- Lo siento señora Estrada, hace semanas que no se nada de Lucía.
-
Muchas gracias, Karina. - El corazón de Lorena se encogió mientras veía
como sus opciones se acaban. Intentó que no se le notase en la voz.
- ¿Hay algún problema? - Preguntó Karina preocupada.
- No, no te preocupes, dale recuerdos a tus padres.
Y tras decir eso, colgó el teléfono.
¿No
te preocupes? ¿Por qué le has dicho eso? - Se preguntaba a si misma -
¿No sabes dónde está tu hija desde hace días, llamas a su mejor amiga
desesperada, la cual tampoco sabe nada y le dices "No te preocupes"?
Lorena se mareó ligeramente y tuvo que sentarse en el sofá, estaba en
estado de nerviosismo, su hija Lucía no había vuelto a casa desde hacía
tres días y no sabía qué hacer. Al principio creyó que se habría quedado
en casa de su novio, Alfredo, y simplemente se le había pasado
avisarla, no era descabellado, puesto que ya había ocurrido más veces.
La situación no hizo más que empeorar cuando le llamó y la respuesta de
éste fue que Lucía le había dejado 15 días atrás.
¿Cómo era posible? Su hija no le había dicho nada de eso...
Intentó
llamarla al móvil y no había respuesta. Daba señal, pero nadie lo
cogía. Inmediatamente se dirigió a la comisaría, donde le tomaron los
datos y le dijeron que ya la llamarían si encontrasen algo... ¿Que ya la
llamarían? ¿Y que pensaban que hiciera mientras? ¿Quedarse de brazos
cruzados en casa?
Había
pasado dos días buscándola por todos los lados, preguntando a todo el
mundo y no había encontrado nada. La última bala que le quedaba era el
número de teléfono de Karina.
Lorena
rompió en un llanto desconsolado. Estaba muy unida a su hija Lucía, y
más desde el fallecimiento de su marido años atrás. Desde ese momento
madre e hija se habían apoyado la una a la otra para salir adelante y
aparte de madre, Lorena se consideraba amiga de su hija. Ésta le contaba
todo, sabía los novietes que tenía, las peleas con sus amigas... ¡incluso le pidió consejo cuando perdió la virginidad con Alfredo!
Se
recompuso y se levantó de donde estaba, lentamente comenzó a andar sin
un rumbo fijo por la casa, o eso creía, por que acabó ante la puerta de
la habitación de su hija. No le había contado su ruptura con Alfredo,
tampoco tenía ni idea de que ya no se veía con sus amigas... ¿En qué
momento había dejado de contarle sus problemas? ¿Había dejado de confiar
en ella? ¿Había hecho algo para enfadar a su hija y que esta
desapareciese? La idea de que alguien le hubiese hecho algo a su pequeña
flotaba por el fondo de su mente, pero Lorena la desechaba
continuamente.
Está bien - se repetía -. Nadie le ha hecho nada a mi pequeña, seguro que está bien y pronto volverá.
Entró
lentamente en la habitación, todo estaba tal y como lo dejó su Lucía
hacía tres días. Había ropa usada tirada en un lado de la habitación, la
cama a medio hacer resultado de la siesta que se echó esa tarde antes
de irse. En un lado de la habitación había un tocador lleno de productos
de maquillaje, algunos incluso se habían quedado abiertos de la última
vez que los usó. Se acercó al espejo del tocador y se quedó mirando las
fotos que su hija tenía enganchadas en el marco. Había muchas, de Lucía
sola, con sus amigas, con Alfredo... Pero Lorena fue directa a coger
una en la que salían las dos, madre e hija, en el último viaje que
hicieron.
Nadie
podría decir que no eran familia. Eran como dos gotas de agua. Las dos
eran morenas, pelo negro y ondulado, delgadas y con buena figura, a lo
mejor era excesivo decir que parecían hermanas, pero ante los 20 años de
la hija, la madre tenía unos 42 muy bien llevados, y sería complicado
decir cuál de las dos es más guapa. Las únicas diferencias eran el largo
del pelo (Lucía lo llevaba por mitad de la espalda mientras que la
madre lo tenía a la altura de los hombros), y los ojos. Mientras que
Lorena tenía los ojos marrón claro, Lucía los tenía azules. Era lo único
que había sacado de su padre.
No
sabría decir cuánto tiempo estuvo pasmada observando la foto hasta que
la soltó y se sentó en la cama, dio un respingo al notar algo rígido
bajo la manta, la apartó y vio el portátil de su hija. Cogió el
ordenador y lo llevó a la mesa, pero al dejarlo se deslizó un sobre
blanco al suelo.
Lorena
cogió el sobre y lo examinó, era totalmente blanco salvo por el nombre
de su hija que estaba escrito en el reverso. Lucía. Estaba escrito a
máquina, con una tipografía muy recargada. Parecían letras góticas.
El
sobre estaba abierto, aun así no pudo dejar de sentirse un poco
culpable al extraer su contenido, como si estuviese invadiendo la
privacidad de su hija. Sacó dos papeles del interior, uno era una nota y
el otro parecía un folleto de publicidad.
Te espero esta noche, no olvides tu pase.
Zulema.
Ponía en la nota.
Al leer el folleto casi se cae al suelo, tuvo que sentarse otra vez. Era un folleto negro y en él podía leerse:
Pomum vetitum
Viernes 27 de noviembre
Sólo déjate llevar.
Las manos le temblaban. Viernes 27 de noviembre. Era la fecha en la que su hija desapareció.
No ponía nada más en el folleto a parte de la dirección del sitio. ¿Pomum vetitum?
No lo había oído nunca... Y tampoco conocía a ninguna Zulema, su hija
nunca le había hablado de ella, aunque con los últimos descubrimientos
que había hecho tampoco le sorprendía...
-----------------------------------------------------------------
Aparcó
el coche a unos 200 metros del lugar y se acercó andando. Estaba en un
polígono industrial, y el sitio se encontraba en una de las naves que
estaban más alejada. Las paredes eran negras, no había ventanas,
solamente había un cartel con letras rojas encima de la puerta (de
metal, negra) en el que se veía el mismo logo que había escrito en el
folleto: Pomum vetitum.
