Los
días siguientes a la visita de Talía fueron una montaña rusa de
emociones por parte de Lorena. Cada vez que recordaba aquella tarde su
mente pasaba de la vergüenza, el pudor y el arrepentimiento, pero al
final siempre se sobreponía el deseo y la excitación. ¿Cómo había podido
dejarse llevar de aquella manera?
Estuvo
un par de días dudando si debía seguir adelante con aquello,
contemplando una y otra vez la tarjeta que le dio la chica, pero al
final acabó llamando y concertando una cita para el día siguiente. Los
nervios la atenazaban cuando aparcó frente a lo que era una discreta
clínica estética, y en alrededor de dos horas después, salía de allí con
su coño y su culo sin un sólo pelo. Notaba una sensación extraña en la
zona, pues hacía ya mucho tiempo que la tenía descuidada, pero no tardó
en acostumbrarse. Como Talía le había dicho, no tuvo que pagar nada.
Esa
misma tarde se sorprendió a sí misma observándose frente al espejo,
desnuda. Fijó su vista en su coño, completamente pelón. Cuando vivía su
marido se lo depilaba, pero siempre se dejaba una pequeña tira de pelo.
Lo que sí que no se había depilado nunca era el ano, no consideraba que
tuviese tanto vello en la zona, pero al parecer en la clínica pensaban
de otra manera. Se observó desde varios ángulos, y un escalofrío
recorrió su espalda al pensar en la reacción de Talía cuando la viera.
A
lo largo del día, se sorprendía a sí misma pensando en Talía, tanto
recordando su encuentro como imaginándose como sería la siguiente vez
que la viera... Eso sucedería ya dentro del Club, momento en el cual la
joven sería su ama y ella no sería más que una... una esclava, Talía le
había advertido que se tendría que comportar pero, ¿Hasta dónde estaría
dispuesta a llegar?
Una
mezcla de curiosidad y miedo a lo desconocido hacían que buceara por
internet intentando conocer lo que le esperaba. Multitud de términos más
o menos desconocidos aparecían en la pantalla de su ordenador:
dominación, esclavitud, amos, BDSM, Pony Girl
y más cosas que le había mostrado Talía. Comenzó a ver videos, a
consultar foros temáticos... Y quedó realmente sorprendida de la gente
que voluntariamente se ofrecía a tales cosas, los foros estaban llenos
de esclavos/as buscando amo/as, ¿Tan satisfactorio era? No podía
entender como la gente se prestaba a eso... Entonces a su mente acudía
la imagen de ella misma inclinada sobre el sofá, mientras contaba los
azotes que le propinaba una perfecta desconocida y se ponía roja de
vergüenza y... de excitación.
Por descontado también buscó el Pomum Vetitum, pero no encontró absolutamente nada, simplemente alguna foto de la fachada y poco más.
Al
día siguiente de su visita a la clínica encontró un sobre en su buzón.
Se quedó paralizada al ver que era el mismo tipo de sobre que había
encontrado en la habitación de su hija. El contenido era prácticamente
el mismo, un folleto en el que indicaba que habría una fiesta el viernes
día 3, una nota y... una pequeña carta de naipes. El naipe tenía el
reverso negro, y en el anverso aparecía la Reina de Corazones... pero
una Reina de Corazones atípica, deformada por la perversión. En vez del
típico traje victoriano, esta "Reina" estaba desnuda, atada y
amordazada. De sus pezones colgaban dos pequeños anillos unidos por una
cadena dorada y en su mirada se reflejaba el placer que estaba
sintiendo. Lorena se quedó mirando la carta embelesada, ¿Ese era el pase
que tanto había esperado? ¿En el sobre que recibió Lucía habría otra
carta igual? Sabía que la respuesta a las dos preguntas era sí, pero eso
no hacía más que aumentar su nerviosismo...
Tenía en sus manos el punto de inflexión definitivo. Si aparecía el viernes en el Pomum Vetitum
llevando aquél naipe, tendría acceso libre al local, donde quizás
podría encontrar a su hija. Pero a cambio... A cambio no sabía la
perversidad de las cosas que se vería obligada a hacer (¿Obligada? - Le
espetaba su propia mente - ¡Ja!), recordaba las fotografías... cómo los
esclavos estaban sometidos a los amos...
Cogió la nota y la leyó. Era breve y concisa, pero no dejaba lugar a dudas de lo que Talía esperaba de ella:
Me juego mi reputación haciéndote este favor, espero que no me decepciones.
Talía.
Los
días volaron del calendario en un pestañeo y de repente era mediodía
del viernes en la vida de Lorena. Las manos le sudaban, estaba algo
pálida pero... no podía negar que estaba algo excitada. Realmente tenía
ganas de ver a Talía, de asomarse a ese mundo misterioso y oculto... No
tenía claro si deseaba encontrar allí a su hija por fin, o en cambio
prefería que no estuviese, que su hija no hubiese pisado jamás ese Club,
sabía que eso significaría que nuevamente no tendría nada, y que habría
hecho todo eso en balde, pero...
Estuvo
horas ante el armario, decidiendo qué ropa debía ponerse. Recordaba
como en las fotos la mayoría de las esclavas iban desnudas, pero si
podía evitarlo... Intentó buscar algo que resultase lo suficientemente
sexy pero que no dejase demasiada carne al aire. Fue muy difícil. Hacía
años que no compraba ese tipo de ropa, pero aún tenía un par de
conjuntos de cuando su marido aún vivía. Le quedaban un poco justos
(aunque se mantenía en buena forma, había cogido un par de kilitos),
pero servirían. Se puso un conjunto de sujetador longline que llegaba hasta el abdomen y culotte
de encaje negro, y encima se puso un vestido también negro, ajustado y
con bastante escote. Suponía que el vestido se lo tendría que quitar,
pero con ese conjunto no se sentía tan expuesta como con otros.
Se
maquilló, se perfumó, se cubrió con un abrigo largo y bajó al coche.
Aparcó en el mismo lugar que la otra vez, y no le pasó desapercibido que
había más coches diseminados por la zona. Mientras caminaba hacia
aquella puerta negra las piernas le temblaban, aunque no sería capaz de
decir si el causante era el miedo o la excitación.
Knock Knock
Llamó
a la puerta igual que la vez anterior. Esperó, temblando, con la
perversa Reina de Corazones sujeta entre sus dedos. Le daba la impresión
de que la carta la miraba, la juzgaba.
- Tú no eres distinta de mí. - Le decía.
Sacudió
la cabeza para apartar esas ideas de su mente mientras un ruido
metálico indicaba que la rendija de la puerta se estaba abriendo. Los
mismos ojos aparecieron tras la rendija, la misma música apagada sonaba
desde dentro del local.
- ¿En qué puedo ayudarla? - Preguntó la voz, igual que la vez anterior.
-
H-hola... - Lorena balbuceaba - Tengo... tengo un... - No acabó la
frase, simplemente alzó el naipe para que aquellos ojos lo vieran.
La rendija se cerró con su fuerte ruido metálico y los ojos desaparecieron.
- ¡No! - Gritó Lorena - ¡Tengo el pase! ¡Tengo el maldito pa...!
La puerta se abrió y Lorena se quedó muda de golpe. Ante ella apareció un enorme hombre vestido con un traje negro.
-
Pase por favor - le dijo -. No hace falta que grite, ya he visto que
tiene el pase -Lorena avanzó un par de pasos, disculpándose en voz baja y
mirando al suelo. La puerta se cerró tras ella y todo se quedó a
oscuras, la única luz era una pequeña lampara que que
descansaba en una mesita pegada a la pared. Al lado de la lampara había
un cenicero con un cigarro a la mitad, una revista y un pequeño aparato
similar a un TPV, y al lado de la mesita una silla, el portero debía
pasar el tiempo descansando allí mientras esperaba a que llegasen las
visitas -. ¿Es su primera vez aquí? - Preguntó, aunque a Lorena le
pareció que más que preguntar estaba afirmando.
- Si - Respondió, lacónicamente.
El
portero extendió la mano y Lorena entendió que quería el pase, así que
se lo dio. El hombre deslizó el pase por el TPV, que pitó con una
lucecita verde y mostró algo por la pantalla.
-
Siga de frente por el pasillo, no se preocupe, más adelante hay luces -
Dijo, mientras señalaba un oscuro pasillo hacia la derecha -. Su
camerino es el 157.
- De acuerdo, m-muchas gracias.
Lorena
se alejó lentamente, echando la vista atrás mientras andaba. Se sintió
un poco vacía cuando el portero se quedó con el pase que tanto le había
costado conseguir. En unos pocos metros la luz de la mesita ya no le
alumbraba, pero veía como unos metros delante había una pequeña luz en
la pared, se acercó y pudo comprobar que la luz estaba sobre una puerta
bajo el número 1. Unos metros más adelante estaba la número 2. ¿El
camerino 157? Ese sitio debía ser enorme...
Siguió
andando unos minutos, con la mano sobre la pared para guiarse, puesto
que las luces de las puertas no alumbraban mucho. 101, 102, 103... los
números desfilaban lentamente ante sus ojos.
157.
Aquí
era. Una puerta de madera oscura exactamente igual a las otras 156 se
encontraba ante ella, respiró hondo y giró el picaporte. Una habitación
pequeña aparecía ante ella, iluminada con una lampara en el techo que
titilaba ligeramente, parecía un vestuario, en una pared había un
armario y en la de enfrente al armario un banco de madera. En la pared
frente a ella había otra puerta con un timbre en un lateral. Una pequeña
cajita descansaba sobre el banco, se acercó y la abrió, dentro había
una nota, un collar negro de cuero con una argolla y una cadena. Recordó
como en las fotos las esclavas llevaban esos collares como si fuesen
perras y se estremeció al pensar que tendría que llevarlo ella. Leyó la
nota.
Deja toda tu ropa en el armario y ponte lo que hay en la caja. Después pulsa el botón que hay al lado de la puerta y espera.
