No era una situación corriente y eso la tenía intranquila. Su amigo Lorenzo la había llamado asustado y nervioso, pidiendo verla en un lugar y a una hora a la que nadie pudiese verlos. Le temblaba la voz, pero no quiso decirla nada más por teléfono, decía que podían estar escuchando...
Y allí estaba Ana Castor, aparcando su coche en un descampado en las afueras de la ciudad, esperando. Hacia bastante frío y le molestó haber llegado antes que Lorenzo, pero no tardó mucho más, en unos minutos su coche aparcó al lado del suyo.
- Buenas noches Lorenzo. - Saludó ella, afable.