Un
ligero temblor recorrió el cuerpo de Lorena, mezcla de miedo y ansia.
Había encontrado un nuevo hilo del que tirar, pero le daba miedo
descubrir lo que había al final del mismo. Mientras caminaba acercándose
a la puerta podía notar la brisa en cada poro de su cuerpo, comenzó a
sentir un sudor frío que recorría su espalda, se sentía una imbécil
caminando hacia allí ella sola, ¿Por qué no había avisado a la policía?
Vaya tontería, ¿Y qué iban a hacer? ¿Decirle que "ya la llamarían"? No
podía esperar, tenía que hacerlo ella misma.
Se paró frente a la puerta pero, ¿Y ahora qué? No había picaporte, ni siquiera había cerradura, ¿Cómo se entraría?
Knock, Knock
- Golpeó la puerta con los nudillos y esperó. 5 segundos, 10 segundos.
La espera se le hacía eterna y cuando levantó la mano para llamar otra
vez, una rendija se abrió. Desde allí la observaban dos inquisidores
ojos.
- ¿En qué puedo ayudarla? - Preguntó una voz masculina tras la puerta. De fondo se oía un ruido amortiguado de música.
- Hola - Contestó Lorena -. Me gustaría hablar con el encargado.
- ¿Me puede mostrar su pase?
- ¿Pase? N-no, no tengo ninguno.
- Entonces no puede pasar.
Y la rendija se cerró con un fuerte ruido metálico. Tras esos ojos se esfumaba la última pista sobre Lucía.
-
¡Espere! - Gritó Lorena desesperada - ¡No se vaya! ¡Estoy buscando a mi
hija! - La mujer golpeó la puerta con rabia un par de veces, se venció
sobre ella y comenzó a sollozar. - Por favor...
La rendija se abrió de nuevo, los ojos la observaban en silencio.
-
¡Mi hija! ¡Estoy buscando a mi hija! Llevo sin saber nada de ella desde
hace días, y lo último que se es que se disponía a venir aquí...
- ¿Cómo se llama su hija?
- Lucía, Lucía Estrada. Tiene 20 años, es morena, pelo largo, ojos azules... ¡se parece mucho a mí!
- No me suena haberla visto. Mire, por aquí viene mucha gente...
- ¿Y Zulema le suena? - Preguntó Lorena, desesperada. - Por favor... Dígame algo... Lo que sea...
Los
ojos la escrutaban a través de la rendija, evaluándola. La música que
se oía de fondo cambio ligeramente y comenzó otra melodía, igual de
rítmica que la anterior. Lorena respiraba agitadamente presa de la
ansiedad.
- Espere aquí un momento. - La rendija volvió a cerrarse con el mismo sonido metálico de la anterior vez.
El
corazón de Lorena iba a mil por hora, ¿Podrían ayudarla de verdad?
¿Conocerían al menos a la tal Zulema? A lo mejor a través de ella...
Pasaron
los minutos pero la mujer no se movió de su posición, estaba atenta a
cualquier sonido que indicase que su interlocutor volvía para darle
noticias, abrirle la puerta o cualquier cosa.
Oyó unos pasos y segundos después la rendija volvió a abrirse.
- ¿Y bien? - Preguntó Lorena esperanzada.
- Lo siento, no puedo ayudarla.
- ¿Qué?
- Aquí nadie conoce a la tal Zulema, y nadie recuerda a su hija. Lo siento.
- ¡Espere! ¿No puedo hablar con nadie más? ¿Puedo hablar con el dueño? ¿El encargado?
- No. Nadie puede entrar sin un pase.
Tras esa frase volvió a cerrar la rendija. Esta vez el sonido metálico sonó como un portazo en la cabeza de Lorena.
Estuvo unos minutos golpeando la puerta y llamando a gritos, pero fue inútil, nadie volvió a asomarse a la rendija.
Volvió
a su coche con paso ramplón, desanimada. Metió la llave en el contacto y
arrancó de manera mecánica, metió la marcha y pisó el acelerador. El
aire que entraba por la ventanilla la despejó un poco, y entonces se
fijó. Había algo que aleteaba enganchado al limpiaparabrisas. Un papel
blanco, ¿Le habían puesto una multa? Pegó un frenazo, cabreada, salió
del coche dando un portazo y arrancó el papel, gritando barbaridades a
quien la pudiese oír. Pero se calló inmediatamente. No era una multa,
tampoco era publicidad.
Era una nota.
Te han mentido.
Yo puedo ayudarte a encontrar a tu hija.
Ponte en contacto conmigo.
6xx-xxx-xxx
Lorena
miró a todas las direcciones, no había nadie. Tampoco recordaba haber
visto a nadie cerca de su vehículo. Pensando un poco más se dio cuenta
de que no había visto a nadie a parte del señor rendija. ¿Quién había
dejado la nota?
Pensó que quería alejarse de aquél lugar cuanto antes, así que montó en en coche y se puso en marcha. Unos metros después su teléfono estaba marcando el número de la nota con el manos libres. Sonó un click indicando que habían descolgado, pero nadie contestó.
- ¿Hola? - Preguntó Lorena - ¿Hay alguien ahí?
Tras unos segundos de incertidumbre sonó una voz.
- Hola.
Era una voz femenina, Lorena dio un grito sordo de alegría.
- ¿Ha dejado usted la nota? ¿De verdad puede ayudarme?
Nuevamente unos segundos de espera.
-
Si, he sido yo quien ha dejado la nota - La voz de la mujer era suave y
aterciopelada, con el manos libres daba la impresión de que la dueña de
la voz estaba rodeando y abrazando a Lorena -. Y sí, creo que puedo
ayudarla con el tema que la ocupa.
- ¿De verdad? ¿Usted sabe dónde está... ?
- ¡Shhhhhh! - La cortó su interlocutora - No es el lugar para hablar de ello.
Lorena se calló y llevó una mano asustada a su boca, como queriendo desdecir las últimas palabras que había dicho.
- L-lo siento, yo...
- Puedo reunirme con usted esta misma noche, si quiere.
- ¡Si! ¡Por favor! ¿Dónde puedo encontrarla?
