lunes, 29 de septiembre de 2014

Mi madre y el negro III: Tentación

Alicia bajó a desayunar bastante despejada pero, en cuanto vio a su madre, se acordó de lo ocurrido el día anterior.

- Hola cariño. ¿Que tal has dormido? - Preguntó ésta.

- Bueno, podría haber dormido mejor...

- Pues espero que te recuperes rápido, que todavía tenemos cosas que hacer.

Alicia la contestó con algo parecido a un gruñido y la observó mientras ponía el desayuno. Sabía que su madre era atractiva, pero nunca había tomado consciencia de lo atractiva que era. Llevaba puesto un ligero pijama, algo transparente, que se ajustababa sus curvas. Todavía no se había puesto sujetador, al igual que ella, y se veía que aun así, sus pechos se mantenían en su sitio de manera mas que aceptable para su edad. ¿Como había pensado que esa mujer no iba a haber buscado pareja desde lo de su padre? Que ingenua...

Pero... ¿Por que con él?

- Hola cariño, ¿ Que tal has dormido? - Preguntó Elena a Claudia, que acababa de entrar.

- Puff... Me costó mucho dormirme... Estaba sonando algún ruido... Como resoplidos o algo así... - Alicia se ruborizó al darse cuenta de que esos ruidos eran sus gemidos. - Menos mal que cesaron pronto.

- Pues te digo lo mismo que a tu hermana, espabilate, que en cuanto venga Frank tendréis que ayudarle a colocar las persianas.

- ¿Queeee? ¿Va a venir otra vez? - Exclamó Alicia, visiblemente molesta.

- Deberías estarle mas agradecida. Además, no se que problema tienes con él, es un chico majisimo.

Alicia iba a replicar pero entonces ("Ya tienes la merienda preparada") las palabras se atravesaron en su garganta.

DING DONG

Mierda. Acababa de llegar el chico majisimo.

- Venga, daos prisa y acabareis antes. - Dijo Elena levantándose a abrir la puerta.

A Alicia le entraban ganas de vomitar al pensar en los dos solos. ¿Como se habrían saludado?

Su madre entro riendo en la cocina, seguida de Frank.

- Hola chicas, ¿Listas?

- ¡Casi! - Dijo Claudia. - ¡Voy a hacer pis y empezamos!

Un nuevo gruñido salió de la boca de Alicia.

- Vamos Alicia, id subiendo que tu hermana ahora va. 

- Esta bien...

Todo lo que tenia que hacer era pasarle a Frank las herramientas, o sujetarle lo que necesitara, así que era un tanto aburrido. Nada mas llegar Frank se quitó la camiseta.

- ¿Tienes que hacer eso? ¿Por que tengo que verte medio en bolas?

- Es un país libre, tu puedes hacer lo mismo. Ademas, muchas mujeres matarían por verme así. - Contestó, guiñando un ojo.

- Anda, cállate y empieza, que no quiero estar aguantandote toda la mañana.

Frank se subió a una silla y comenzó a marcar la pared para hacer unos taladros. La diferencia de altura dejó a la chica una vista perfecta de las abdominales del chico y de su...

- ¡Ya estoy aquí! - Exclamó Claudia al entrar. Alicia rápidamente apartó la mirada, roja como un tomate, y comenzó a rebuscar en la caja de herramientas como si fuese lo mas interesante del mundo. - ¿Que necesitáis que haga?

- Pues de momento animar el ambiente, por que tu hermana esta de un humor de perros... - Contestó el chico.

- O mas bien de perras. Lo que le hace falta es que le den un buen meneo.

- ¡Claudia! - Replicó Alicia, enfadada. - Si vas a venir aquí a tocar los cojones ya te estás yendo.

- Vale vale... No me muerdas...

- Acércame el taladro, anda. - Cortó Frank. 

Alicia, mientras ignoraba la charla entre el chico y su hermana metiéndose con ella, echaba miradas furtivas al cuerpo que tenía enfrente. Realmente podía llegar a entender que su madre se hubiese fijado en él, aunque no le gustase reconocerlo. Tenía un cuerpo musculoso y fibrado, alto, atlético... Seguramente se había aprovechado de ella en algún momento de debilidad...

¿Cuando había sido la primera vez? ¿Cuantas veces lo habían hecho? ¿Cuanto tiempo llevaban haciéndolo? Por lo que les escuchó ayer, habían repetido varias veces, por que según Frank su madre había mejorado...

- ¿...me escuchas? ¿Ali?

Volvió a la realidad.

- ¿Eh? S-Si... ¿Que quieres ahora?

- Sujeta aquí.

Alicia se levantó poniéndose a su altura para sujetar la persiana. Le llegó el olor corporal del chico, mezcla de su gel de baño y sudor. Contrariamente a lo que podía pensar, era bastante agradable.

- ¡Claudia! - Sonó desde el piso de abajo. - ¡Ven a echarme una mano!

La chica salió de la habitación corriendo.

Volvían a estar solos.

Alicia no podía ni mirarle a la cara.

- Mas arriba.

- ¿Que?

- Que sujetes mas arriba. ¿Que te pasa? Estás en babia.

- Yo... - Veía los musculosos brazos haciendo fuerza con el taladro. Las palabras se le atragantaron.

- A ver si va a ser verdad que necesitas un polvo, como dice tu hermana.

Eso fue la gota que colmó el vaso. Verle follando con su madre, llamándola su "zorrita", haber llamado a Gonzalo desesperada, follar con el y, a diferencia de otros tiempos, haberse quedado a medias. Sus juegos con "Manolo", correrse pensando en...

Dejó caer lo que estaba sujetando.

- ¡¿Pero que haces?! 

- ¡Cállate! !Yo no soy una zorrita!