Talía.
Lentamente
dejó la nota donde estaba mientras su mente pugnaba por seguir o
abandonar, aunque era una lucha sin sentido, porque cuando se quiso dar
cuenta estaba colgando el abrigo en el armario. Lentamente se deshizo
del vestido y lo puso junto al abrigo y en un hueco destinado a ellos,
dejó los zapatos.
Volvió
hacia la caja, cogió el collar y se lo ajustó al cuello. Le sorprendió
el suave tacto que tenía, así como lo cálido que era, esperaba notar el
frío cuero en su cuello, pero tenía un pequeño forro por dentro. A
continuación agarró la cadena, cerró los ojos unos segundos y después la
enganchó al collar. La cadena si que estaba fría, le rozaba los pechos y el abdomen, y hacía que se encogiese ligeramente cuando eso sucedía.
Dio un par de pasos y se situó ante el timbre. Podía oir
el latido de su corazón en sus oídos, sentirlo en sus venas. Notaba la
cara y las orejas ardiendo de rubor, y una conocida picazón entre las
piernas. Maldijo a su cuerpo, que parecía que iba por libre y
reaccionaba a la situación que estaba viviendo de forma que escapaba a
su control. Respiro una vez, dos veces.
- Hazlo por Lucía. - Se dijo en voz alta.
Y
pulsó el timbre. Un pequeño CLIN casi imperceptible se oyó al otro lado
de la puerta, espero unos segundos, y escuchó unos tacones que se
acercaban, se puso tensa e impaciente, esperando ver a Talía. Por eso su
sorpresa fue mayúscula cuando al abrirse a la puerta no fue ella la que
apareció.
- ¡Ah! - Exclamó Lorena, tapándose ligeramente con los brazos.
La
mujer que había al otro lado de la puerta era una chica joven,
caucásica, con el pelo largo, liso y rubio en una coleta alta. Llevaba
un maquillaje sobrio y sensual, en el que lo que más destacaba eran sus
labios pintados de rojo. Sus ojos verdes miraban a Lorena de arriba a
abajo de tal manera que ésta se sentía traspasada por ellos.
La
vestimenta de la chica imponía, parecía una jockey, con los pantalones
ajustados color carne, una blusa blanca abotonada y unas botas de tacón
de cuero negro por encima de la rodilla. En una mano llevaba una
carpeta, y en la otra una... ¿Fusta? Lorena dudó, pero al fijarse no
había lugar a hacerlo, llevaba una fusta en la mano. No pudo evitar
acordarse de las Pony Girl que vio en las fotos y se imaginó a la joven usando la fusta en alguna de ellas.
La chica sonreía.
-
No hace falta que te tapes, perra - comentó mientras tocaba ligeramente
los brazos de Lorena con la fusta, indicándole que los apartara. Volvió
a mirar de arriba a abajo a la mujer, que no pudo evitar sentirse como
ganado ante aquella imponente joven -. Por lo que veo es tu primera vez
aquí... - la sonrisa se acentuó en aquellos rojos labios, lo que
uniéndose a la manera de mirar que tenía, incomodó sobremanera a Lorena -
Todavía tienes muchas cosas que aprender.
Entonces sujetó la fusta con la misma mano que la carpeta y con la mano libre cogió el extremo de la cadena de Lorena.
- Sígueme. - Ordenó, con un tono suave pero firme, mientras daba un pequeño tirón de la correa.
Lorena no pudo más que caminar sumisamente tras aquella joven.
- ¿D-Dónde vamos? - Preguntó, pero sólo obtuvo silencio por respuesta.
Mientras
caminaba se dio cuenta de que la música que antes se oía apagada cada
vez se oía con más intensidad, podía notar el tacto de sus pies con el
frío suelo a cada paso que daba, así como escuchar el ligero tintineo
que producía la cadena que colgaba de su cuello. ¿Estaba segura de que
no estaba en un sueño? ¿De que no se iba a despertar y se encontraría en
su cama, soñolienta? Deseaba que así fuese, su mente deseaba que así
fuese, pero su cuerpo seguía reaccionando de manera ajena a ella, estaba
cachonda, podía notar como la excitación crecía a cada paso que daba,
ante la expectación de qué sería lo siguiente que se encontraría. No
pudo evitar abrir la boca sorprendida cuando tras un giro de pasillo, se
cruzaron con un hombre que llevaba de la cadena a dos esclavas, ambas
completamente desnudas salvo, por supuesto, el collar. Ambas tenían la
vista clavada en el suelo y no hablaban, sino que caminaban en perfecta
armonía tras el hombre que las guiaba.
- Hola Elsa - saludó afablemente el hombre a la mujer que tiraba de la cadena de Lorena.
- Hola Javier, que son, ¿Las del señor Vergara? - Dijo mientras echaba un vistazo a la pareja de esclavas que llevaba el hombre.
- Si, quiere que las vayamos preparando para después, y la tuya, ¿es nueva?
- Recién salida del horno.
El tal Javier miró a Lorena de arriba a abajo, lo que hizo que la mujer agachara la cabeza y se sonrojara.
- Parece una buena perra - se situó a su lado y se detuvo, Elsa se paró también.
El
hombre cogió a Lorena de la barbilla y la obligó a mirarla a los ojos.
Javier era un hombre grande y con anchas espaldas. No le costó mucho
volver la cara de la mujer.
- No pongas esa carita de miedo, vas a disfrutar mucho aquí. Todas lo hacéis.
Acabó su frase dando un fuerte azote en el culo de la mujer, que hizo que diera un pequeño respingo.
- Te dejo, Elsa, al señor Vergara no le gusta esperar.
Y
diciendo esto dio un ligero tirón a las cadenas que portaba en la mano y
continuó su marcha. Elsa se retrasó unos segundos, dejando al hombre
que avanzara.
-
Seguramente vuelvas a encontrarte con Javier esta noche, le vuelven
loco las perras maduritas como tu - comentó sin siquiera mirar a Lorena
-, concretamente romperles el culo.
El
cuerpo de Lorena se tensó y apretó sus nalgas de forma inconsciente.
¿Romperle el culo? Sólo lo había intentado una vez ante la insistencia
de su marido, y le dolió tanto que no volvió a hacerlo nunca.
-
Vamos - dijo Elsa, y ante la pasividad de la esclava dio un tirón de la
cadena -. Te obligaré a la fuerza si es lo que quieres.
Lorena
comenzó a caminar, asustada. Aunque sabía perfectamente a lo que venía,
había cosas que no se había llegado a plantear que tendría que hacer.
Todavía no había asimilado completamente en la clase de lugar en el que
había aceptado entrar por su propio pie y tenía la esperanza de que
Talía le ayudara a evitar ciertas situaciones.
Aún no sabía lo equivocada que estaba.
Enfrascada
en sus pensamientos estaba cuando el pasillo acabó y se encontró
entrando en una enorme sala llena de gente. Era la sala que había visto
en la mayoría de las fotos. Decenas de hombres y mujeres impecablemente
vestidos conversaban entre ellos mientras tomaban alguna copa, entre
ellos, las camareras se movían de un lado a otro cubiertas únicamente
con el escueto delantal que había visto en las fotos. Tenían una
habilidad sorprendente para aguantar estoicamente los sobeteos,
pellizcos y azotes sin derramar ninguna copa y sosteniendo la bandeja. Y
a parte de ellos...
A
parte de ellos había multitud de esclavas y esclavos en la sala, aunque
eran mucho más numerosas las primeras. Al igual que en las fotos,
prácticamente todas estaban desnudas y esperaban pacientemente de pie o
de rodillas al lado de los que suponía que eran sus amos, algunas se
encontraban arrodilladas a los lados de la sala, mirando al suelo,
Lorena suponía que esperando a que las reclamasen para algo, y otras se
encontraban "siendo reclamadas". Vio dos que estaban haciendo mamadas a
un par de hombres trajeados, mientras estos degustaban una copa de vino.
Una más estaba siendo penetrada a cuatro patas por otro esclavo, ante
la mirada atenta de varios socios del Club, el esclavo agarraba a la
chica del pelo, tirando de él cada vez que embestía. Los socios jaleaban
a los esclavos como si fuese algún tipo de espectáculo. Realmente lo
era...
-
¡Vamos! - Un nuevo tirón de cadena, esta vez más fuerte, la obligó a
dar un paso adelante y casi la tira al suelo - No voy a permitir ni una
tontería más - Espetó Elsa mientras soltaba un fustazo en el muslo de
Lorena -. Si no haces caso a las órdenes lo harás a la fusta, ¡Anda! -
Ordenó mientras daba otro fustazo al muslo contrario.
Lorena
había gritado por el primer golpe, por el segundo comenzó a caminar
frotándose la pierna. Se sentía pequeña, muy pequeña. Se fijó en que
nadie la miraba, incluso después de los gritos de Elsa. No era más que
otra esclava, ¿Por qué iban a fijarse en ella?
Elsa
la llevaba hacia el grueso de la gente, comenzó a caminar entre ellos,
saludando a algunos y parándose a conversar con otros. Lorena caminaba
inmediatamente detrás de la chica, concentrada en no llevarse más golpes
de fusta. Pudo ver a más esclavas ocupadas en complacer a sus dueños,
una jovencita asiática tenía la cara enterrada entre las nalgas de una
oronda mujer, que tenía su falda levantada y sus bragas en un tobillo.
La mujer instaba a la esclava a "degustar su cena".
Tras unos minutos de paseo entre la gente, Elsa llevó a Lorena ante Talía.
- Aquí la tiene, se ha ganado un par de fustazos por el camino. - Dijo, tendiéndole la correa a Talía.
La
joven se encontraba hablando con un hombre y una mujer. Al lado de
ellos había un esclavo, desnudo y con un dispositivo de castidad
bloqueando su miembro. En ese momento todos salvo el esclavo se
volvieron a mirar a Lorena.