- Creo que no hay mejor sitio que su casa.
-----------------------------------------------------------------
Lorena
no cenó. Pasó el resto de la tarde andando nerviosa de un lado a otro
de la casa. ¿De verdad esa mujer podría ayudarla? Se sentía contrariada
por haber dado su dirección así como así, a una desconocida, pero
cualquier ayuda que la acercase a Lucía sería bienvenida.
DING DONG
Lorena
casi voló hasta la puerta y la abrió de sopetón. Una preciosa mujer
negra la miraba desde el otro lado, no podía precisar su edad
exactamente, pero estaría más cerca de los 25 que de los 30.
- Buenas noches - Saludó la mujer.
- Buenas noches - Respondió Lorena, intentando ocultar su ansiedad -. Pase, por favor.
-
Creo que podemos tutearnos, dado que el tema que vamos a tratar exige
que mostremos confianza la una a la otra, ¿Te parece? - Lorena observó
por vez primera a la mujer una vez comenzó a serenarse. La mujer era
alta, esbelta, elegante... En su primer vistazo había visto que era
guapa, pero al verla detenidamente se había quedado corta. Las facciones
de la mujer eran perfectas, armónicas, Lorena se descubrió mirándola
embelesada. - ¿Puedo pasar? - Preguntó la mujer, sacando a Lorena de su
ensimismamiento.
- Si si, pasa por favor.
Al
pasar por su lado pudo aspirar el aroma suave que desprendía su
perfume, un olor fresco y agradable, se quedó embelesada mirando su
cuerpo, su figura perfecta. La mujer portaba un pequeño porta documentos
en la mano izquierda, e iba enfundada en un ajustado vestido blanco que
llegaba casi hasta la rodilla, rematado con un cinturón ancho de cuero
negro que rodeaba su cintura, estilizando su figura. Unos zapatos de
tacón negros completaban el conjunto y hacían que su cuerpo se meciera a
cada paso de forma hipnotizante. El contraste entre su piel negra y el
blanco del vestido hacía que el conjunto luciera más espectacular si
cabe.
Lorena reaccionó de golpe, pensando para sí misma que debía parecer una imbécil. Cerró la puerta y se acercó a su invitada.
- Pasa por aquí, por favor - Dijo indicándole el camino hacia el salón.
La mujer estaba parada en el vestíbulo, admirando con interés la decoración de la casa.
- Tienes una casa muy bonita, Lorena.
- Muchas gracias, señorita...
- Talía
- Señorita Talía. Es un nombre precioso
- Gracias.
-
Entonces... ¿Sabes algo de mi hija? - Lorena no podía aguantar más y
lanzó la pregunta que llevaba repitiéndose en su cabeza toda la tarde.
-
No exactamente - La cara de Lorena se tornó pálida -, no sé dónde está
tu hija, pero creo que puedo ayudarte a encontrarla. Al menos puedo
ayudarte a entrar en el Pomum vetitum
- Lorena respiró, aliviada, creía que su oportunidad había desaparecido
otra vez. - Y además... - Talía mantuvo la pausa unos segundos. - Sé
que esta mañana te han mentido, tu hija estuvo allí el viernes.
- ¿De verdad? ¿Y por qué me lo han ocultado? ¿Qué es ese local? ¡Dímelo, por favor!
-
Tranquila, tengo muchas cosas que contarte y tenemos toda la noche para
ello, no es conveniente que estés tan alterada - Talía meditó sus
palabras y suavizó -, aunque es totalmente comprensible que lo estés. Te
voy a contar todo lo que sé, y te prometo que haremos todo lo que esté
en mi mano para reunirte con tu hija.
La anfitriona se calmó un poco, al fin tenía alguien que le daba algo de luz sobre el asunto.
- Está bien, tienes razón - Le indicó con la mano que se sentara en el sofá. - ¿Quieres tomar algo?
- Una copa de vino estaría bien - Replicó Talía.
Lorena trajo dos copas y una botella de vino, las sirvió y dejó la botella a un lado.
-
Muchas gracias - dijo Talía. - Esa es Lucía, ¿Verdad? - Dijo, señalando
una foto colgada en la pared. Lorena la miró con nostalgia mientras
Talía, hábilmente, vertía un pequeño líquido en la copa de la mujer,
aprovechando la distracción.
- Si, es mi hija, ¿La viste el viernes en aquel local?
- Sé que estuvo allí. ¿Cómo supiste que fue allí el viernes?
- Encontré una especie de... invitación, en su cuarto. Ponía la fecha y venía firmada por una tal Zulema.
- ¿Has avisado a la policía?
- No... O sea, si, la he avisado de la desaparición de Lucía, pero no les he dicho nada del Pomum vetitum.
-
Aunque se lo hubieses dicho, no habría cambiado nada - Lorena la miró,
extrañada -. La policía no te ayudará, hay gente poderosa metida en este
asunto, y saben qué hilos tienen que tocar.
La madre abrió los ojos, asustada, casi se derrama la copa encima.
- ¿Qué quieres decir?
- No te asustes, ten por seguro que tu hija está perfectamente y que nadie le ha hecho nada. ¿Nunca habías oído hablar del Pomum vetitum?
-
N-no... Nunca. - Lorena se movió en su sitio incomoda, estaba empezando
a sentir calor. Miró su copa de vino, no había bebido ni la mitad,
supuso que la tensión que sentía en ese momento la tenía alterada. Dio
otro trago a su copa.
- No me extraña. Es un sitio que no conoce mucha gente, y mucha menos gente consigue entrar.
- ¿Qué es?
-
Es un club privado - Talía dio un sorbo a su copa y miró fijamente a la
mujer -. Antes de continuar tienes que tener clara una cosa. Nadie
entra en ese club en contra de su voluntad.
- ¿Qué quieres decir?
-
No sé hasta qué punto conoces a tu pequeña - puso un énfasis particular
en las dos últimas palabras que no pasó inadvertido a su anfitriona -.
Pero si tu hija estaba allí dentro, sabía perfectamente donde se estaba
metiendo y qué es lo que iba a hacer allí.