- ¡¿Que?! - Frank no entendía nada. - ¿De que me estás hablando?

- Ayer os vi. A ti. Y... A mi madre. Eres un cerdo, ¿Como has podido...?

La cara de Frank cambiaba a medida que escuchaba, pasó de sorpresa a mostrar una socarrona sonrisa.

- ¿Asi que nos viste? ¿Cuando fue? ¿Ayer? Me dio la impresión de haber oído algo, pero estaba bastante ocupado como para preocuparme por ello.

Alicia le soltó una fuerte bofetada que casi le hace caer de la silla.

- Como se te ocurra volver a tocar a mi madre...

- ¿Que? ¿Que vas a hacer? Tanto tu madre como yo somos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que hacemos. Y te aseguro que tu madre sabe muy bien hacerlo.

Nuevamente Alicia se lanzó contra él, pero ahora estaba prevenido. La agarró y bajaron los dos al suelo, forcejeando. Era demasiado fuerte, la chica no tenia nada que hacer. Frank la cruzó los brazos ante el pecho y, de espaldas, la apretó contra él para inmovilizarla. Alicia se quedó paralizada, podía notar perfectamente contra su culo el enorme rabo del chico.

- Vale ya de comportarte como una niñata, no tienes ni idea, así que no hables sin saber. Tu madre y yo vamos a seguir haciendo lo que queramos, quieras tú o no.

Entonces, casi imperceptiblemente, Frank notó como Alicia movía ligeramente el trasero.

Guardó silencio.

Dio la vuelta a la chica y la agarró del cuello.

- ¿A lo mejor lo que tienes es envidia?

- S-Sueltame, no digas tonterías.

- Dime, ¿Te pusiste cachonda viendo como me follaba a tu madre? - Alicia apartó la mirada. - ¿Te gustaría haber estado en su lugar? - La sonrisa del chico se hacia cada vez mas grande. - Viste como me la comía, como le gustaba, estaba disfrutando como una perra. ¿Eres una perra tu también?

- No... Dejame... 

Frank llevó su mano a la entrepierna de Alicia y apretó ligeramente su sexo.

- ¿Estas cachonda ahora? - La chica tenía la boca entreabierta y dejó escapar un leve gemido. - No puedes ocultarlo, lo llevas en la sangre, eres una zorra al igual que tu madre.

Aunque Alicia sabía que debía enfadarse por ese comentario, extrañamente la calentó mas aún. Quería abandonarse al placer, dejarse llevar y quitarse la obsesión que crecía en su mente desde su pequeña sesión de voyeurismo.

Frank la soltó y la empujó suavemente el hombro hacia abajo y Alicia se dejó caer de rodillas. Era como si estuviese fuera de su cuerpo y no tuviese ni la capacidad ni la voluntad de frenar sus actos. Vio como Frank desabrochaba sus pantalones y mostraba ante ella una enorme polla aún sin estar empalmado.

- Vamos Ali, seguro que sabes bien lo que tienes que hacer.

Tímidamente atrapó el monstruo entre sus manos y lo miró absorta. Podía notar como reaccionaba al contacto, como sus venas se remarcaban poco a poco y, mientras comenzaba un ligero movimiento de vaivén, como empezaba a ponerse más y más dura.

Usaba las dos manos y aún así no podía agarrarla entera. En unos pocos segundos tenía el enorme falo apuntando a su cara en toda su extensión.

"¿Mi madre se tragó esto entero?" Fue lo único que pasaba por su cabeza. Estaba absorbida por la negra piel que tenía entre manos. Sacó la lengua y se acercó lentamente, notando el olor de la polla mientras se acercaba. Lamió ligeramente el glande una vez y luego otra, humedeciéndolo con su saliva, viendo como relucía debido a ello.

Tenía un sabor parecido a la polla de Gonzalo y a la vez distinto, no sabría explicarlo. Miró a Frank a los ojos mientras lamía y vio la sonrisa de satisfacción en su boca. Y su mirada...


Era una mirada de superioridad, como sabiendo que la chica que tenía ante él estaba a su merced. Era su zorrita.

Alicia se estremeció al pensar en ello y comenzó a introducir el rabo en su boca. Comenzó un rítmico movimiento con el cuello, intentando tragar un poco mas en cada acometida, sentía que iba a ahogarse si continuaba, pero no deseaba parar.

Cuando vio que era imposible introducirla más, acompañó la mamada con sus manos, masturbando mientras tragaba. Aumentó la velocidad, veía como la miraba Frank y eso la ponía todavía más. Se sentía sometida, era su zorrita, era su puta.

- Eres una chupa pollas de primera, igual que tu madre. - Frank agarró la nuca de la chica y acompañó sus movimientos. - No te preocupes, poco a poco acostumbrarás la garganta hasta que te la puedas tragar toda. Vas a disfrutar notando mis huevos rebotar en tu barbilla.

Alicia separó la boca y se dispuso a replicar pero, en vez de eso, levantó el rabo del chico y comenzó a lamerle las pelotas. Estaba desatada, ¿Como había llegado a tal punto?

Llevó su lengua desde los huevos a la punta y se la metió de golpe de nuevo, acelerando sus movimientos.

- Eso es puta, eso es. Siempre he sabido que detrás de esa actitud de mierda se escondía una verdadera guarra. Sois todas iguales, lo lleváis en la sangre. Pufff.... No pares ahora, ya viene la merienda putita, no dejes escapar nada.

Las manos de Frank se aferraron con fuerza a la nuca de la chica, impidiéndola separarse. Alicia podía notar como el rabo palpitaba, anunciando la inminente corrida que tendría que tragar sin remedio.

- ¡¿Como vais chicos?! - Se oyó a la madre de Alicia desde el piso de abajo. - ¡¿Os falta mucho para acabar?!