-
H-hola... - Dijo balbuceó Lorena, moviendo ligeramente la mano. Talía y
sus acompañantes la miraron como el que ve a alguien haciendo algo
fuera de lugar.
- Buen trabajo, Elsa - Dijo Talía, recogiendo la cadena -. Aunque parece que no puedo decir lo mismo de ti - Le dijo a Lorena.
- ¿Qué? - Contestó la mujer
- ¡No repliques a tu ama! - Gritó Elsa tras ella, golpeando el culo de Lorena con la fusta.
- ¿No te dije que te quitaras toda la ropa antes de venir? - Reprochó Talía
- Si, pero... Pensé que...
-
¿Pensaste? ¿Quién te ha dicho que debes pensar? ¡Lo único que tienes
que hacer es obedecer! - Ahora sí que se giraban algunas cabezas a
mirarles, Lorena agachó la cabeza, quería desaparecer, quería acabar ya
con esa situación - ¡Vamos! ¿A qué esperas para quitarte esa ropa?
La mujer se desabrochó el sujetador con manos temblorosas y a continuación, con el mismo temblor, se quitó el culotte. Dejó las prendas allí mismo, en el suelo.
-
Eso está mejor - Dijo Talía. Se acercó a Lorena y le dio un beso en la
boca. La mujer dejó de temblar, al menos, ya no lo hacía por miedo,
todas las malas sensaciones que estaba viviendo desde hacía unos minutos
se esfumaron ante el contacto de la suave y húmeda boca de la joven.
Talía llevó la mano a la entrepierna de Lorena y la acarició, notando
como el coño de la mujer estaba empapado. - ¿Ves? Si obedeces todo irá
mucho mejor - Sentenció. Lorena asintió aun temblorosa. - Elsa, ¿Podrías
llevar estas prendas a su vestuario?
- Por supuesto - respondió Elsa -. Si me necesitan avísenme.
Y tras decir eso recogió la ropa interior de Lorena y se alejó de allí.
- Así que esta es tu nueva esclava, Talía - Comentó la mujer con la que estaba conversando
-
Así es. Como podéis ver, todavía le falta avanzar en su adiestramiento -
La joven lanzó una mirada de reproche a su esclava y ésta agachó la
cabeza. - Por ser tu primer fallo, voy a ser magnánima - le dijo Talía -
Voy a darte una oportunidad de librarte del castigo.
Lorena
la miró asustada, ¿Iba a castigarla? ¿Allí? Recordó los azotes que
recibió por desobedecer en su propio salón, el dolor de los mismos y la
excitación que le produjo.
- Elena, ¿Podría usar a tu marido? - le preguntó a la mujer.
- Por supuesto - respondió ésta, curiosa.
Entonces Talía se acercó al hombre que estaba al lado de Elena, pero pasó de largo y agarró la correa del esclavo. Le guió con ella hasta situarle frente a Lorena, ¿Ese era su marido? Pero, ¿No era su esclavo? Lorena no entendía nada.
- ¿Cuánto tiempo llevas sin descargar tus pelotas, perro? - preguntó Talía al esclavo, mientras le acariciaba los testículos.
- Veintisiete días, señorita.
-
Os propongo un juego - dijo la joven -, si Elena me permite liberar a
su marido, por supuesto - la mujer hizo un gesto de asentimiento y
tendió a Talía una pequeña llave -, gracias. Como decía, os propongo un
juego. Mi esclava se merece un castigo por desobedecer, pero al ser su
primera falta, vamos a sortear el castigo... aunque más que un sorteo,
va a ser una competición. Si mi esclava pierde, será atada al cepo de la
sala de castigo durante 30 minutos, durante los cuales recibirá 15
azotes - Lorena se tensó, ¿Cepo? ¿Sala de castigo? -. Como bien sabrás,
30 minutos es demasiado tiempo para 15 azotes, así que durante el tiempo
restante estarás a merced de cualquiera que quiera hacer uso de ti -
Lorena pensó que tenía que haber escuchado mal, ¿La iba a dejar a merced
de lo que quisieran hacer con ella? ¿Dónde se había metido? La cabeza
le daba vueltas -. En cambio, si es este esclavo el que es derrotado,
ocupará su lugar. ¿Te parece bien, Elena?
-
Perfecto - Elena se giró hacia el otro hombre -, ¿Te parece bien, amor?
Y mientras el cornudo está en el cepo podrías enseñarle como un buen
macho se folla a su mujer...
El hombre asintió mientras le daba una palmada en el culo a Elena, arrancando unas risitas de la mujer.
-
De acuerdo entonces - dijo Talía, sellando el trato -. ¿Cómo
determinaremos el ganador? Os preguntaréis. Muy fácil, mi esclava deberá
hacer que este perro se corra en menos de 5 minutos - miró a Lorena,
que la miraba a su vez, asustada -. Si sabes usar tu boquita tan bien en
un hombre como en una mujer no te debería costar mucho, además, este
esclavo lleva 27 días enjaulado.
Le tiró la llave a Lorena que, ante la sorpresa, no consiguió cogerla.
- ¡Tiempo! - Gritó Talía, mirando su reloj.
¿Qué?
¿Así de repente? Lorena miró al hombre, que le devolvió una mirada
nerviosa, se sentía como si aquella situación fuera ajena a la realidad,
¿Cómo iba a ser real? ¿Cómo iba a estar ella desnuda delante de todos
aquellos extraños? ¿Cómo iba ella a...a...?
- Tic tac tic tac - apremiaba Talía.
Lorena
volvió en sí, tenía que actuar rápido, así que se agachó, recogió la
llave y avanzó de rodillas hasta su contrincante. Se quedó parada unos
segundos ante la situación que tenía ante ella, ¿Iba a hacer lo que le
estaban pidiendo? No quería chuparle la polla a aquel hombre, pero no
quería ser castigada... Creía poder soportar los azotes, pero la mera
idea de estar en el cepo 30 minutos... Se acordó de Javier, el hombre
que gustaba de "romperle el culo" a las maduritas, ¿Y si se la
encontraba allí? Se estremeció.
Agarró
el aparato de castidad buscando donde poner la llave y lo encontró tras
unos segundos. Un breve forcejeo y la polla del esclavo quedó colgando
frente a ella. El hombre cerró los ojos, Lorena supuso que intentando
concentrarse en aguantar, y entonces le agarró el miembro con la mano
derecha. No tardó más de unos segundos en ponerse duro como una piedra.
La mujer comenzó a masturbarle, intentando hacer movimientos profundos y
constantes, le llegaba el olor característico de la polla que tenía
delante. Hacía mucho tiempo que no tenía un pene entre sus manos.
- ¡Tres minutos! - Gritó Talía
- ¡Cómo pierdas vas a saber lo que es bueno! - Arengó Elena a su esclavo.
¡Tres
minutos! ¡Y bajando! La polla del hombre estaba tensa y dura, Lorena
podía notar perfectamente todas las venas de aquel miembro, y tuvo la
certeza de que así no ganaría nunca. Respiró hondo, se tragó su orgullo,
su dignidad (¿Aún le quedaba?) y a continuación, se tragó la polla de
su rival.
La
engulló todo lo que le daba de si la garganta, la sacaba, le daba
lametones en el glande y volvía a tragar. Los gritos ahogados del
esclavo le indicaban que iba por buen camino, que no tardaría mucho en
correrse, pero ¿Sería suficiente?
- ¡Un minuto!
El
tiempo casi se había acabado, Lorena tenía que actuar ya si quería
librarse del castigo. Se sacó la polla de la boca, cogió aire y comenzó a
lamer los huevos del hombre, los lamía, los chupaba, se los metía en la
boca, jugaba con ellos. Mientras tanto, su mano derecha masturbaba
frenéticamente al esclavo. Los gemidos del hombre se hicieron más
audibles, comenzó a temblar, los gemidos se convirtieron en gruñidos.
- ¡Veinticinco! ¡Veinticuatro!
Lo
iba a conseguir, tenía que conseguirlo. Dejó los testículos y se
introdujo el glande en la boca mientras seguía, masturbando al hombre.
Hacía círculos con la lengua, chupaba, succionaba... Notaba la polla
palpitar.
- ¡Diez! ¡Nueve!
El hombre gruñía, se movía, intentaba apartarse de ella.
- ¡Seis! ¡Cinco!
Vamos, vamos, ¡Tenía que hacerlo! ¡Se le acababa el tiempo!
- ¡Tres! ¡Dos!
- ¡NoooooAaaggghhhh! - El grito del hombre precedió a un auténtico tsunami de semen que inundó la boca de Lorena.
- ¡No! ¡Joder! - parecía que a Elena no le gustaba perder - ¡Puto imbécil! ¡No vales ni pare que te la chupen!
Lorena
mientras tanto comenzó a toser, se estaba atragantando. Borbotones de
lefa salían todavía de la polla y le llenaban la cara y el pelo
mientras, al toser, caía todo lo que había en su boca sobre su barbilla y
sus tetas. Era espesa, muy espesa, se notaba el largo tiempo que había
estado sin correrse. Lorena no pudo evitar haber tragado parte de la
corrida, aunque la mayor parte estaba sobre ella.
-
Parece que tenemos ganadora - Dijo Talía tocando el hombro de Lorena.
Ésta levantó la mano, triunfal. Realmente estaba contenta de haber
ganado, eso significaba que se iba a librar del cepo.
Elena parecía que no hacía caso de lo que decía Talía, estaba demasiado ocupada gritando a su marido.
- Te vas a enterar, te voy a enseñar a no volverme a dejar en mal lugar - decía mientras tiraba de la cadena de su esclavo.
Talía
les miraba alejarse, ni siquiera se despidieron. Se giró a mirar a su
esclava, arrodillada y cubierta de semen, con la cara roja del
atragantamiento.
-
Levántate - Le ordenó. Lorena lo hizo de inmediato -. Lo has hecho
bien, apuesto a que hacía mucho que no te comías una polla con tantas
ganas.
Lorena enrojeció y agachó la mirada. Entonces preguntó.