-
¡¿Pero qué leches es ese sitio?! - Lorena alzó la voz, nerviosa. Talía
le dirigió una severa mirada de reprobación ante esa reacción. - L-lo
siento... No quería gritar, pero...
-
Está bien... - Contestó la mujer, asertiva - Es un club privado en el
que sus miembros pueden dar rienda suelta a todas sus fantasías, ¿sabes
lo que es un club liberal?.
Lorena
se quedó sin habla, ¿un club liberal? No sabía que Lucía conocía un
lugar así. Comenzó a notar que la respiración se le aceleraba.
- Creo que sí... E-es decir, de oídas sí, pero en persona no, yo nunca...
-
Esto es algo más que un club liberal, sus socios... sus socios son
gente de dinero, gente poderosa. En este lugar... En este club pueden
dar rienda suelta a todas sus fantasías y fetiches, el Club es
financiado por sus socios, y a su vez, el Club provee a sus socios de
todo lo que necesiten.
- ¿Y cómo encaja Lucía en todo esto? Ella no tiene dinero, y para nada es alguien poderosa.
-
Aquí entra en juego la tal Zulema. - Lorena se llevó la mano al pecho,
"no olvides tu pase", le decía en la nota. - Esa tal Zulema es un
miembro del Club, y los miembros tienen derecho a llevar invitados para
disponer de ellos.
- ¿D-disponer de ellos? ¿Cómo?
Talía
puso su mano sobre la de Lorena y se la agarró. Al notar el contacto la
mujer se estremeció, el rubor acudió a sus mejillas tornándolas rojas, y
su piel se erizó, ¿Qué le estaba pasando?
- ¿Has oído hablar de relaciones de dominación y sumisión?
-
¿Dominación y sumisión? ¿Algo como el bondage? - Lorena había oído
hablar del BDSM, incluso alguna vez con su marido practicaron algún
juego ligero, atarse con pañuelos y cosas así, nada serio.
-
No exactamente. Aunque el bondage implique la sumisión de una de las
partes, la sumisión no tiene por qué implicar bondage. Es algo más
profundo, es establecer la posición de cada uno de los miembros de la
relación y seguirlos hasta unos límites establecidos por ambos.
Normalmente se establecen un ámbito en el que ejercer estos roles, hay
gente que sólo los aplica en "juegos de cama" y fuera del dormitorio
hacen vida normal, pero esto no es suficiente para la gente del Club -
Lorena escuchaba estupefacta las palabras de la joven, aun cuando su
cabeza centraba su atención continuamente en el contacto de su mano -.
El nivel de dominación y sumisión que se practica allí es total, en
cualquier momento y en cualquier lugar, lo que se conoce comúnmente cono
24/7 .
- ¿24/7?
- 24 horas al día, 7 días a la semana. Básicamente ser un esclavo sexual a tiempo completo.
Lorena
soltó un gritito, alarmada, que intentó ahogar con su mano. Así rompió
el contacto con la mano de Talía, cosa de la que se arrepintió en
seguida. ¿Por qué la turbaba tanto el contacto de la joven?
-
¿Esclavos sexuales? ¿Cómo puede la gente...? - No acabó su frase, su
cabeza estaba intentando asimilar la información que estaba recibiendo.
-
Puede. Y te aseguro que lo disfrutan - Lorena la miró, incrédula - Cada
persona es un mundo y cada uno tiene su fetiche. Hay gente que suspira
por dejarse llevar, por ponerse en control de otro alguien, de su amo o
de su ama, no volver a preocuparse de tomar ninguna decisión más en su
vida, sólo preocuparse de dar y recibir placer, de obedecer, de no
replicar.
Lorena
respiraba de forma intermitente, acelerada, cambió de posición,
adoptando una que hacía que sus muslos estuviesen más pegados para
intentar mitigar el ardor que poco a poco crecía en su entrepierna, ¿Qué
me está pasando? - Se preguntaba a sí misma.
- ¿Nunca has tenido el deseo de dejarte llevar? - Le preguntó Talía.
Lorena
enrojeció aún más. Hacía muchos años de la muerte de su marido y desde
entonces su vida sexual era nula, pero recordaba cómo había noches en
las que ella se dejaba llevar por él, que le gustaba que fuese algo más
rudo, que tomase el control. Se decía que lo hacía por que a él le ponía
cachondo, pero lo cierto es que disfrutaba de esos juegos. Pero nunca
habría llegado a lo que le estaba contando esa joven, ni siquiera se le
había pasado por la cabeza que existiesen esclavos en nuestros tiempos.
- ¿No te crees aun lo que te estoy contando? - Preguntó Talía, al verla dubitativa.
- ¡No! ¡No es eso! - Replicó, azorada.
- Creo que será mejor que lo veas con tus propios ojos...
-
¿Verlo? - Lorena observó como la joven se agachaba para alcanzar el
porta documentos que traía. Sus ojos se desviaron sin poder evitarlo
sobre el discreto escote de la joven, que en esa posición dejaba
entrever un bonito sujetador blanco con encaje negro. Talía sacó unos
documentos y se los dio. Eran fotos. Montones de fotos.
Lorena
cogió las fotos y comenzó a verlas una a una, lentamente. Su boca se
abría un poco más a cada foto que pasaba y cada vez estaba más sofocada.
En
las primeras fotos se veía el local por dentro, un sitio amplio y
oscuro, en el que había múltiples zonas privadas para que sus socios
tuvieran más intimidad. Había multitud de gente en el lugar, y, aunque
todos tenían las caras desenfocadas, se podía distinguir perfectamente
cuales eran los amos y cuales los esclavos...
Los
amos y las amas, iban perfectamente vestidos, ellos trajeados y ellas
con elegantes vestidos. Se veía como charlaban animadamente entre ellos,
tomaban unas copas y se divertían. En cambio los esclavos y las
esclavas estaban completamente desnudos. Algunos llevaban algún tipo de
vestimenta, pero era tan obscena y reveladora que no hacía mucha
diferencia, a lo mejor unas tiras de cuero que levantaban las tetas y el
culo de una esclava, algún corsé, algún uniforme de asistenta, de
colegiala o algo similar, pero tan distorsionados por la perversión que
cualquier parecido con uno real era mera coincidencia.