- ¡No! - Contestó Frank, descargando en la garganta de Alicia. - ¡Ya estamos acabando!

Alicia no esperaba la cantidad de semen que recibió. Casi se atraganta. Los primeros chorros fueron directos a su garganta pero después Frank la separó lo suficiente como para llenarle la boca de leche. La chica tenía los ojos llorosos y después de tragar comenzó a toser. Rápidamente Frank sacó el móvil y, antes de que la chica pudiera reaccionar, le hizo una foto.




- Mas vale que te recompongas, putita. Creo que sube alguien.- Dijo Frank mientras se abrochaba los pantalones.

 Rápidamente se levantó y Frank volvió a subirse a la silla.

- ¿No deciais que ya habíais acabado? - Preguntó Claudia cuando entró. - ¡Estais igual que cuando me fui!

- Os entendí mal. - Se excusó Frank. - Me refería a que ya había acabado con tu hermana. - La cara de Alicia se tornó roja y bajó la vista al suelo. - Lleva un rato tocandome los huevos y hemos discutido, pero ya se va a portar bien, ¿Verdad? 

- S-Si... - Asintió Alicia, esperando que su hermana no sospechase nada. - Aunque ahora me encuentro un poco mal... Creo que me ha sentado mal el desayuno... Si me disculpais...

Comenzó a salir de la habitación.

- ¡Pero si al final con las prisas no hemos desayunado nada! - Exclamó Claudia confusa.

Alicia se paró en seco, viendo que la había cagado. Balbuceó algún tipo de excusa y se fue a su cuarto.

Estuvo un par de horas sola, hasta que su hermana entró a la habitación.

- ¿Que tal estás? - Preguntó. - Ya hemos acabado todo y mamá ha ido a llevar a Frank a su casa. Ha dicho que tiene que hacer unos recados, así que no la esperemos para comer...

Alicia se puso pálida. Sabia perfectamente los "recados" que tenia que hacer su madre... 

"Ese cabrón..." pensó "¿No tiene suficiente con una?"

- En serio, ¿Te encuentras bien? ¿No te ha venido bien desahogarte?

- ¿Como? - Alicia se puso en tensión. - ¿De que hablas?

- ¿Te crees que soy tonta? - Claudia mostraba una insultante sonrisa de suficiencia. - Se perfectamente lo que has hecho, ¿Y aun así tienes esa cara de acelga? 

Alicia no sabia como reaccionar, su hermana la había pillado con Frank. ¿Se lo diría a su madre? ¿Como reaccionaría ésta?

- Por favor... No se lo digas a mamá...

- ¿A mamá? ¿Por que se lo voy a decir? ¿Te crees que cuando yo lo hago voy corriendo a contárselo?

- ¿Tu... Tu también? 

El mundo de Alicia se vino abajo. ¡Aquel cabrón iba a follarse a toda la familia!

- ¿Eres tonta? ¡Pues claro! ¡Si te lo di yo!

- ¿Que?

- ¡A Manolo! La próxima vez que lo uses, al menos cierra la puerta...

Todas las preocupaciones de Alicia desaparecieron. Su hermana "solo" la había visto masturbándose...

- ¡Ah, si! - Contestó. - L-Lo tendré en cuenta...

Casi no habló en el resto de la mañana, estaba como ida, con una mezcla de sentimientos y sensaciones abrumadora, pero la bomba llegó mientras comía el postre.

Bip Bip.

Era su teléfono móvil. Era Frank.

Cuando miró la pantalla la sangre le desapareció de la cara de la impresión, solo para volver a subir de forma mas intensa debido a la vergüenza.

Era la foto.

Se la veía arrodillada, con la boca abierta y llena de lefa. La polla de Frank estaba ante su boca, rozando sus labios, y su mirada... Sunmirada de lascivia no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando de ello.

- ¿Quien es? - Preguntó Claudia.

- Nadie. Publicidad.

Bip Bip.

Otro mensaje. Otra foto.

Nuevamente se puso pálida, pero esta vez no recuperó el color. Era su madre.

Estaba en la misma posición que ella, sólo que su madre estaba completamente desnuda. La boca llena de lefa y la polla del chico ante su boca. Sus ojos lucían la misma mirada que los de su hija. 

- Sois como dos gotas de agua. - Le escribió Frank.

Alicia se disculpó ante su hermana y se fue de la cocina, las lágrimas asomaban en sus ojos.

- Cabrón. ¿No has tenido suficiente esta mañana? - Le escribió.

- Cariño, no te preocupes, hay polla para todas. Y además, tu sólo me la has mamado. A tu madre la he follado como la perra que es.

- Eres un cerdo

- No te pongas celosa, que ya te llegará el turno...

Alicia tiró el móvil a un lado y se echó a llorar.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Mi madre y el negro II: Asimilación

Daba vueltas de un lado a otro. No podía dormir.

Aun era de día y la luz se filtraba por las rendijas de las persianas, pero no era eso lo que la impedía dormir.

"Ven aquí, puta. Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche."

Oía la voz de Frank en su cabeza, y veía la imagen de su madre, arrodillada ante su enorme polla, esperando su "merienda".

¿Como había podido pasar eso? Ni en sus peores pesadillas se habría podido imaginar algo así. ¿Su madre estaba loca? Y encima con ese... ese...

La imagen de la enorme polla del chico, justo antes de penetrar a su madre la asaltó y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo. El contraste de aquel enorme falo negro y la pálida piel de su madre se le había quedado grabado a fuego en las retinas. Recordó como antes de ver quien era en realidad la "zorrita" la escena la había calentado, incluso se había comenzado a tocar... Incluso ahora, notaba como movía inconscientemente sus muslos, intentando aplacar las sensaciones que la invadían.