- ¿Ibas a...? ¿Ibas a castigarme de verdad? - Miró a la joven, esperando un atisbo de camaradería al que agarrarse.
-
Por supuesto. Ya te dije lo que estabas aceptando al venir aquí, y lo
aceptaste libremente - Se acercó a Lorena y comenzó a acariciar su cara
con el dedo -. En estos momentos eres mi esclava a todos los efectos -
comenzó a recoger el semen de la cara de la mujer con el dedo -, y no
voy a permitir que mis esclavas desobedezcan - Llevó todo el semen que
estaba recogiendo con el dedo hasta la boca de Lorena y la obligó a
tragarlo. La mujer no rechistó -. Has llegado muy lejos para encontrar a
tu hija, no es momento de estropearlo ahora. Lo único que puedes hacer
es abrir bien los ojos, dejarte llevar y disfrutar - Sacó el dedo de la
boca de Lorena y se lo metió en el coño, la mujer cerró los ojos y
suspiró -, y no puedes negarme que estás disfrutando...
Era
verdad, Lorena no podía negarlo. Su cuerpo funcionaba a expensas de su
cerebro, y pese a sus reticencias morales, estar en el lugar de una
esclava la tenía en un estado de constante excitación.
- Estoy asustada... - Confesó a la que era su ama.
-
Lógico. Pero mientras no hables si no eres preguntada, y no
desobedezcas las órdenes directas, todo irá bien - Lorena la miró, se
acordó de Javier el "rompeculos"
y pensó si de verdad todo iría bien... -. Y ahora basta de charla,
hemos tenido un momento de asueto, pero en adelante no te podrás dirigir
a tu ama tan abiertamente, ¿Entendido?
- Si - Contestó Lorena.
- Si, ama - Corrigió Talía.
- Si, ama - Respondió la esclava.
Talía
sonrió, satisfecha, entonces comenzó a guiarla entre la multitud.
Sujetaba el extremo de su cadena pero no le hacía falta tirar, puesto
que Lorena avanzaba sumisamente tras ella. La joven iba saludando a sus
conocidos, a algunos brevemente y con otros mantenía una pequeña
conversación.
Nadie
se fijaba en Lorena abiertamente, pero mientras caminaban, o mientras
esperaba pacientemente a que su ama acabara de conversar, varias manos
se detuvieron a acariciar su culo, a darle algún azote o un ligero
pellizco. La mujer se sobresaltó con el primer contacto, pero al ver la
mirada de advertencia en los ojos de Talía supo que no tenía derecho a
protestar, así que intentó hacer como si no estuviera pasando nada.
Lorena
todavía notaba en su boca el regusto salado del semen, así como también
sentía los chorretones cada vez más fríos que tenía sobre los pechos,
quería limpiarse, pero sabía que sin una orden expresa de su ama...
- ...ésta misma noche? - la voz de Talía la sacó de sus pensamientos, sonaba entusiasmada.
Se
habían parado y estaba conversando con un hombre mayor, tendría más de
70 años. Junto al hombre había dos esclavas arrodilladas, ambas tenían
el pelo recogido en dos coletas y una mordaza en la boca, llevaban
muñequeras de peluche de colores chillones y las piernas recogidas en
una especie de funda de cuero, del mismo color que las muñequeras, que
las obligaba a caminar directamente sobre las rodillas. De los culos de
las esclavas sobresalían unas colas similares a las de un perro que se
mecían ligeramente con cada movimiento de las chicas. La boca de Lorena
se abrió de par en par al reconocerlas como las esclavas que se había
cruzado en los pasillos. Las jóvenes se movían como si de verdad se
tratara de dos perras, se rascaban la cara con la muñeca, frotaban su
cabeza contra la pierna de su amo reclamando caricias...
-
Sí, hacía mucho que no había ninguna - Contestó el hombre mientras
acariciaba la cabeza a la perra que tenía más próxima - ¿Vas a ir? No se si la encontrarás allí, pero seguro que Tania está, y ella sabrá algo.
Lorena
se quedó mirando al hombre, ¿De qué estaban hablando? Se sentía
estúpida, ¿Por qué no había prestado atención a la conversación? ¿A
dónde iban a ir? ¿Estaban hablando de Lucía? ¿De Zulema?
-
Si, estaré por allí, sabes que me encantan esas carreras - contestó
Talía -. Lorena - dijo, dirigiéndose a su esclava -, no veo a ninguna
camarera por aquí, así que tráenos un par de copas de champán, hacía
mucho que no veía a Francisco y quiero celebrarlo.
La
mujer se tensó, no tenía ni idea de dónde podía conseguir las bebidas,
pero tampoco quería dejar en mal lugar a su ama otra vez.
- Si, ama. - Respondió apresurada, se dio la vuelta y se alejó de ellos.
-
Pero... - Francisco Vergara se quedó mirando a la madura mujer mientras
se alejaba - ¿A dónde va? El bar está por el otro lado - comentó con
una sonrisa.
- Perdónala, Francisco, es su primer día y aún no conoce el lugar.
--------------------------------------------------------------
Lorena
comenzó a caminar sin rumbo entre la gente, buscando una barra, una
camarera, o algo similar. La ponía nerviosa ir sola, sin la compañía de
Talía. Se sentía desprotegida. Los manoseos que antes había sido capaz
de obviar, la hacían sentir ahora como un cervatillo desvalido en medio
de una manada de lobos. ¿Qué haría si alguien intentaba ir más allá? Y
lo peor de todo, ¿Cómo reaccionaría la gente si se resistía?
Llegó
a un extremo de la sala que tenía un ambiente más íntimo que el resto
de la zona, colgaban largas cortinas del techo y las luces eran más
bajas. Tras las cortinas, en la pared, había una hilera de puertas
cerradas separadas unas de otras por varios metros, sin seguir ninguna
distancia común. Suponía que no encontraría un bar tras ninguna de
aquellas puertas, pero sentía curiosidad... en esa zona estaba ella
sola, y ahora tenía ocasión de fisgar un poco...
Se
acercó a una de las puertas y agarró el pomo, la cadena que colgaba de
su cuello tintineó al rozar levemente el mismo, respiró hondo y lo giró
lentamente.
Clic.
La
puerta se abrió sin resistencia, observó un poco tras el quicio, sin
abrir demasiado, y se encontró una sala oscura en la que no había nadie.
Lentamente la abrió un poco más, con la seguridad de que no había nadie
en ella. Atravesó la puerta y se encontró lo que perfectamente podría
ser una sala de tortura, la piel se le erizó y un escalofrío recorrió su
espalda. En el centro de la sala había varios artilugios para sujetar a
los esclavos, un cepo, un potro, y varias cadenas con grilletes en el
suelo y colgando del techo. Las paredes también estaban llenas de
cadenas y grilletes... y de los elementos de tortura. Látigos, fustas,
mordazas, agujas, pinchos, varas, esposas, arneses... una suerte de
equipamiento completo para el goce y disfrute de los amos, y la desdicha
y sufrimiento de los esclavos.
Salió
de la sala y cerró la puerta tras ella, iba a seguir buscando las
bebidas, pero se quedó mirando la siguiente puerta... ¿Estaría equipada
de la misma manera? Caminó dubitativa hacia ella y repitió la operación
de la puerta anterior, con una salvedad: la sala estaba ocupada.
Entornó
rápidamente la puerta, temiendo ser descubierta, y aguardó unos
segundos. Se oían gritos y gemidos desde dentro de la habitación, pero
no lograba distinguir lo que decían, abrió un poco más la puerta, lo
suficiente para simplemente ojear el interior.
- ¡No! ¡Vales! ¡Ni! ¡Para! ¡Que! ¡Te! ¡La! ¡Chupen!
Lorena
se quedó pasmada. Era la amiga de Talía con su marido/esclavo y su
compañero. El pobre esclavo tenía las manos y la cabeza atrapadas en un
cepo y era obligado a chupar la polla del compañero de su mujer,
mientras tanto, Elena estaba situada detrás de su marido y ataviada con
una enorme polla de plástico sujeta en un arnés. Cada palabra que
gritaba era acompañada de una violenta embestida con la que penetraba el
culo de su marido.
- ¡Así! ¡Aprenderás! ¡A! ¡No! ¡Dejarme! ¡En! ¡Ridículo!
De vez en cuando azotaba el culo del hombre con una pala de madera.
A
un lado de la habitación había un par de mujeres y un hombre mirando y
comentando el espectáculo, por cómo iban vestidos (o mejor dicho,
simplemente por ir vestidos) estaba claro que eran otros miembros del
club que, o bien les gusta mirar, o esperaban su turno para participar
en el castigo.
Lorena
se llevó la mano a las tetas, tocando el semen ya casi seco que tenía
aún, perfectamente podría haber sido ella la que estuviese presa en ese
cepo, mientras su ama la follaba violentamente recriminándole la
derrota, castigándola por haber desobedecido. Mientras acariciaba sus
pechos, sus dedos se detuvieron en sus pezones, arrancándola un pequeño
gemido, los tenía duros como una piedra ¿Se estaba poniendo cachonda?.
No
- se dijo -. Es por el frío - pensó -, voy desnuda y tengo frío - pero
sabía perfectamente que en aquel lugar no hacía nada de frío.
Cerró
la puerta con suavidad, dejando tras ella aquella escena de perversión.
Miró a su derecha y observó la siguiente puerta, ¿Estaría también
ocupada? Se mordió el labio inferior pensando si acercarse o no mientras
su mano seguía jugueteando con uno de sus pezones y, sin darse apenas
cuenta ya estaba frente a la siguiente puerta.
La
abrió un poco y comprobó que también estaba ocupada, del interior de
esta sala surgían varios sonidos mezclados. Por un lado había un ligero
ruido de máquinas, suave y constante, similar a cómo suena un aire
acondicionado, pero algo más fuerte y vibrante. Por otro, se escuchaban
gemidos y ¿Mugidos? ¿Cencerros? Abrió un poco más la puerta para ver lo
que estaba generando esos sonidos y apartó la mano de sus tetas para
poder taparse la boca y evitar ser descubierta, porque de la impresión
un grito había acudido a su garganta.