Siguió
pasando las fotos y cada vez mostraban un poco más de aquel oscuro
mundo. Había camareras, todas vestidas tan solo con un minúsculo
delantal que sólo cubría su pubis, unos zapatos de tacón negros y una
mordaza roja que las impedía hablar. Los socios las manoseaban a placer y
ellas no parecían rechistar.
La mayoría de los esclavos masculinos, llevaban un aparatito de hierro alrededor de su pene.
-
Es un dispositivo de castidad. - Susurró Talía muy cerca de su oído.
Lorena se sobresaltó, estaba tan ensimismada que no la había sentido
acercarse. - Perdona, no te quería asustar, he visto tu curiosidad y
creí que querrías saber lo que era.
- G-gracias... - Lorena habló con un hilo de voz debido a la excitación que sentía.
Perdió
unos segundos mirando a la joven, tan cerca... Podía casi saborear su
aroma, si se acercaba un poco más incluso podría... ¿Pero qué estás
haciendo? - Se reprobó a si misma - ¿Por qué me siento así de...? La
palabra cachonda voló por su mente y eso hizo que se sonrojara más aún
si es que era posible. Volvió la cabeza rápidamente y siguió mirando las
fotos.
Todos
los esclavos llevaban un collar de cuero argollado al cuello, algunos
sólo llevaban el collar, otros llevaban unido a él una cadena que
colgaba de ellos o que era sujetada por sus amos. Las fotos comenzaron a
subir de tono y se podía ver alguna esclava practicando una mamada en
medio de la sala, mientras su amo charlaba despreocupado del trabajo que
le estaban haciendo. Pudo ver un esclavo arrodillado lamiendo los
zapatos de una mujer. Del culo del hombre sobresalía un consolador
enorme.
Una
esclava llamó la atención de Lorena. Llevaba unas botas altas, hasta
medio muslo, ajustadas, parecían de látex. Eran tan altas que el pie
estaba casi en posición vertical y se apoyaba con la puntera. Llevaba
los brazos sujetos a la espalda por una especie de funda, también de
látex. Unas cinchas de cuero estaban atadas alrededor de su torso, su
culo y sus pechos. Llevaba una mordaza negra, pero no era una bola como
la de las camareras, esta era una barra, más parecida al bocado de un
caballo, y sobre la cabeza pendía un penacho de colores.
- ¿Qué es esto? - Preguntó a Talía.
- Una pony girl.
- ¿Pony girl?
-
Exacto. Se las entrena como se haría con un caballo y, aparte de
cualquier uso sexual, se las usa como si fueran animales de tiro, en
carreras con otras pony girl...
La cabeza de Lorena no podía entender como alguien podía disfrutar con eso, pero...
Foto
a foto las escenas de sexo aumentaban. En una de ella una esclava
estaba sujeta en un cepo por el cuello y las manos, mientras otro
esclavo la penetraba desde atrás, ante el regocijo de los asistentes. En
otra la cara de un esclavo servía de asiento a su ama mientras comía
algo.
No
quería seguir viendo las fotos, pero no podía evitarlo. Una esclava era
azotada sobre un pequeño escenario. Otras dos bailaban sensualmente
delante de todo el mundo, la siguiente foto las mostraba practicando un
69, y la siguiente rodeadas de varios penes que chupaban animadamente.
- Creo que ya te haces una idea. - Apuntó Talía, poniendo una mano sobre el resto de las fotos y quitándoselas.
-
Si... Si, creo que me hago... una idea... - ¿De verdad había entrado
Lucía por su propia voluntad en un lugar así? ¿Por qué motivo? Desde el
fondo de su cerebro le llegó un soplo, un pensamiento tan fugaz y
efímero que podría jurar no haberlo tenido, pero la realidad es que lo
tuvo. Sintió una oleada de placer, una explosión, un fuerte gemido en su
cabeza mientras se veía a si misma dejándose llevar al placer,
preocupándose sólo de obedecer, sin nada más en su mente. Ese
pensamiento se fue tan rápido como vino, pero se quedó en su conciencia
como un deja vú,
como ese sueño que quieres recordar al despertar pero te resulta
imposible. - Y después de todo lo que me has contado... ¿Cómo puedes
ayudarme a buscar a Lucía?
-
Antes de nada quiero que entiendas lo delicado de la situación en la
que nos encontramos. En la que te encuentras - Matizó -. Tu hija ha sido
invitada al club por una de sus socias, y ella ha elegido entrar por
propia voluntad. Puedo ayudarte a que te encuentres con tu hija, pero no
te aseguro que ella quiera volver a casa.
Lorena lo meditó, ¿Cómo no iba a querer volver? No le cabía en la cabeza. Seguro que si hablaba con ella...
- Pero ¿Cómo me vas a ayudar? Seguimos con el problema del principio, no tengo ningún pase.
- Pero lo tendrás si quieres. Yo soy socia del Club.
Lorena se puso pálida ¿Esta agradable joven era socia de ese club? ¿Era un... un... ama?
- ¿Qué estás dispuesta a hacer para recuperar a tu hija?
- Lo que sea. - Sentenció Lorena sin dudar.
-
Eres consciente de lo que te estoy proponiendo, ¿verdad? De lo que
implica lo que quieres hacer - Lorena asintió con la cabeza, dispuesta a
hacer cualquier cosa por recuperar a su hija -. Aunque no sea una
relación de dominación real tu entrarás a aquel lugar como mi esclava, y
tendrás que comportar como tal - Esclava... esa palabra se clavó en la
mente de Lorena, pero contrariamente a lo que esperaba le produjo una
abrumadora excitación. Talía se acercó a Lorena, ésta podía sentir su
aliento mientras hablaba -. No podremos permitir que nadie descubra
nuestro engaño, ¿Verdad? Si no, todo se iría al traste - La joven
susurraba al oído de la mujer, que notaba como el bello de su nuca se
erizaba. Entonces Talía posó una mano suavemente en el muslo de Lorena,
lo que hizo que se pusiese rígida, expectante - ¿Crees que serás capaz
de actuar con naturalidad en una situación así? - Lorena asintió y miro a
la joven a la cara. Sus rostros estaban a escasos centímetros. - ¿Serás
capaz de hacer todo lo que te ordene - la mano de Talía ascendía lenta
pero constante por el muslo de Lorena, se detuvo en la cara interior, en
un lugar que nadie a parte de su marido había posado su mano - como una
buena esclava?