Se sentía horrible. ¿Como podía calentarla eso? Así era imposible dormir. Se levantó y fue directa a su móvil.

- Hola. Se que es algo repentino pero... Tengo que hablar contigo.

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Todavía faltaban 10 minutos para que llegase pero no había podido esperar, las paredes de su habitación la aprisionaban y no podía quitarse lo que había visto de la cabeza. Ni eso ni la calentura que la abordaba.

Muchas veces había pensado en hacer lo que estaba haciendo en ese momento pero siempre se echaba atrás. Cuando alguien toma una decisión, debe atenerse a las consecuencias. A todas.

Vio como el coche se acercaba y sentimientos enfrentados abordaron su mente.

- Hola Alicia.

- Hola, Gonzalo.

Fue extraño darle dos besos a su ex. No se veían desde que Alicia le había dejado.

- ¿Que tal estás? - Preguntó el chico. - Parecías preocupada cuando me llamaste.

- No es nada. - Alicia apartó la mirada, todavía no estaba convencida de estar haciendo lo correcto. - Sólo... Tenía ganas de verte... ¿Quieres que cenemos algo?

- Esta bien, yo invito.

Se dirigieron a un restaurante cercano. No había mucha mas gente en el sitio.

- ¿Que tal te va todo? No se nada de ti desde... - Alicia no acabó la frase. "Desde que te dejé tirado" era lo único que venia a su cabeza.

- No te voy a mentir, al principio lo pasé muy mal... - La chica notaba el resentimiento en las palabras de Gonzalo. La hizo sentir muy culpable. - Pero después lo superé. Ahora estoy con otra persona. Se llama Rebeca. Me ayudó mucho.

Alicia no se esperaba eso, fue un duro golpe, creía que iba a seguir sólo, al igual que ella. Que tonta había sido, era un chico magnifico, ¿Como iba a seguir sólo?

- Me alegro. - Se obligó a decir. - Quería verte para ver si podíamos ser amigos al menos. Has sido una parte importante de mi vida y no querría perderte. - Alargó la mano y acarició suavemente la del chico. Éste, después de un momento de duda, la retiró.

- Alicia...

- Lo siento... No quería incomodarte...

La cena transcurrió entre comentarios anodinos  e intrascendentes. Alicia había pensado en volver a intentar algo con Gonzalo, pero ya no estaba libre, así que se tragó su orgullo y puso su mejor cara ante él. Debería buscar otra manera de aplacar su libido.

- Me alegra que podamos ser amigos al menos. - Dijo el chico. - Realmente lo he pasado muy mal pero, te echaba de menos. - Una sonrisa afloró en la cara de Alicia. A lo mejor... - Me gustaría que conocieras a Rebeca, seguro que os caeis bien.

Un jarro de agua fría cayó sobre la chica, le había malinterpretado. La idea de conocer a su novia era lo mas lejano a pasar un rato agradable que se le pudiese pasar por la mente.

- Voy al servicio y te llevo a casa, ¿De acuerdo?

La chica asintió mientras veía como se alejaba, maldiciendose por lo estupida que había sido.

 "Ya tienes la merienda"

Se estremeció. Las imágenes volvían a su mente después de la decepción de la cena. Tenia que hacerlo, era ahora o nunca.

- Pero, ¿Que...? - Exclamó Gonzalo. No le había dado tiempo ni a subirse la bragueta.

Alicia irrumpió en el baño de hombres y, asegurándose de que estaba vacío se abalanzó sobre su ex, comiéndole la boca.

- ¡Alicia! ¿Que estás haciendo? No podemos...

- ¡Calla! No me digas que tú no lo deseas. - Su mano se dirigió rauda al rabo del chico, agarrándolo con firmeza y notando como se ponía duro enseguida.

- Pero yo... ¡No puedo! Rebeca...

- Olvídate de ella, aunque sea por un instante. No tiene por que enterarse de nada, no hay nadie más por aquí. - Alicia, que recordaba cuanto le gustaba eso, comenzó a recorrer con su lengua la oreja de Gonzalo mientras le susurraba. - Hazme tuya una vez más, por los viejos tiempos.

El chico estaba confuso. Confuso y cachondo. Realmente había soñado durante mucho tiempo con la posibilidad de estar de nuevo con Alicia, pero nunca se lo había imaginado de esa forma...

La chica bajó de golpe los pantalones y los calzoncillos y se arrodilló ante el miembro del chico. Cuando lo tuvo entre las manos, soltó un pequeño gemido de placer, estaba realmente caliente y por fin tenia una polla que la saciara, aunque...

La imagen de la enorme polla de Frank antes de penetrar a su madre volvió a ella. A su lado, la de Gonzalo parecía un juguete...

Desechó esos pensamientos y comenzó a lamer el rabo que tenía delante, lentamente, disfrutando del olor y el sabor que casi tenia olvidado.

Se entretuvo jugando con el glande, arrancando suspiros de la boca de Gonzalo.

- Oh, Dios... Estás loca... - Decía éste. - ¿Como hemos llegado a est... ¡Ah!

Un pequeño mordisco le hizo dar un gritito, él entendió la advertencia: No continúes por ahí.

Engulló la polla de golpe, manteniéndola en el fondo de su garganta unos segundos, paró para coger aire y vuelta a empezar. Las manos de Gonzalo se situaron en la nuca de su ex, acompañando con ellas sus movimientos.

- Alicia... Si sigues así... Bufff...

La chica se levantó, agarró a Gonzalo de la pechera y le sentó sobre un retrete. Se quitó el top que llevaba, arrojándolo a un lado, levantó su falda y se quitó el tanga, que quedó enganchado en uno de los tobillos solamente.

Se sentó a horcajadas, introduciéndose la polla de golpe. Estaba tan empapada que no le costó nada hacerlo.