¿Qué coño estaba pasando allí dentro?
La
sala era muy grande, más que las dos anteriores, y estaba bastante
iluminada. En el centro de la habitación, un hombre joven y fornido
paseaba vestido con unos jeans, unas botas de vaquero y un sombrero de
también de vaquero. Iba sin camiseta, mostrando al aire su tonificado
cuerpo, y llevaba en la mano una especie de vara negra. Se paseaba de un
lado a otro de la sala vigilando lo que hizo que Lorena se hubiese
sorprendido tanto...
A
lo largo de las paredes de la sala había varias máquinas, al menos 5 en
cada lado, y en cada una de las máquinas, salvo en una, había una
mujer. Cada mujer estaba desnuda, salvo por algunos trozos de tela
blancos y negros, simulando la piel de vaca, que cubrían sus muslos o
sus tripas, también tenían unos estúpidos cuernecitos puestos en la
cabeza y, en vez de llevar una cadena enganchada a sus collares,
llevaban un pequeño cencerro. Las esclavas estaban en vilo, sujetas por
brazos y piernas a las máquinas, y ligeramente inclinadas hacia delante.
La posición hacía que sus tetas colgaran y se bambolearan obscenamente,
aunque no colgaban libres, pues tenían una especie de tubos que se
enganchaban a sus pezones por medio de unas grandes... ¿ventosas?.
No
sabía si llamar a las máquinas aparatos de tortura, puesto que no se
parecían en nada a las que había visto anteriormente, realmente no sabía
cómo calificarlas, y lo que se pasaba por su cabeza que podían ser esas
máquinas hacía que se pusiese a temblar. Parecían máquinas ordeñadoras,
y seguramente lo fuesen.
Además
de los tubos a sus pezones, las mujeres tenían más tubos y cables en el
cuerpo, algunas tenían tubos que se insertaban en su boca a través de
una mordaza, otras los tenían insertados a través de su coño o su culo, y
algunas tenían más de uno. Los cables con sensores debían enviar
información a unos pequeños monitores que había al lado de cada máquina,
y era lo que el vaquero estaba comprobando.
Algunas
de las mujeres gemían, sobre todo las que tenían los tubos insertados
en sus coños o culos, se movían excitadas, lo que provocaba que sus
cencerros repiqueteasen en la sala, recordando a un ambiente de granja.
Otras mujeres mugían cual vaca, intentando llamar la atención del
vaquero, que solamente paseaba de un lado a otro.
-
¿Qué tenemos aquí? - Una fuerte voz de hombre tras ella hizo que Lorena
se sobresaltara, aunque no pudo hacer más, porque el dueño de la voz la
agarró del pelo y la empujó dentro de la sala. - ¡Tenías una pequeña
curiosa, Rob!
El vaquero que estaba en el centro de la sala se giró hacia ellos, algo sorprendido.
- Creía que Elsa me traería a la vaca que faltaba después de prepararla, no que la traerías tú. - Comentó el tal Rob.
-
Si no la he traído yo, ha venido ella solita, pero parece que le daba
vergüenza entrar. A lo mejor le daba vergüenza no llevar un cencerro
como sus compañeras de ganado, pero eso se puede arreglar, ¿Verdad,
putita?
El
hombre la obligó a girar la cara mientras le preguntaba, y si Lorena ya
estaba aterrorizada, no ayudó que el que la había descubierto era
Javier, el "rompeculos".
- Yo... yo... - Balbuceaba Lorena.
-
¡Pero qué tenemos aquí! - Exclamó Javier, mientras su cara se llenaba
de felicidad - ¿A la nueva madurita del Club? No sabía que Talía te
mandaría a las vaquerizas...
-
¡No! - gritó Lorena, temblorosa - ¡No me ha enviado aquí! ¡Me había
enviado a por bebidas! - la mujer miraba nerviosamente a ambos hombres.
-
Claro, y has venido aquí a por unos vasitos de leche - apostilló
Javier, con sorna. Rob se reía de la ocurrencia de su compañero.
- ¡No sé dónde estaba el bar! ¡Sólo estaba...!
-
¡Calla! - Javier le dio una fuerte bofetada que la lanzó al centro de
la sala - Estábamos esperando una nueva vaca y ya la tenemos, no hay más
que hablar.
Lorena
intentó apartarse de los dos hombres arrastrándose, se alejó hasta
chocar con una de las máquinas. Al chocar miró hacia arriba y vio las
dos enormes tetas bamboleantes que tenía sobre ella, podía ver
perfectamente como la máquina ordeñaba la leche a chorros. La dueña de
las tetas gemía con la boca abierta mientras el cencerro de su cuello
sonaba.
-
¿Estás segura de que quieres resistirte? - Le dijo Javier mientras se
acercaba - Cuando te vi sabía que tenía que probar tu culito, pero no
creí que pudiese hacerlo hoy.
La
sola idea de ser sodomizada por aquél hombre la asustó casi más que la
de ser una vaca más en ese pervertido establo. Se levantó como pudo y
salió corriendo hacia la puerta sorteando a Javier, que no consiguió
agarrarla. De algo debe servir no llevar ropa - pensó Lorena -, así les
es más difícil agarrarme.
A
punto estuvo de llegar a la puerta, tenía el pomo casi al alcance de la
mano, y entonces sintió como si su cuello tuviese vida propia y de
repente quisiese correr en dirección contraria a su cuerpo.
- ¡Aaaaah! - Gritó la mujer al caer violentamente sobre su espalda, ¿Qué había pasado? Ya casi estaba en la puerta...
Desde
el suelo pudo ver como Javier estaba a su lado, sosteniendo la cadena
que colgaba de su cuello. Parece que consiguió evitar que la cogiera,
pero no pudo evitar que cogiera la correa.
-
Parece que vamos a tener que domar a esta putita, hacía mucho que no
participábamos en un buen rodeo, ¿Verdad, Rob? - El vaquero se situó al
lado de Javier, sonriendo - Y no dudo que dentro de un rato la estaremos
cabalgando...
Lorena
intentó revolverse de nuevo, aunque sabía que era inútil puesto que
Javier seguía sujetando la cadena, pero entonces Rob le tocó el abdomen
con el extremo de la vara que portaba.
Un
fuerte chispazo sacudió el cuerpo de la esclava, comenzando en el lugar
que había tocado la vara, Lorena lanzó un desgarrador grito. ¿Qué había
sido eso? Otro toque más, esta vez en un muslo y la mujer gritó y se
retorció de nuevo.
-
¿Te gusta nuestro juguetito, puta? - Le preguntó el vaquero - Puedo
seguir dándote chispazos toda la noche, te aseguro que no se le va a
gastar la batería.
Javier
se reía mientras se dirigía hacia la puerta, había soltado la cadena,
debería pensar que ya no le haría falta. Cerró la puerta y echó la
llave, que se colgó del cuello. Lorena comenzó a sollozar.
-
No tengas miedo, si te portas bien y haces todo lo que te decimos no te
haremos daño - decía Javier -. Rob, ¿Por qué no vamos preparando sus
tetas? Así cuando acabemos de domarla ya estará preparada para ponerla
en la ordeñadora.
¿Preparar sus tetas? ¿No esperarían que ella...?
-
No, no, no ¡No! - Comenzó a gritar cuando vio que Rob se acercaba con
una aguja y dos botecitos - ¿Qué es eso? ¡No me hagáis nada!
- Ssssshhh
- Rob la mandó callar, mientras agitaba amenazadoramente la vara
eléctrica. Lorena obedeció -. No creo que tengas leche en esas pedazo de
tetas que tienes, ¿Verdad? - Lorena negó con la cabeza, hacía muchos
años que había dejado de amamantar a Lucía - Pero eso es algo que
podemos arreglar. Estate quieta y no te dolerá - Decía el hombre
mientras pinchaba la aguja en uno de los botecitos y la llenaba con el
líquido que contenía.
Se
acercó a la mujer, que cerró los ojos asustaba, esperando y deseando
desaparecer de allí y estar en cualquier otro lugar, ¿Quién la mandaría
haber sido tan curiosa? Notó un ligero pinchazo en su teta derecha, y
unos segundos después en su teta izquierda.
-
Ya está, ¿Has visto? Si haces lo que te decimos no todo saldrá bien, ya
verás cómo vas a disfrutar tanto de esto como todas estas zorras de
aquí - Hizo un ademán con la mano, señalando al resto de esclavas de la
sala. La verdad es que se las veía disfrutar, no se habían dejado de oír
gemidos y jadeos desde que había entrado, incluso juraría que alguna
había alcanzado el orgasmo.
-
Pero... - comentó Javier, situándose al lado de Lorena -, todas las
vacas de granja tienen que estar perfectamente domadas y domesticadas, y
creo que tú eres un poco salvaje todavía... Ven aquí y arrodíllate - no
le hizo falta gritar, ni levantar la voz, su tono era claramente una
orden que Lorena sabía que no debía desobedecer.
La mujer se levantó.
- ¡De rodillas! - Grito Javier - Las vacas caminan a cuatro patas - apostilló, suavizando la voz.
Lorena se arrodilló de nuevo, y gateó hacia ellos.
Javier sonrió a Rob.
- Eso está mejor. ¿Sabes? Las vacas no sois las únicas que podéis dar leche - dijo Javier, desabrochándose los pantalones.
Rob
le imitó, y en unos segundos Lorena tenía ante sí dos enormes pollas
apuntando al techo. Sólo unas mamadas... No era lo peor que le podía
pasar, total, todavía tenía las tetas llenas de leche de la última que
había hecho...
Se
acercó a Javier, agarró su polla y comenzó a masturbarla. Cerró los
ojos, pensó que no tenía otra opción, que era la chupar o la vara... y
chupar después... no creía que esos hombres la dejasen salir de allí
fácilmente pero, si se portaba bien...