- S-sí... - Balbuceó Lorena
- ¿Sí, que?
-
Sí, me comportaré como una buena... - la palabra resonó en su mente
antes de acudir a sus labios, las fotos que había estado viendo acudían a
su cabeza como en un bombardeo - esclava.
Entonces
Talía besó sus labios, al principio con suavidad, y poco a poco, al
notar que Lorena se mostraba receptiva, con más intensidad. Lorena
recibió ese beso como si fuese el momento más esperado de su vida,
incluso la desaparición de su hija desapareció de sus pensamientos,
aunque más tarde se diría que no, que todo lo que había sucedido era por
meterse en el papel...
Las
dos mujeres se besaban con pasión, Talía se abalanzó sobre el cuerpo de
Lorena, quedando ambas tendidas en el sofá. La mano de la joven comenzó
a acariciar la entrepierna de la mujer por encima del pantalón que
llevaba, haciendo que Lorena comenzase a mover inconscientemente su
pelvis adelante y atrás, intentando acelerar el movimiento de la mano.
Lorena suspiraba, al principio débilmente, pero pronto se convirtieron
en gemidos. Bebía con ansia de la boca de Talía y se dejaba llevar por
el placer que la embargaba. Estaba al borde del orgasmo y Talía ni
siquiera había metido la mano dentro de su ropa, ¿Cómo podía sentirse
tan excitada?
-
Ser una esclava no consiste en dejarse llevar por el placer - le
susurraba la joven -, ser una esclava significa anteponer el placer de
tu ama al tuyo propio.
Entonces
Talía se apartó de ella, dejándola al borde del clímax, se puso de pie y
se levantó el vestido. La chica llevaba un tanga blanco con encaje
negro, que hacía juego con el sujetador que pudo vislumbrar Lorena hacía
tan sólo minutos antes. Hábilmente se lo quitó en un sensual movimiento
y se lo arrojó a Lorena a la cara. A continuación se sentó en el sofá y
separó las piernas.
Lorena
se quedó inmóvil, con el tanga de Talía sobre su cara, cachonda como
hacía mucho tiempo que no estaba - aunque dudaba que alguna vez hubiese
llegado a tal grado de excitación -, aspiró el aroma de la joven y,
contrariamente a lo que pudo pensar en un principio, no le desagradaba.
Era un olor dulzón, erótico y suave. Aspiró nuevamente y se apartó la
prenda de la cara, aunque no la soltó, la mantuvo en su mano derecha
todo el tiempo.
Sabía
lo que Talía quería que hiciese, no era tonta y, no en vano, una hacía
el papel de ama y otra de esclava. Estaba en un estado de ansiedad,
notaba como su coño palpitaba de placer mientras se levantaba y avanzaba
hacia la joven.
- Me gusta que mis esclavas estén desnudas. - Dijo cortante la chica.
Lorena
no necesitó nada más. Se quitó lentamente el suéter que llevaba y se
deshizo de los zapatos y los pantalones. Se quedó únicamente con un
sencillo sujetador rosa y unas bragas de algodón blancas.
- Completamente desnudas. - Apostilló Talía.
La
madura mujer se sonrojó, hacía mucho tiempo que no estaba completamente
desnuda delante de nadie, pero lo hizo sin rechistar. Echó a un lado su
ropa interior mientras bajaba la mirada, aun después de lo que había
hecho y lo que tenía pensado hacer, no podía evitar sentirse
avergonzada. Talía observó el vello que cubría el sexo de Lorena, pero
ni dijo nada ni hizo ningún gesto más allá de separar ligeramente sus
piernas, dándole a entender a la mujer que ya podía proceder.
Y
allá que fue. Se arrodilló ante aquella belleza de ébano y acercó su
cara lentamente al sexo de la joven. Una pequeña tira de pelo
perfectamente cuidado asomaba en el monte de venus, más allá de eso no vió
un sólo pelo, pensó en su entrepierna y en el tiempo que hacía que no
se la cuidaba, ¿Para qué? Se dijo, si hace tanto que nadie la visita.
Pudo apreciar el embriagador aroma de primera mano antes de acercar
tímidamente la lengua, podía notar como su corazón latía a mil por hora.
Cuando su lengua hizo contacto se estremeció, la pasó por sus labios y
de nuevo la acercó al coño que tenía delante.
Nunca
había hecho nada parecido, simplemente hizo lo que pensaba que a ella
le habría gustado que le hicieran. Comenzó lamiendo ligeramente, sin
hacer presión, de arriba a abajo, pasando su lengua ligeramente por los
labios vaginales, respiraba sobre el coño tal como a ella le gustaba
sentir allí el aliento caliente.
Después
comenzó a aumentar la presión, jugaba lentamente con el clítoris, sólo
con la puntita de la lengua, recordando lo que le hacía su marido.
Alternaba profundos lametones que recorrían el coño de Talía con rápidos
y ligeros movimientos sobre su sexo. Y parecía que no lo hacía mal. No
tardó la joven en comenzar a gemir y a mover la cadera acompasadamente a
la boca de Lorena. La mujer se envalentonó, cada vez lo hacía más
rápido, se guiaba por los jadeos de la muchacha, que parecía estar
disfrutando. Se abandonó a la lujuria. En su cabeza ya no había reparos,
no existía siquiera su hija, no había nada más que lo que estaba
ocurriendo en aquella sala. Llevó su mano a su propio coño y comenzó a
masturbarse, aún con las bragas de Talía agarradas. Movía su culo al
ritmo de su mano, su mano al ritmo de su lengua, y todo ello al ritmo de
la respiración agitada de Talía. Comenzó a jadear, los jadeos se
convirtieron en gemidos y estos en pequeños gritos.
- ¿Qué crees que estás haciendo? - Talía le tiró del pelo separándola de su coño. Tenía la cara llena de los jugos de la chica.