Sus tetas estaban a la altura de la boca de Gonzalo, que no dudo en bajar el sujetador y empezar a lamer los erectos pezones de la chica.

Un incauto cliente del restaurante entró en el servicio. Se quedó anonadado cuando vio a la chica cabalgando como si no hubiera un mañana.

- P-Perdon... - Se excusó, saliendo de nuevo.

Esto no interrumpió a los fogosos amantes que siguieron con su faena.

- Oh dios... Alicia..

- Aquí me tienes... Fóllame... Haz que me corra...

El chico estaba a 100, aunque el sexo con Rebeca era genial, Alicia...

- ¡Me voy! ¡Alicia!

La chica rápidamente desmontó y se arrodilló entre las piernas de su ex.

- ¿Que haces? - Preguntó este. Alicia nunca había hecho nada parecido, se la había chupado, pero nunca después de follar, y mucho menos con esa cara de vicio. - ¿No iras a...?

La chica le masturbaba con vehemencia, con el glande metido en su boca y mirándole con ojos de deseo. Ante esa imagen, Gonzalo no pudo mas que correrse de inmediato.






Alicia recibió el semen de su ex por primera vez.  ¿Que coño estaba haciendo? ¿Por que se había comportado así? No parecía ella, pero estaba tan caliente... 

"Tu también has tomado tu merienda..."

La imagen de su madre arrodillada acudió a su mente. Rápidamente escupió la corrida de Gonzalo a un lado y se levantó.

- Yo... Yo... Esto está mal... - Balbuceó.

- No... Realmente había estado esperándolo mucho tiempo... Yo... - Gonzalo la miraba a los ojos. - Te quiero, Alicia. Volvamos a intentarlo.

Alicia entró en un estado de pánico. ¿Por que había llamado a Gonzalo? Se vistió apresuradamente y salio murmurando una disculpa.

Tuvo que volver en metro. Notaba las miradas de la gente sobre ella aunque, suponía, sólo eran imaginaciones suyas.

Lo único que estaba claro es que era una imbécil. Había actuado de manera impetuosa y había hecho una estupidez. Eso y que todavía seguía caliente...

No sabía por qué, el sexo con Gonzalo siempre había sido muy satisfactorio... Pero... Esta vez se había quedado a medias...

Llegó a su casa y volvió a subir a su habitación sin dirigirle la palabra a nadie. Se arrebuñó entre las sabanas y se echó a llorar.

"¿Por que me está pasando esto?" Alicia no lo entendía. Solo tenia clara una cosa: Todo había sido por culpa de Frank. El haberse encontrado a ese hijo de puta con su madre había dinamitado su mente. ¿Como se atrevía? ¡Era su madre!

Todavía veía a aquel cabrón ante ella. "Toma tu merienda, zorrita."

¿Por que su madre había caído tan bajo?

No se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que los gemidos se escapaban sonoramente de su boca. Entonces reaccionó y vio que estaba masturbándose. Necesitaba correrse, necesitaba desahogarse. Abrió el cajón de la mesilla. Ahí estaba.

Manolo.

Cogió el vibrador rosa que le había dado su hermana. Rápidamente lo dirigió hacia su coño y, de un solo empujón lo introdujo hasta el fondo. Se encogió al sentirse penetrada de aquella extraña manera por primera vez pero, en pocos segundos, se tumbó boca arriba y se abrió completamente de piernas. Nunca había pensado que un simple trozo de plástico le podría dar tanto placer. Su hermana era mas lista de lo que pensaba...

Entonces se acordó de algo. Buscó un poco con sus dedos hasta encontrarlo y pulso el botón que conectaba la vibración.

- Mmmmmpppfpfff.

Intentó ahogar el gemido que salió de su boca, pero tuvo que ponerse boca abajo y morder la almohada para no despertar a toda la casa. Aquél aparato era maravilloso. La vibración la recorría entera desde lo mas hondo de sus entrañas.

Una pequeña idea apareció en su mente de manera inesperada, sin que ella lo buscase, al menos de forma consciente. Comenzó a pensar que Manolo no era de color rosa, si no que era negro. Negro y enorme. Llevó una mano a sus pezones y comenzó a pellizcar los mientras pensaba como una enorme tranca negra la follaba desde atrás. Podía notar los huevos golpeando contra su coño, las manos de su amante agarrando sus caderas, usándolas para meter su rabo mas adentro en cada embestida.

"Aquí tienes tu merienda, zorrita" Oyó en su cabeza la voz de Frank mientras su cuerpo estallaba en un tremendo orgasmo. Alicia se retorcía en estertores de placer mientras intentaba o impedir que loa gemidos escapasen de su boca y despertasen a todo el vecindario.

Se mantuvo unos minutos en la misma posición, con el vibrador todavía encendido entre sus manos temblorosas hasta que algo la sobresaltó: le dio la impresión de que l puerta se había movido. Un ligero e imperceptible crujido y, con el rabillo del ojo, le pareció haber visto una sombra alejarse. 

¿La habían visto?

El rubor acudió a su cara mientras apagaba y guardaba a Manolo. ¿Su madre? ¿Su hermana? ... ¿Frank? 

No... No podía ser él... No se habría quedado a dormir... Aunque a lo mejor... Se había quedado con su madre...

Incluso con esos pensamientos en la cabeza se durmió rápidamente.

Había sido un día agotador.



miércoles, 3 de septiembre de 2014

La presa III

La vida de Diana se convirtió en una rutina. Los primeros días fueron horribles, no hacía mas que pensar en las palabras de Abraham, sobre si realmente seguía siendo humana o no, y en como habría reaccionado de saberlo desde un principio, ¿Habria rechazado la proposición de Tamiko? En ese momento llevaba una vida demasiado desesperada...