Se
la introdujo en la boca y comenzó un movimiento de sube y baja,
acompasando la mano y la cabeza. Javier tenía la polla más grande que el
esclavo de Elena, también más grande que su marido, seguramente no
sería capaz de tragársela mucho más de lo que estaba haciendo, así que
intentaba disimular usando la mano.
-
Uff... No está mal, zorra, aunque por la leche de tus tetas ya veo que
no es la primera vez que lo haces - Lorena se sonrojó, incluso estando
en aquella situación podía sentir vergüenza -, pero, ¿No crees que te
olvidas de algo?
La
esclava levantó la vista, sacándose la polla de la boca, y vio como
Javier estaba señalando el miembro del vaquero. Rob, por su parte,
comenzó a agitar su rabo ante la cara de Lorena que veía como se
enfrentaba a una nueva situación, ¿chupar dos pollas a la vez? Se sentía
una estúpida al haber pensado que esperarían ante ella en fila, como si
estuviesen en la cola del supermercado esperando su turno, y que
tendría que encargarse primero de uno y luego del otro. Miraba como la
segunda polla se balanceaba ante ella, esperándola, mientras aún
sostenía el miembro de Javier con la mano izquierda, intentó pensar
fríamente y se autoconvenció de que si se la mamaba a los dos a la vez
acabaría antes... y auto justificándose de esa manera agarró con su mano
derecha la que sería la cuarta polla que se llevaría a la boca en su
vida, tras la de su difunto marido, la del esclavo de Elena y la de
Javier.
Tenía
una polla en cada mano y llevó la de Rob a su boca, comenzando a lamer
el glande mientras intentaba acompasar el movimiento de sus manos. Al
principio le resultó difícil, y casi soltó una carcajada cuando recordó
los típicos juegos de coordinación en los que tienes que hacer círculos
en direcciones opuestas con cada brazo, ¿cómo podía querer reírse en una
situación así?
Los
hombres parecían disfrutar mientras Lorena intercalaba sus atenciones
entre uno y otro, nunca había hecho algo como eso, pero sí que había
visto hacerlo en alguna película porno. Su boca cambiaba de uno a otro
mientras el movimiento de sus manos no se detenía. Comenzó a mover las
caderas inconscientemente a medida que su cuerpo reaccionaba a la
situación, el calor crecía desde lo más profundo de su ser y comenzó a
jadear ligeramente mientras mamaba.
- Mira esta puta - dijo Rob -, tanto que se resistía y ahora lo está disfrutando.
-
Pues claro que lo está disfrutando - dijo Javier -, todas estas
esclavas lo disfrutan, a todas les gusta ser sometidas y humilladas, si
no, no estarían aquí, todas vienen por su propio pie, lo que pasa es que
a algunas les cuesta más que a otras reconocerlo, ¿Verdad?
Lorena
lo pensó, ¿realmente había venido por su propio pie? Sólo lo había
hecho para encontrar a Lucía, aunque nadie la había obligado y Talía le
había explicado lo que se encontraría y lo que estaba aceptando al
venir, pero... pero no pensaba sentirse así.
No
pensaba que se pondría tan... cachonda. Si, cachonda. No podía negarlo.
En una situación normal no había ninguna posibilidad de que se
encontrase en la situación en la que estaba, pero una vez metida en ella
su cuerpo reaccionaba contrariamente a lo que habría pensado, estaba
caliente, muy caliente. Notaba sus pezones erizados y su coño
chorreando, llevaba un rato moviendo sus muslos y su cintura para
intentar luchar contra su excitación, pero eso no hacía más que
aumentarla, había empezado a mamar como una manera fácil (la única
manera en realidad) de salir de allí sin sufrir daños, pero ahora los
estaba disfrutando.
Paladeaba
cada pliegue, cada vena y cada rincón de aquellas dos pollas que tenía
sólo para ella, olía su peculiar aroma, mezclado al de sus propias
babas, las chupaba, las lamía, las besaba... las notaba palpitar entre
sus manos.
- Parece que esta doma va a resultar más fácil de lo que creíamos... - Dijo Javier - ¿Quieres hacer los honores, Rob?
¿Honores? ¿De qué estaban hablando?
- Por supuesto - contestó el vaquero -, pero todavía le falta un detalle.
Rob
se separó de ella y se acercó a una estantería de la sala, de donde
cogió algo, a continuación se puso frente a Lorena y desenganchó la
correa, enganchando en su lugar...
-
¿Un cencerro? - Exclamó la mujer, escuchando el aparato sonar mientras
se movía, sobresaltada. Una fuerte bofetada por parte de Javier la lanzó
al suelo, haciendo que el cencerro sonase todavía más.
- ¿Que esperabas que fuera? ¿Un collar de Swarovski? - Le dijo entre risas.
-
Para ser una buena vaca tienes que sonar como tal - dijo Rob -. Y
personalmente, me encanta oír el tolón tolón del cencerro mientras me
follo a una esclava.
Los
ojos de Lorena se abrieron de par en par, creía que con un par de
mamadas quedarían satisfechos, aunque no podía negar que su cuerpo lo
estaba pidiendo a gritos.
-
Vamos zorra, ponte a cuatro patas, que te voy a cabalgar como te
mereces - continuó el vaquero mientras él mismo se masturbaba.
- No, no, por favor, os la chuparé todo lo que queráis pero... - comenzó a suplicar, aunque Javier la cortó.
-
Claro que nos la chuparás todo lo que queramos. Y también follarás todo
lo que queramos, y si te pedimos que hagas el pino, lo harás hasta que
se te caigan los brazos. Tienes tres segundos para ponerte como se te ha
ordenado. ¡Tres!
Lorena
se bloqueó, en ese momento fue más consciente que nunca de la situación
en la que se encontraba, de que aquellos hombres harían lo que
quisiesen con ella, y que no saldría de allí sin someterse a ellos.
-
¡Dos! - Gritó Javier, cogiendo la vara eléctrica que habían dejado
apartada en un lado. Lorena gritó de miedo y se apresuró en hacer lo que
ordenaban - ¡Uno! - Se colocó a cuatro patas delante de Javier y
dándole mostrando su desnuda retaguardia a Rob - Eso está mejor, putita -
dijo dejando nuevamente la vara a un lado -. Ahora dale un buen uso a
esa boquita...
Javier
se acercó nuevamente a ella y Lorena se comenzó a chupar, solicita.
Unos instantes después notaba como Rob sobaba su culo y acariciaba su
coño.
- No te lo pierdas Javier, ¡Está chorreando! - Gritó.
Acto
seguido se arrodilló tras ella, y mientras con una mano separaba las
nalgas de Lorena, con la otra guiaba su polla a la deseosa raja de la
esclava. No lo hizo despacio, no lo hizo con cuidado. Pero tampoco
importó. Lorena estaba tan cachonda que la polla de Rob entró hasta el
gollete de una sola embestida.
-
Uuummmmmm - Gimió Lorena mientras sus ojos se cerraban abandonándose a
las sensaciones que la invadían. Hacía tanto tiempo que no notaba una
polla entre sus piernas...
El
vaquero sacaba la polla casi entera del sexo de la mujer, lentamente,
disfrutando del abrazo caliente y húmedo que le proporcionaba, sólo para
meterla otra vez de golpe, de un sólo empujón. El cencerro resonaba en
la sala con cada embestida, al igual que los gemidos de Lorena, ahogados
por la polla de Javier. La esclava intentaba seguir mamando la polla
del hombre, pero estaba tan entregada a la polla de Rob que su mente no
era capaz de centrarse en la de Javier.
El
hombre, viendo que la mujer no le prestaba la atención que merecía, la
agarró de los pelos de la nuca y le presionó la cabeza obligándola a
tragarse la polla hasta el fondo.
- Si no eres capaz de atender a dos pollas a la vez, tendré que ocuparme yo de que lo hagas.
Y cuando acabó la frase comenzó a mover violentamente la cabeza de la mujer, follándose su boca con energía.
Lorena
estaba extasiada, la polla de Rob la estaba volviendo loca y,
contrariamente a lo que pudiera parecer, la polla de Javier también.
Tenía dificultades para respirar, se estaba atragantando y su baba se
derramaba por las comisuras de su boca, pero estaba disfrutando. Lo que
la estaban haciendo, cómo la estaban tratando, la hacía sentirse como...
como... como un juguete, un juguete sexual en manos de aquellos
hombres, una marioneta sin posibilidad de acción, estaba completamente
en sus manos y ella sólo tenía que dejarse hacer, sólo tenía que...
someterse.
- Gggghhghghh - Lorena comenzó a gemir cuando Rob aceleró el ritmo.
El
orgasmo se acercaba, lo sentía llegar por cada poro de su cuerpo,
comenzó a mover las caderas al mismo ritmo del vaquero buscando que
llegase más adentro, más al fondo, quería sentir cómo la partía en dos,
como su cuerpo era atravesado por la polla de aquél hombre. Gritaba como
podía, gemía, balbuceaba, sus ojos se pusieron en blanco y su cuerpo
comenzó a temblar. Juntó las piernas intentando atrapar aquella barra de
carne dentro de ella mientras los espasmos de placer la llevaban a una
dimensión que no había experimentado nunca. Estuvo a punto de
desmayarse, se quedó casi inerte entre aquellos dos hombres y, cuando
creía que iba a perder el sentido, una nueva oleada tan o más fuerte que
la anterior volvió a sacudirla.
¿Otro
orgasmo? Nunca se había corrido más de una vez, y mucho menos de una
manera tan intensa. Su coño palpitaba, el cencerro, que no había dejado
de sonar en ningún momento, comenzó a resonar en su cabeza mucho más
fuerte y claro que antes.
-
Prepara ese coño, zorra, ¡Te lo voy a llenar de leche! - Gritó Rob,
mientras con una última y fuerte embestida introdujo su polla hasta el
fondo mientras se corría.