- ¡Ahhh! ¿Qué...?
-
¿Quién te ha dado permiso a masturbarte? Tienes mucho que aprender para
ser una buena esclava. La primera lección es que tu placer no te
pertenece a ti, si no a tu ama. - La mirada de Talía era completamente
seria, tanto que Lorena se sintió acobardada.
- L-lo siento, yo...
- Me da igual que lo sientas. La segunda lección es que cuando una esclava no obedece, se la castiga.
Los
ojos de Lorena se abrieron de par en par, Talía se levantó y acudió a
su porta documentos, de donde sacó unas tiras de cuero con las que, ante
las quejas de la mujer, le ató las manos a la espalda.
Lorena
protestó, pero en el fondo pensaba que había fallado y que realmente se
merecía ser castigada, aun así, tenía miedo de en qué consistiría el
castigo.
Talía
la arrastró del pelo hasta la parte de atrás del sofá, donde la obligó a
inclinarse sin doblar las rodillas, y con las piernas ligeramente
separadas. En esa postura el culo de Lorena estaba completamente
expuesto ante Talía, y sus tetas se bamboleaban sobre el sofá. Talía se
deshizo del vestido, quedándose tan sólo con el sujetador.
- Al ser la primera vez sólo serán 15 azotes, pero vuelve a equivocarte y serán más.
La mano de Talía acariciaba las nalgas expuestas de Lorena, cosa que hacía que la mujer temiera aún más el momento del golpe.
¡PLAS!
El
azote vino sin avisar, fuerte y seco, sobre la nalga derecha. Lorena
gritó de dolor y sorpresa, todavía no podía creerse que se estuviese
siendo azotada en su propio salón por una joven que acababa de conocer
hacía no más de dos horas.
-
Yo no voy a llevar la cuenta de los azotes que te doy - ¡PLAS! Esta vez
fue a la nalga izquierda - Así que más te vale levar la cuenta en voz
alta. - ¡PLAS!
- ¡Ah! - Gritaba Lorena con cada azote - ¡T-tres! - Gritó.
- ¿Tres? No he escuchado el uno ni el dos.
¡PLAS!
-
¡U-uno! - Lorena lo entendió rápido - ¡Dos! ¡Tres! - Iba enumerando
cada azote tal y como le habían ordenado. - ¡Quince! - Finalizó,
agotada.
Tenía
las nalgas rojas y estaba jadeando agotada sobre el sofá, pero cuando
Talía acarició su coño no pudo reprimir un gemido de placer.
-
Parece que el castigo te ha gustado más de lo que creías, ¿Eh? - La
joven volvió a levantar a la mujer tirándola del pelo y la hizo
arrodillarse en el suelo, aún con las manos atadas. Entonces fue la
joven ama la que que
se reclinó sobre el sofá, separó las piernas y se separó las nalgas,
dejando a la vista su coño y su ojete ante Lorena. - Segunda
oportunidad. Espero que ahora lo hagas correctamente.
Lorena
se acercó de rodillas al culo de Talía y comenzó a comerle el coño de
nuevo. En esta posición su nariz y sus ojos quedaban justo delante del
ojete de la chica, incluso la punta de su nariz amagaba con penetrar el
rosado agujero de la joven.
Nuevamente
Talía comenzó a gemir y a mover las caderas, presionaba la cara de
Lorena con su culo, en ocasiones casi se podría decir que se sentaba
sobre su cara. Aun así esta vez Lorena no se distrajo, no detuvo en su
tarea aunque podía notar como su coño chorreaba sobre el suelo de su
salón. Su lengua se movía de un lado a otro, incansable, disfrutando
incluso al ver que esta vez lo estaba haciendo bien, y tan bien lo
estaba haciendo que Talía la agarró del pelo, pero esta vez para pegar
su cara a su coño. Lorena tenía dificultades para respirar, pero aun así
no cejó en su tarea, y segundos después Talía se corría entre sonoros
gritos y jadeos. Soltó el pelo de la mujer, pero no se apartó de su
cara, movía las caderas de forma lenta y sinuosa, y Lorena sabedora de
que estaba disfrutando de su orgasmo, no paro de lamer, aunque esta vez
de forma lenta y suave, no quería interrumpir el momento de disfrute de
la joven.
Unos
minutos después, lentamente, Talía se apartó, se dio la vuelta y se
arrodilló ante Lorena, dándole un profundo beso con lengua, probando sus
propios jugos de la boca de la mujer.
-
Lo has hecho bien, Lorena - Le dijo mirándola a los ojos -. ¿Alguna vez
habías estado con una mujer? - Lorena negó con la cabeza, Talía sonrió -
Tienes futuro entonces, si te comportas como hoy nadie dentro del Club
se dará cuenta de nuestra farsa.
Se
puso detrás de Lorena y le desató las manos, acto seguido acarició
lentamente las nalgas enrojecidas de la mujer. Ésta dio un respingo al
notar el contacto, tenía la zona dolorida.
-
Incluso has aguantado bien tu primer castigo - apostilló la joven -,
aunque hay algunas cosas que tenemos que arreglar antes de tu ingreso en
el Pomum vetitum...
-
¿Qué cosas? - Preguntó Lorena, frotándose las muñecas. La mujer seguía
cachonda, y esperaba que en algún momento le llegase el turno a ella.
-
Tienes que arreglarte el matojo de pelos que tienes en el coño - Lorena
enrojeció y bajó la mirada, tanto por la manera que tuvo de decírselo
(la expresión "matojo de pelos" estuvo resonando en su cabeza varios
días), como por la vergüenza que le producía el que Talía se hubiese
fijado tanto en eso -. Toma - La joven le tendió una tarjeta -. Diles
que vas de mi parte, yo cubriré los gastos.
Talía se levantó y comenzó a vestirse, una decepción cruzó el rostro de Lorena, que no pudo evitar preguntar.
- Talía... Yo... ¿No vas a...? - La cara se le encendió aún más, ¿Cómo iba a preguntarle si no iba a hacer que se corriese?
-
¿No voy a qué? - Preguntó la joven, aunque sabía perfectamente a qué se
refería, había vivido esa situación muchas veces. Y le encantaba.