Al principio había dudado del hombre, total, era un cabrón que la había secuestrado y violado pero, después de unos días sin ningún contacto sexual comenzó a sentirse débil. No podía ser por otra razón puesto que la alimentaban correctamente, e incluso una hora al día la desencadenaban y la obligaban a hacer algo de ejercicio. Sólo quedaba la opción de la falta de sexo. ¿Realmente era un monstruo?

Odiaba a ratos a Tamiko por haberla engañado, pero igualmente la agradecía que le hubiese otorgado otra oportunidad, no conseguía poner en orden su cabeza.

Cada día era peor, ya no tenía fuerzas para resistirse aunque, de todas formas, había dejado de hacerlo. La manera en la que Abraham había bloqueado su mente había sido lo suficientemente dolorosa como para no darle más motivos para volverlo a hacer.

Llevaba la máscara puesta veinticuatro horas al día, ya casi no recordaba lo que era ver la luz. Oía como entraban en su celda Nikolai o Vanessa, la daban de comer, cada pat de días la rociaban con una manguera de agua fría para asearla. Todo era monótono, repetitivo y doloroso hasta ese día.

- ¿Que tal está mi zorrita? ¿Tiene hambre? - Preguntó Vanessa con sorna. - Estás de suerte, Abraham dice que ya es suficiente. No quiere que te mueras... Aún.

"Hasta que logren capturar a Tamiko, después no les seré útil" Pensó la chica, pero no objetó nada cuando la mujer la desencadenó y la obligó a seguirla fuera de la sala.

- A partir de ahora tu estancia aquí será mas agradable, recibirás tu ración de orgasmos, lo que implica que Nikolai y yo nos vamos a divertir mucho contigo. Pero antes hay algo que tenemos que dejar claro...

¿Dejar claro? ¿A que se refería? No dijo nada más, así que Diana se quedó con la duda.

Se detuvieron en una nueva sala en la que amarraron a Diana a un cepo, con los tobillos atados al suelo. Esa posición la dejaba expuesta ante cualquiera pero, en ese momento, Diana no deseaba otra cosa.

- ¿Estás desesperada? - Preguntó Vanessa, acariciándola el lomo. - ¿Quieres que nos divirtamos un poco?

Mientras decía eso, su mano se deslizo entre las nalgas de la cazadora, arrancándola un suspiro. Lo estaba deseando, necesitaba que continuara, necesitaba alimentarse. Vanessa jugueteaba con ella. Acariciaba su cuerpo, rodeaba su sexo y su ano, pero no llegaba a tocarlos. 

Se agachó tras ella, con la cara a escasos centímetros de su coño. Diana podía sentir el aliento de la mujer en su entrepierna, se estaba volviendo loca...

- Por favor... - Susurró. No se podía creer la forma en la que estaba claudicando.

- ¿Que dices? - Preguntó Vanessa, acercando su boca al sexo de la chica, remarcando su aliento sobre él.

- Por favor... Lo necesito...

- ¿Que quieres? ¿Esto? - La mujer lamió el coño de Diana en un rápido movimiento, provocando un estremecimiento de ésta. - Sólo lo tendrás cuando reconozcas que eres mía por completo, que me perteneces.

Diana no podía hacer eso pero... La sensación de necesidad, de inanición, era TAN fuerte...

- Yo... Yo... - Vanessa se relamía con la situación. - Te... Yo te pertenezco. Soy toda tuya.

Diana se derrumbó, aquella mujer había vencido.

- Eso es, me encanta oír eso de tus labios. - Mientras hablaba comenzó a masajear el coño de la chica, con lentitud. - ¿Sabes? Me gusta que la gente sepa lo que es mío, y tu no vas a ser una excepción.

- Hummmmm. - Diana ni siquiera escuchaba, estaba completamente concentrada en los dedos que jugaban en su entrepierna.

- Nikolai, procede por favor.

El hombre se levantó y, antes de que Diana se diese cuenta de que hacía, sintió un dolor punzante en un pezón. Gritó y, en unos segundos notó el mismo dolor en el otro pezón. ¿Otra vez las pinzas? No, esto era distinto... No la habrían...

- ¡Ahhhhh!

El mismo dolor punzante, esta vez en el clítoris. ¡La estaban marcando como si fuese una res!

El dolor rápidamente se disipó debido a las caricias de Vanessa. Un sonido como de un zumbido comenzó a sonar, acercándose a Diana. ¿Que venía ahora?

Cuando notó una presión en el costado ya era tarde, la estaban tatuando. Era de su propiedad y querían demostrarlo, tendría esa marca con ella toda la vida que, por otro lado, a lo mejor no duraba mucho más.

- Ya está. - Dijo Nikolai. - ¡Hora de la diversión!

Y diciendo eso clavó de un golpe su polla en el coño de Diana. Ésta gritó, pero esta vez de placer. Rápidamente olvidó el dolor, su situación y su futuro. Sólo importaba aquella polla que la estaba taladrando. La suavidad con la que el hombre la había follado la primera vez había desaparecido, ahora todo era brutalidad, y le daba igual, quería que la reventaran, que la llenaran, que la saciaran.

No tardó en llegar el primer orgasmo y, con él la deseada sensación de vitalidad que tanto añoraba. Gemía a través de la máscara, notaba como sus tetas se bamboleaban en el aire al ritmo de las embestidas de aquél hombre, notaba agudos pinchazos de dolor en los pezones, pero sobre todo en el clitoris. Era un dolor enorme pero tal era su necesidad de placer que no le importaba, solo quería que Nikolai no parara nunca.

Los orgasmos se fueron sucediendo uno tras otro, había perdido la cuenta. Entonces el hombre se amarró a sus caderas y se apretó contra ella, se estaba corriendo dentro de ella y ella también lo disfrutó.