Ese fue el pistoletazo del segundo orgasmo de Lorena, que podía notar como era inundada por la caliente leche del vaquero.
Unos
segundos después los tres se relajaron, aunque Javier no se había
corrido aún. La polla de Rob colgaba flácida entre sus piernas y ante el
coño abierto de Lorena. La mujer, por su parte estaba tendida con el
culo en pompa y la cara pegada al suelo, jadeando y teniendo pequeños
espasmos de placer de vez en cuando. Podía notar como el semen de Rob
salía de su coño y resbalaba por sus muslos. No pensó ni por un segundo
la posibilidad de quedarse embarazada, su mente no estaba en esos
momentos para eso.
¿Cómo
podía haber alcanzado tal placer? ¿Cómo es posible que nunca antes
hubiese sentido nada parecido? Ella siempre había pensado que la vida
sexual con su marido había sido buena, e incluso muy buena, había
disfrutado mucho, pero esto... esto era otra cosa, era otro mundo...
Estaba
escuchando a los hombres hablar tras ella, pero no prestaba atención a
lo que decían. Notó como unas manos le sobaban el culo y le acariciaban
el coño.
Claro, ahora me va a follar Javier - pensó.
Y
efectivamente pudo notar como el hombre se arrodillaba tras ella. Al
notar como se acercaba, Lorena echó sus caderas hacia atrás para
facilitar la penetración.
- Mira, Rob, creía que iba a quejarse más, pero ¡esta puta está deseando que la rompa el culo!
¡¿Quéee!?
Lorena
notó como, efectivamente, la polla de Javier intentaba perforar su ano
en vez de su coño. Rápidamente la mujer se revolvió, agitando sus
piernas para quitarse al hombre de encima y se lanzó hacia delante para
alejarse de él.
- ¡No! - gritaba - ¡Eso no! ¡Por favor!
En
un momento de lucidez, agarró la vara eléctrica que habían dejado a un
lado y se agazapó tras las máquinas en las que las esclavas estaban
siendo ordeñadas, desesperada. Javier y Rob no se habían movido del
sitio, pero la cara de Javier mostraba una sádica sonrisa que no hizo
más que asustar a la mujer.
-
No creo que quieras obligarme a que vaya a por ti - decía Javier.
Lorena temblaba tras las máquinas, pero no se movió, el miedo a ser
sodomizada nublaba su juicio -. Está bien, parece que prefieres hacerlo
difícil, más divertido para mí - Javier se acercaba, mientras Lorena
blandía la vara entre ambos, amenazante -. Suelta eso...
Lorena negó con la cabeza.
- ¡Dejadme! ¡Abrid esa puerta! - La voz se le quebraba. Javier no dejaba de sonreír.
El
hombre se acercaba con las manos en alto, mientras la mujer agitaba la
vara ante ella. Javier estaba ya a un par de metros escasos y Lorena,
arrinconada, se lanzó hacia él intentando alcanzarle con la punta de la
vara, dando una estocada. En un rápido movimiento que Lorena no fue
capaz ni de prever ni de evitar, Javier se apartó a un lado lo
suficiente para que la estocada de la mujer pasase de largo, agarró la
vara por el centro y tiró fuertemente de ella, haciendo que la esclava,
que estaba agarrando la vara con todas sus fuerzas, saliese disparada de
nuevo al centro de la habitación, de nuevo indefensa.
- ¡Aaaah! - Gritó Lorena cuando Javier la electrocutó.
Seguía
gritando, chispazo tras chispazo, intentaba esquivarlos, apartarse o
volver a agarrar la vara, pero no hacía más que recibir calambres una y
otra vez. Javier se reía mientras castigaba a la rebelde mujer.
- ¿Quieres más? - decía mientras seguía torturando a la mujer.
- ¡No! ¡No! ¡Basta por favor!
Lorena lloraba de dolor y suplicaba clemencia.
-
¿Has visto como es mejor ser obediente y no rebelarte? - La esclava
estaba en el suelo hecha un ovillo, sollozando - ¿Para qué ha servido tu
intento de huir? No has hecho nada más que retrasar lo inevitable, y
además te has llevado un castigo. ¿Vas a ser una buena esclava obediente
a partir de ahora? - Lorena asentía, desesperada, con lágrimas en los
ojos - No te oigo.
- S-Si...
- ¿Si, qué?
- Voy... voy a ser una buena esclava.
- ¿Vas a hacer todo lo que te digamos?
- Si... voy a hacer todo lo que me digáis.
-
Perfecto, mucho mejor así. Ven aquí - Lorena se colocó ante Javier,
como éste le exigía, arrodillada - Por tu reacción supongo que nunca te
han follado el culo, ¿Es así?
Lorena asintió y agachó la mirada.
- ¡Contéstame cuando te hablo, joder! - Javier gritó con rabia, pero no movió ni un músculo.
- ¡No, no! ¡Perdón! Nunca... nunca me han...
- ¿Nunca te han qué...?
- Nunca me han follado el culo...
-
Eres una mujer afortunada, vas a tener el honor de que sea mi polla la
que penetre tu precioso culo por primera vez... Aunque como me has
enfadado, no sé si quiero hacerlo... - Lorena le miró, sorprendida y
esperanzada, pero cuando vio sus mirada se dio cuenta de que sólo quería
humillarla más -, tendrás que convencerme...
La
mujer no daba crédito, miraba al hombre incrédula, ¿De verdad pensaba
que ella...? No, no podía hacerlo, no podía rebajarse tanto... Escuchó
movimiento a su derecha y vio de reojo como Rob jugaba distraídamente
con la vara, si no hacía lo que le pedían... Agachó la cabeza para
ocultar las lágrimas que acudían a sus ojos, respiro hondo y pensó en lo
que le dolía el cuerpo de las recientes descargas que había recibido.
Volvió a mirar a Javier.
-
¿P-podrías...? - comenzó a decir, titubeando. Javier la miraba
interesado - ¿Podrías hacer...? - No sabía cómo decirlo, ¿Cómo se le
pedía eso a alguien de una manera decente? - ¿Podrías hacérmelo por
detrás?
-
¿Hacértelo por detrás? No te entiendo bien... Verás, soy un poco corto
de entendederas - decía Javier, socarrón -, y necesito que me digan las
cosas claritas.
Lorena aguantó las lágrimas, se tragó lo que quedaba de su orgullo y dignidad, y dijo lo que ese cabrón quería oír.
-
Por favor, ¿Me harías el honor de follarte mi precioso culo por primera
vez? - la voz se le quebró mientras acababa la frase, pero se repuso y
consiguió terminarla.
-
¡Vaya! ¿Y me lo pides así? ¿En la primera cita? Creía que eras una
señora respetable, pero está claro que no eres más que una zorra - Rob
se reía de los comentarios de Javier, Lorena, por su parte, se sentía
humillada como nunca antes en su vida -. Está bien - sentenció el hombre
-, voy a hacer lo que pides, ponte a cuatro patas y enséñame el bonito
culo que voy a estrenar.
Lorena obedeció, sumisa, se dio la vuelta y se colocó como le pedía.
- Sepárate las nalgas, puta, quiero ver ese ojete bien abierto.
La
esclava comenzó a llorar de impotencia, ¿Cuánto más la iba a humillar?
¿Es que nunca tenía suficiente? Apoyó la cara en el suelo y separó sus
nalgas con las manos, exponiéndose tal y como aquellos hombres esperaban
que lo hiciera, mostrándose como una puta esperando ser sodomizada,
como una esclava sometiéndose a sus amos. Sintió una ráfaga de aire
fresco recorrer su ano tan sólo unos momentos antes de notar como
Javier, el "rompeculos" apoyaba la punta de su polla en su ojete.
- Dile hola a tu nuevo amigo, zorra - dijo el hombre.
Y
tras esas palabras comenzó a penetrar lenta pero implacablemente el
culo de Lorena. La mujer se quedó sin aire unos segundos, cada fibra de
su ser estaba centrada en el enorme dolor que la taladraba, parecía como
si una barra de acero al rojo vivo estuviese partiéndola en dos, estaba
convencida de que no podría aguantar, que realmente su cuerpo se iba a
desgarrar como una hoja de papel ante la presión de aquella enorme
polla.
Javier
había agarrado a la mujer de la cintura y estaba realizando unos
movimientos de aclimatación, era un hombre experto en esas lides y sabía
cómo follarse el culo de una primeriza. Disfrutó cuando el rosado ojete
de la mujer se venció ante la presión de su glande, abriéndose para
dejarle paso y cerrándose fuerte a continuación sobre él, como
queriéndolo devorar entero. Le encantaba esa sensación. Estaba seguro de
que la esclava esperaba que metiera su polla de golpe, estaba asustada y
eso le encantaba, pero él sabía cómo hacerlo para no romper su juguete
nuevo. Metía su polla unos centímetros y aguantaba unos segundos,
después la sacaba lentamente y la volvía a introducir, esta vez uno o
dos centímetros más que la vez anterior.
Lorena
cada vez notaba la polla del hombre más profunda, ¿Hasta dónde iba a
llegar? Su culo le ardía, aunque no tanto como había al principio, el
dolor era intenso pero se había hecho soportable. Notaba como si su culo
se cerrase sobre la barra de carne que la invadía, intentando atraparla
dentro. Tras unos minutos notó como abdomen de Javier chocó contra su
culo.
- ¿Has visto como no era para tanto? - Decía Javier - Ya tienes toda mi polla dentro de tu culo.
Lorena
no respondió, estaba conteniendo la respiración. Se sentía llena, mucho
más que cuando Rob la estaba follando por el coño y Javier por la boca,
notaba que aquella enorme polla se le iba a salir por la boca, que iba a
permanecer enganchada a ella una eternidad y lo que más la contrariaba
es que no le habría importado...
