonda? ¿Es que disfrutaba de lo que estaba sucediendo? Entonces reparó en el ligero cosquilleo que recorría su entrepierna durante toda la conversación, ¿Es que estaba loca? ¡Estaba cachonda! ¿En qué momento se había convertido en un monstruo así?

"No, un monstruo no" Escuchó en su cabeza "Eres una esclava" Era su propia voz, que hablaba desde el fondo de su mente "Y esta chica que se ofrece ante ti no es tu hija, ya no. Renunciasteis a todos vuestros lazos al aceptar vuestro destino. Solamente es otra esclava que debe obediencia a su dueña"

Talía era capaz de escuchar como la mente de Lorena trabajaba, como los pequeños engranajes de su cabeza se movían uno tras otro hasta llevarla a la única conclusión posible.

- Si, ama - dijo la mujer.

Nada más pronunciar esas palabras todo su malestar desapareció. Los sudores fríos desaparecieron, su piel se suavizó y su cuerpo se relajó. Miró a la esclava que tenía a su lado y se situó de rodillas tras ella.

Perdóname, hija, pero si éste es el destino que hemos elegido - se dijo a sí misma -, prefiero compartirlo contigo que vivirlo alejada de ti.

Se agachó hasta que su cara quedó frente al expuesto coño de su hija. Todavía tenía restos de semen y estaba enrojecido y palpitante. Y húmedo, completamente húmedo. Sacó la lengua y comenzó a lamer e mientras una extraña y satisfactoria sensación de felicidad la embargaba:

Ya nunca se separaría de ella.

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Epílogo:

Tal y como Talía había predicho, tras superar la barrera del encuentro con su hija y el sexo incestuoso Lorena se convirtió en una esclava ejemplar. Cumplía perfectamente con sus tareas domésticas y jamás volvió a dejarla en mal lugar ante nadie. Al contrario, tanto Lorena como Lucía alcanzaron bastante popularidad en El Club, tanto por su buen hacer como esclavas, como por su condición de madre e hija. Ambas fueron objeto numerosas veces de las perversiones y extravagancias de los demás socios, y ambas lo disfrutaban enormemente.

Uno de los momentos que más disfrutaba Lorena era cuando su hija y ella tenían sesiones privadas con Rob y Javier. Era como un deja vù, como volver a los inicios de su sumisión, pero esta vez con su hija. Los cuatro pasaron muy buenos ratos juntos, y las esclavas fueron usadas para saciar las perversiones de los hombres. En una ocasión volvieron a inyectar las tetas de Lorena para que volviera a dar leche, y así hacer que su hija mamara directamente de las tetas de su madre, en una sórdida reinterpretación de la lactancia entre madre e hija.

Lorena y Lucía se encontraban al menos una vez a la semana, cuando las hermanas se juntaban para conversar, comer, o simplemente para disfrutar de los placeres que les ofrecían sus esclavas.

Durante algunos periodos, Lucía convivió con ellas en casa de Talía, y en otros, era Lorena la que pasaba un tiempo en casa de Zulema. Aprendió a adorar a esta última como si de la propia Talía se tratase, aunque el amor que sentía por su ama nunca pudiera ser alcanzado por Zulema. Sospechaba que a Lucía le pasaba lo mismo, pues veía como miraba a su ama con veneración, y comprendió perfectamente por qué su hija había actuado de la manera que lo había hecho, ¿acaso ella no lo había dejado todo atrás?

Aprendió a diferenciar a Zulema de Talía, tanto por el físico como por sus fetiches particulares: mientras Talía prefería que sus esclavas adoraran sus pies, Zulema era una apasionada del facesitting, y tanto madre como hija podían pasar horas con la joven ama sentada sobre su cara.

Nunca se planteó el hecho de qué pasaría si tuviera que elegir entre Talía y Lucía, aunque no lo quisiese reconocer, no estaba segura de por cuál de las dos se decantaría. Su cabeza la decía que volvería a remover cielo y tierra para estar con su hija de nuevo, pero su corazón sabía que jamás podría separarse de su ama.

Por suerte para ella, nunca tuvo que plantearse ese dilema.

Ahora tenía todo lo que podía desear, y no tenía siquiera una sombra de preocupación o duda.

Ahora era una esclava.

Ahora era completamente feliz.

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