A partir de ese momento su vida en aquel lugar volvió a cambiar. Ya no la encadenaban en su celda, lo que la permitía moverse al menos. Tampoco estaba desnuda siempre, aunque lo único que la dejaban llevar era lencería y la elegían ellos, así que tampoco había mucha diferencia. Los primeros días, hacían varias curas al día de sus nuevos piercing y del tatuaje, ella aun no se los había visto, pero habían dejado de molestarla, es más, incluso le resultaban placenteros. Por último, lo que había mejorado sustancialmente era su alimentación, al menos una vez al día, Nikolai o Vanessa daban buena cuenta de sus necesidades. Al principio la ataban, pero poco después era la misma Diana la que se montaba sobre la polla de Nikolai, o se sometía a Vanessa. Esta última tenía predilección por su culo, y era habitual que la sodomizase con un enorme consolador.

La mentalidad de Diana había cambiado, ya no lo veía como una violación, si no como la manera de alimentarse y, si podía divertirse lo maximo posible haciendolo, ¿Por que negarse? Sabía que tenía que salir de allí, que la iban a matar en cualquier momento, pero todavía no había visto ninguna oportunidad para hacerlo.





Un día, nuevamente, Abraham la llamó a su despacho. Esta vez no se molestaron en esposarla y, nada más llegar le quitaron la máscara. La luz dañaba la vista de Diana, que llevaba semanas sin ver absolutamente nada. Eso no pareció importar lo más mínimo al hombre.

- Te veo muy cambiada. ¿Estas disfrutando de tu estancia aquí? - Dijo con sorna.

En cuanto la vista de la chica se normalizó, lo primero que hizo fue buscar su tatuaje. Estaba obsesionada con verlo pues no había tenido oportunidad. Un código de barras con un número debajo. 156. Tambien se fijo en losndos aritos que coronaban sus pezones, sobresaliendo por encima del sujetafor de copa baja que la habían puesto.

- Ah, es verdad... Todavía no habías visto tus nuevos complementos... - El hombre se acercó y acarició el brillante arito dorado que colgaba de uno de los pezones, provocando un estremecimiento en la chica. - ¿Te gustan?

- ¿156? ¿Que significa eso? - Preguntó Diana.

- Parece que no eres muy espabilada... Es una numeración, eres la huésped 156 de mis encantadoras instalaciones. Todas eran como tú.

¿155 antes? ¿Y que había sido de ellas? ¿Todas eran súcubos? Las preguntas se agolpaban en la mente de Diana.

- ¿Que hiciste con ellas? ¿Las mataste a todas? Eres un monstruo...

- Creo que habíamos dejado claro quién era el monstruo aquí, yo simplemente hice lo que debía, purgar la tierra de elementos indeseables. ¿Lo pasaste buen durante tu temporada de ayuno? - Cambió de tema. - Por lo que veo, ahora estás bastante bien.

Era cierto, Diana había recuperado por completo su vitalidad.

- No me puedo quejar. - Respondió la chica, que vio de reojo como Vanessa mostraba una sonrisa de satisfacción. 

El hombre se acercó a Diana y la acarició el cuello.

- Es un placer tenerte aquí y disfrutar de tu compañía, pero estoy deseando que venga tu amiguita a buscarte... Y encargarme de las dos...

Diana tembló de manera involuntaria, la iban a matar, cada vez quedaba menos. El día menos esperado encontrarían a Tamiko, o se cansarían de esperar, y entonces...

BOOOOM

El sonido de una explosión llego desde un lugar demasiado cercano, tan cercano que la sala vibró, haciendo que algunos objetos cayeran al suelo. Diana perdió el equilibrio y cayó de rodillas, Abraham se apoyó en su escritorio.

- ¿Pero qué...? - Comenzó el hombre.

BOOOOM

Una nueva explosión le cortó, disparos, jaleo, ¿Que estaba pasando?

Abraham miró fijamente a Diana.

- Después me ocuparé de ti... - Una tétrica sonrisa asomó en su rostro. - Por fin ha venido... Vanessa, ocúpate de ella. No te olvides de la máscara.

Diana vio como la mujer cogía una pistola antes de ponerle la máscara.

- Vamos zorra, tenemos que salir de aquí. - Ordenó y, tirando de la correa empezó a arrastrarla.

El camino se hizo bastante difícil, Vanessa intentaba ir todo lo deprisa que se puede cuando arrastras a alguien que no puede ver tras de ti y, para arreglar las cosas, con unos tacones altísimos. Diana se tropezaba cada dos por tres.

- ¿Ni siquiera vales para caminar? Debería pegarte un tiro aquí mismo.

Una nueva explosión, un temblor, sonaba muy cerca. Diana escuchó ruidos como de cascotes cayendo. Giraban una esquina tras otra, se escucharon pasos de alguien que iba hacia ellos.

- ¡Rápido! - Gritó Vanessa. - Hay que neutralizarlos, dirigíos al vestíbulo.

- ¡En seguida! - Contestaron las voces, Diana oyó como corrían en dirección opuesta a la que iban ellas.

Otra vez una explosión, esta vez vino desde un lateral. La fuerza derribó a las dos mujeres al suelo. Diana se quedó paralizada... Era la oportunidad que había estado esperando...

Vanessa se levantó. 

- ¿Vas a correr de una vez o me vas a obligar a que te pegue un...?

Las palabras se le atragantaron en la boca. Diana estaba de pie tras ella, con la máscara en la mano. Una sonrisa sádica se dibujaba en su boca. 

- ¿Como coño...? - Preguntó la mujer. Y entonces recordó que con las prisas, no había cerrado el candado de la máscara. Era imbécil.

Levantó la pistola y apuntó al demonio entre los ojos.