-
Yo... Estoy... - Lorena masticaba cada palabra que salía de su boca,
estaba asombrada de que le costaba más acabar esa frase de lo que le
había costado comerse por primera vez un coño - ¿No vas a hacerme acabar
a mí? - Ya está, ya lo había dicho, había intentado decirlo de la
manera más suave que pudo. Y fue una liberación, al fin pudo levantar la
vista de nuevo y miró a la cara de la joven. La situación tenía un
simbolismo que atacó directamente a la libido de la mujer, Talía
vestida, de pie frente a ella, y ella desnuda completamente, arrodillada
ante la joven, pidiéndole... pidiéndole...
- ¡Aaah!
¿Te referías a eso? - Talía le tendió la mano para ayudarla a
levantarse, quedaron frente a frente y, sin mediar palabra, la joven
llevó su mano al coño de Lorena e introdujo un par de dedos. Lorena dejó
escapar un gemido y cerró los ojos, llevaba mucho tiempo esperando ese
momento. - Vaya... Estás chorreando... - Susurraba Talía - En verdad te
ha gustado comerme el coño, ¿Eh? - Lorena asintió, con los ojos aún
cerrados, centrándose en aquella mano que la estaba llevando al éxtasis -
Dímelo. Quiero oírtelo decir - Talía sacó los dedos del sexo de la
mujer, pero mantuvo la mano sobre su coño.
-
N-no pares... - Susurró Lorena, contrariada, moviendo las caderas,
buscando la mano de Talía. Abrió los ojos y vio como la joven la miraba
fijamente. Entonces entendió por qué había parado. - Me ha gustado... me
ha gustado comerte el coño - Dijo. Talía acarició el sexo de Lorena
arrancándole un gemido, la mujer se mordió el labio inferior.
- Dime que te ha gustado obedecer, que te ha gustado ser mi perra.
-
Me ha gustado obedecer - Lorena lo dijo rápido, sin pensar, buscando
complacer a Talía y que esta siguiese masturbándola. -. Me ha gustado
ser tu... perraaaah
- Al decir esa última palabra Talía volvió a meter dos dedos de golpe,
masturbó a la mujer unos segundos y los volvió a sacar. Las piernas de
Lorena temblaban.
- Dime que te has merecido el castigo, que has sido una mala esclava.
- Me he merecido el castigo, me he portado mal. He sido una mala esclava.
Talía
seguía con su juego, masturbaba levemente a su esclava al oír las
respuestas que quería oír y luego paraba, llevándola a un estado mental
insoportable para la mujer.
- A partir de ahora, vas a obedecer cada orden que te dé, vas a ser una buena esclava y te vas a comportar como es debido.
- ¡S-Si! A partir de ahora te voy a obedecer... Me voy a comportar...
- Porque tú eres una perra, una esclava que sólo existes para cumplir la voluntad de tu ama.
Lorena
casi no podía hablar, estaba llegando al clímax y en ese momento
vendería su alma a aquella mujer si hacía falta para conseguirlo.
-
¡Si! Soy una perra, soy tu esclava, tu eres... ¡eres mi ama! ¡Sólo
existo para cumplir la voluntad de mi ama! - Estaba a punto de correrse,
las piernas le temblaban, su corazón se agitaba desbocado al mismo
ritmo que su respiración, tuvo que apoyarse sobre el sofá para no caer
al suelo... Y entonces nuevamente Talía paró. - Yo... yo... - Lorena no
sabía qué más quería oir la joven - ¡Soy tu esclava! ¡Eres mi ama, mi dueña! - repetía, suplicante - ¡Por favor! ¡No pares! ¡Quiero correrme!
Talía
llevó sus dedos a la boca de Lorena, que chupó sin rechistar. Nunca
había probado sus propios flujos, pero ni siquiera dudó a la hora de
hacerlo. Chupó, lamió y limpio los dedos que le ofrecía Talía como si
fuese el manjar más sabroso del mundo.
-
Me complace oírte decir eso, esclava, pero antes de que te lleve al
Club tienes que aprender una importante lección. - Lorena miraba
suplicante, Talía le cogió la cara por debajo de la barbilla y la acercó
a la suya -. Tu placer ya no te pertenece... Sólo yo decido cuando
tienes permiso para correrte, y ahora no lo tienes.
Lorena se quedó pálida.
- ¿Qué...? ¡No! ¡Por favor!
Cayó
de rodillas nuevamente ante la joven, sollozó unos instantes mientras
suplicaba y luego quedó en silencio, derrotada y alicaída.
Talía recogió su porta documentos y, mientras salía del comedor se dio la vuelta y dijo:
-
Llama al número de la tarjeta que te he dado, diles que vas de mi parte
y ellos sabrán lo que hacer. Una vez acabes allí, tendrás tu pase para
poder acceder al Club.
Sin
decir ni una palabra más, sin siquiera despedirse, salió de la
habitación y de la casa, dejando allí a Lorena, sola, desnuda y
terriblemente cachonda.
Mientras se iba, Talía sabía perfectamente que aquella mujer ya estaba en su poder.
Lorena,
por su parte, vio salir a Talía del salón y segundos después escuchó la
puerta de la calle. Y allí, de rodillas y desnuda como estaba, comenzó a
masturbarse frenéticamente, con las imágenes y sensaciones que había
vivido en esas pocas horas volando por su cabeza. Nunca había estado tan
cachonda, nunca se había dejado llevar de aquella manera por sus más
bajos instintos. No tardó en ser abordada por un orgasmo tan potente que
se quedó tendida allí, en el suelo, durante varios minutos mientras se
recuperaba.
No
fue la única vez que se masturbó aquella noche, pues ya en su cama, los
recuerdos de la conversación con Talía, y los sueños húmedos que la
asaltaban cada vez que conseguía dormirse hacían que sus manos volviesen
a buscar su coño una y otra vez.
¿Éste es el placer que estabas buscando, Lucía?
Fue
el pensamiento recurrente que acudía a su mente cada vez que alcanzó el
orgasmo esa noche. Finalmente, el agotamiento pudo con ella y durmió
profundamente hasta el mediodía.