Javier
aguantó nuevamente unos momentos con su rabo completamente dentro del
culo de Lorena, disfrutando. Podía notar como el esfínter de la mujer
abrazaba su polla, y también como la mujer estaba asimilando el hecho de
que tanto dolor pudiese traerle placer, había visto muchas veces esa
reacción. Sacó completamente la polla y observó como el ojete de la
esclava se mantenía abierto en forma de O. En ese momento Lorena se
sintió vacía, completamente vacía, como si le hubieran quitado todo y
estuviese tirada y desvalida.
Javier
puso nuevamente la polla en aquel apetitoso agujero y comenzó a
penetrar de manera suave pero constante, esta vez no se detuvo hasta que
estaba completamente dentro, y una vez allí, comenzó un suave
mete-saca.
Lorena
notaba como la polla de Javier entraba y salía, el dolor casi había
remitido y estaba empezando a sentir un ligero placer, pero no era un
placer similar a cuando la habían penetrado por el coño, era...
distinto... Era un placer indómito, salvaje, profundo... se sentía
dominada. Sentía como cada parte de su ser pertenecía a aquella polla,
como la doblegaba y la sometía. Por primera vez en aquella tarde, por
primera vez en su vida, se sintió realmente una esclava, sintió
realmente que su cuerpo y su mente no le pertenecía y que sólo existía
para obedecer, para doblegarse ante sus amos.
Comenzó
a jadear. Podía notar como su respiración se condensaba en el frío
suelo en el que tenía apoyada la cara. Poco a poco los jadeos se
convirtieron en gemidos y se hicieron cada vez más audibles. Javier, al
escuchar la reacción de la mujer comenzó a aumentar el ritmo de la
enculada, haciendo que a su vez los gemidos de la esclava aumentasen.
Lorena
no se podía creer lo que estaba sintiendo, pero ya se había abandonado a
sus sensaciones, sólo se dejaba llevar y disfrutaba del nuevo mundo de
sensaciones que estaba sintiendo. Comenzó a sentir calor en el pecho y a
ser extrañamente consciente de sus tetas. Las notaba mucho más
sensibles que antes, era consciente sobremanera de cómo sus tetas se
balanceaban ante cada embestida de Javier, y cómo ese movimiento hacía
que sus pezones rozasen el suelo una y otra vez. Notaba sus tetas
hinchadas pero extrañamente placenteras. Intentó bajar la mirada y vio
sorprendida como unos pequeños chorros de leche brotaban de sus pezones,
un hormigueo comenzó a recorrerla desde ellos y se expandió por todo su
cuerpo.
Javier
comenzó a gruñir, agarró a la esclava fuertemente de la cintura e hizo
una última y potente penetración, corriéndose abundantemente dentro de
la mujer, Lorena notó como el líquido caliente la invadía y como unos
instantes después la polla de Javier salía de su abierto culo.
Lorena
se quedó allí, en la misma posición en la que le habían ordenado
colocarse hacía unos minutos (¿cuánto había durado? ¿Minutos? ¿Horas?
¿Años? No sabría decirlo), la cara pegada al suelo y el culo en pompa,
sus manos separando todavía sus nalgas. La única diferencia era que su
ojete ya no estaba cerrado y rosado, si no que estaba completamente
abierto como si fuera un agujero negro en el centro de su culo, y
totalmente enrojecido por la fricción.
No
había llegado a correrse, pero el placer que le había producido esa
práctica hasta ahora prohibida había sido más profundo y más intenso que
cualquier otro placer que hubiera sentido, notaba como cada poro de su
cuerpo supuraba de éxtasis. Escuchaba como los dos hombres conversaban
entre ellos, le llegaban fragmentos sueltos de la conversación, pero no
prestaba atención. Hablaban de como Javier la había sometido y de cómo
al final lo había disfrutado, estaban alabando su culo y Lorena creyó
escuchar que hablaban algo sobre chorros de leche. Rieron.
Notó
como los hombres la levantaban por los hombros y la llevaban a la
máquina vacía que había en la sala. Ella sólo se dejaba hacer, estaba
derrengada. El cencerro sonaba por toda la habitación de nuevo.
Comenzaron
a sujetar sus manos y piernas a la máquina y a ponerle los electrodos
que la conectarían al ordenador, ¿De verdad no iba a reaccionar? Aunque,
¿Tenía sentido que lo hiciera? Estaba totalmente sometida.
En
ese momento la puerta se abrió y apareció Elsa, acompañada de una
esclava tras ella que iba ataviada con el cencerro, los cuernos y demás
aparejos, tal y como estaban el resto de esclavas de la sala.
- Aquí traigo a la vaca que os faltaba... ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó Elsa.
- ¿No era esta la esclava que teníamos que ordeñar? - Preguntó Rob.
- No... - contestó la mujer - Esta es... ¿No es la nueva esclava de Talía?
- Si - dijo Javier -. La encontramos fisgando donde no debía.
- Su ama la está buscando, lleva horas desaparecida.
¿Horas?
Los hombres comenzaron a desengancharla de la máquina.
-
Espero que hayas aprendido cuál es tu lugar, zorra - dijo Javier,
mientras la guiaba hasta Elsa -. Y si tu culito echa de menos a mi
polla, ya sabes.
Lorena casi no podía andar, le dolía el culo, las piernas, la boca, el coño...
Elsa le quitó el cencerro y volvió a colocarle la cadena, tirando de ella la sacó de la sala.
- Así que eres una zorra curiosa... - Le dijo Elsa -. Seguro que Javier y Rob te han enseñado que la curiosidad mató al gato.
Mientras
caminaba, chorros de semen caían por sus muslos procedentes de su coño y
su culo y, para completar la estampa, gotitas de leche caían de sus
pezones.
Se
sentía como un trapo viejo, había aprendido a marchas forzadas lo que
significaba ser una esclava, lo que había aceptado al entrar en aquél
lugar. Todavía no era consciente de ello, pero en aquella sala algo
había hecho CLICK en su cabeza.
Lorena
seguía dócilmente a Elsa a través de la sala aunque le costaba caminar
de una manera normal, le dolía el culo, el coño, las tetas, las
piernas... Juraría que hasta le dolían las pestañas. Mientras caminaban
la mujer podía observar cómo la sala estaba mucho más vacía que antes y
también que la gente que quedaba ya no estaba hablando animadamente
mientras se tomaban algo, se habían juntado en pequeños grupos que se
entretenían teniendo sexo o humillando a sus esclavos. Pero ella atrajo
completamente la atención de Lorena.
Allí estaba Talía.
Estaba
sola, esperándoles. Los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada
severa y los labios juntos formando una pequeña línea indicaban que no
estaba de buen humor. Lorena agachó la cabeza, sabedora de que ella era
la culpable del malestar de su ama.
- Aquí la tiene de nuevo - dijo Elsa, repitiendo la escena de unas horas antes.
- Muchas gracias, Elsa - dijo lacónicamente la joven, cogiendo la cadena que la mujer le ofrecía.
Talía
se quedó en silencio mirando como Elsa se alejaba, Lorena quería
explicarle a la joven lo que le había pasado, que no había sido culpa
suya, que estaba buscando las bebidas pero...
¡PLAS!
Una fuerte bofetada sacó a la esclava de sus pensamientos.
-
Yo... No fue culpa mía... - Se justificaba la mujer mientras se frotaba
la mejilla enrojecida. En ningún momento se le pasó por la cabeza
recriminar a su ama por la bofetada.
- ¿A qué crees que estás jugando? - Le recriminó Talía.
- N-no, yo sólo... Pensé que...
-
¿Pensaste, qué? ¡Creía que había quedado claro a que venías aquí! Te
advertí, te dije lo que ibas a encontrar y no te oculté nada - Talía
señalaba acusadoramente con el dedo a Lorena, se lo clavaba en el pecho a
cada palabra -. ¡Y lo primero que hiciste al llegar es obligarme a
castigarte! Aun así, tonta de mí, te doy la oportunidad de librarte del
castigo y te vuelvo a advertir, que esto no es un juego, que aquí dentro
no eres más que una esclava, ¡Una puta esclava! ¡Para mí y para todos!
Pongo mi reputación en juego por ti, ¿Sabes que voy a ser la comidilla
durante semanas? "La señorita Talía, la que no es capaz de adiestrar a
una esclava de mierda" - decía, poniendo vocecilla, como haciéndose
burla -, ¿Qué quieres que haga ahora? Mi cuerpo me pide que te dé un
castigo ejemplar, y es lo que haría ahora mismo si fueses una esclava de
verdad pero, ¿sabes qué? - Lorena permanecía en silencio, apartando la
mirada. Quería desaparecer de allí, se sentía pequeña y despreciable -
Me importa una mierda. Me importas una mierda tú y me importa una mierda
lo que haya pasado con tu hija.
- ¿Q-qué? - Lorena la miró, sorprendida.
-
Lo que has oído. He puesto en juego mi reputación para ayudarte a
encontrarla, y así me lo pagas. Así que se acabó, vete a tu casa. No voy
a castigarte por lo que has hecho, pero tampoco voy a ayudarte más,
desaparece de mi vista y vete a tu casa.
Diciendo esto Talía se dio media vuelta y se alejó de Lorena.
-
¡Espera! ¡Por favor! - gritaba Lorena mientras se acercaba a la joven -
¡No puedes dejarme así! Sin ti nunca encontraré a Lucía... - sujetó a
Talía del brazo para obligarla a darse la vuelta, y todo lo que obtuvo
por respuesta fue una nueva bofetada que la hizo caer al suelo.
- ¡Ni se te ocurra tocarme! No estoy dispuesta a aguantar a una esclava de mercadillo.
Y con esa frase se alejó definitivamente de la mujer.
Lorena
se vio allí, sola, dolorida, abandonada. Se levantó y trotó aguantando
el dolor hasta la sala en la que se había desvestido al llegar (¿era la
157?), por el camino no se cruzó con nadie, pero si que vio multitud de
puertas, algunas entreabiertas y otras cerradas, pero ya no se atrevió a
curiosear en ninguna.