- No, no, no... - Dijo Diana, negando con el dedo. 

Las manos de Vanessa estaban paralizadas, intentó con rodas sus fuerzas apretar el gatillo pero era imposible. Ante la atenta mirada de la que anteriormente había estado a su merced, sus brazos comenzaron a doblarse. Todo su cuerpo temblaba.

- N-No... - Balbuceó cuando se dio cuenta de cual era la intención de sus brazos. - Por favor... No... ¡No!

La pistola apuntaba a su boca. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras separaba los labios para introducir el cañón del arma.

- Mirame. - Ordenó Diana. - Quiero que mi cara sea lo último que veas antes de morir.

Vanessa no pudo sino obedecer mientras sus dedos, que ya no eran suyos, apretaban el gatillo y sus sesos salían disparados contra la pared.

Diana se quedó unos segundos mirando el cuerpo inerte de su torturadora. No sentía ningún tipo de remordimiento. Se agachó para coger la pistola y se fue por donde se habían ido los guardias que se habían cruzado.

Se encontró un par de guardias en su camino. El primero no la vio, simplemente recibió un tiro en la cabeza. El segundo dudó por un momento al ver a la despampanante mujer en ropa interior, lo que le dio la oportunidad a Diana de controlarle.

A través de su mente supo donde tenia que dirigirse y el guardia actuó de guardaespaldas.

Siguieron avanzando hasta que, al girar una esquina, su nuevo compañero cayó derribado. Dos hombres aparecieron delante de ella, pero los detuvo rápidamente. Era agradable volver a sentirse poderosa.

- ¡Diana! - La llamó una voz conocida.

Antes de que pudiese reaccionar alguien se le echó encima y la abrazó. El olor de aquella persona le era familiar. Lilas y grosellas. No lo olvidaría ni aunque pasasen cien años.

- Tamiko... ¿Que?

- Por fin te encontramos. ¡Rapido! tenemos que salir de aquí.

Con Tamiko había varios soldados, parecía que sabían muy bien por donde moverse, así que no tardaron mucho en salir a la calle. 

El sol dañaba los ojos de Diana, pero era agradable sentir el viento en su piel.

- ¡Que alguien traiga una manta! - Gritó la asiática, y en unos segundos Diana estaba cubierta con una. - Vamos al coche, rápido. Tenemos que alejarnos de aquí.

Ya en el coche, a Diana se le vino el mundo encima. Había matado a dos personas a sangre fría, y lo había disfrutado. ¿En que momento había cambiado tanto?

- ¿Como te encuentras? - Preguntó Tamiko. 

- Podría estar mejor.

- Estábamos preocupados por ti.

- ... 

- Necesitas descansar. Ahora mismo vamos a tu apartam...

- ¿Por qué no me dijiste la verdad?

Tamiko guardó silencio unos segundos.

- Te lo ha contado, ¿Verdad? Debí haberlo supuesto.

Que Tamiko no lo negara fue un duro golpe para Diana, aún guardaba una ligera esperanza de que fuera mentira.

- ¿Entonces que soy? ¿Un demonio? ¿Un vampiro? ¿No tenía derecho a saberlo?

- ¿Que necesidad había? Te di una vida nueva, te salvé, ¿Que habría cambiado?

- ¡Todo! Ahora no se en que creer... Por vuestra culpa... No tienes ni idea de por lo que he pasado ahí dentro.

- ... Eres tu la que no tiene ni idea de lo que he pasado yo. 

Y, levantándose la camiseta, mostró a Diana un tatuaje con un código de barras y un numero, igual al suyo, pero en éste rezaba "130".

- Tu y yo somos las únicas que hemos conseguido escapar... El resto...

Diana apartó la mirada. Tamiko había visto como mas de veinte de sus compañeras eran exterminadas por esos cabrones.

- ¿Le encontrasteis? ¿Esta muerto? - Preguntó. Quería cambiar de tema.

- No. Le vimos escapar junto con Nikolai. A la otra tampoco nos la hemos cruzado, así que suponemos que también escapó.

- ¿La otra? ¿Vanessa? No tendremos que preocuparnos por ella.

- ¿La... La has matado?

- Técnicamente se mató ella.

Una sombra apareció en los ojos de Tamiko. ¿Satisfaccion? ¿Orgullo? ¿Venganza? Diana no supo identificarlo. A lo mejor le gustaría haber sido ella la que la hubiera matado.

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Tamiko se despidió de Diana dejándola en su casa y ofreciéndose a quedarse con ella, pero la chica rehusó. Necesitaba estar sola. O todo lo sola que se podía estar con un harén de esclavos en casa.

Se tomó un relajante baño de agua caliente y disfrutó de las atenciones y cuidados de Elisa.

Cuando Tamiko llegó al día siguiente para ver si había conseguido descansar, la asistenta le abrió la puerta.

- Buenos días, señorita Aizawa. La señorita Querol no está. Ha dejado esta nota para usted.

La asiática cogió la nota y la leyó intrigada.

Hola Tamiko.

Esto es un adiós. No se si será para siempre o alguna vez nos volveremos a ver. No me busques, por favor.

Necesito tomarme un tiempo para reflexionar, necesito ver quién o qué soy en realidad. Te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero no puedo perdonar ni olvidar en lo que me habéis convertido.

Espero que la vida te trate bien y que el 7pk2 prospere.

Un beso.

Diana.

PD: Estuve tentada de llevarme a mi pequeña familia conmigo, pero sólo serían una carga. Por favor, ocupate de ellos.

Tamiko dobló la carta y se la guardó en el bolso. Diana había tomado una decisión y ella iba a respetarla. Lo que no tenía tan claro es que Xella Corp hiciese lo mismo, habían invertido mucho dinero en ella...